Arqueología de la vida humilde: los hallazgos de la excavación que recorre Madrid de la Guerra Civil al chabolismo

Guillermo Hormigo

Madrid —

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La arqueología y la fotografía, dos disciplinas basadas en el registro, suelen pensarse desde la espectacularidad. El descubrimiento más inesperado de una joya radiante, o la imagen más fastuosa de un palacio lustroso. Pero este enfoque es en realidad una cuestión de clase. Dar con los vestigios de una rutina humilde o encontrar los restos de las vidas obreras puede ser igual de valioso, aún más asombroso.

En ello se propuso indagar un grupo de arqueólogos capitaneados por Alfredo González-Ruibal, investigador del Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC, con su trabajo en una parcela del barrio de Entrevías, en Puente de Vallecas. Una zona marcada por los bombardeos del bando franquista durante la Guerra Civil, inmortalizados por Robert Capa gracias a una recordada fotografía en una vivienda todavía en pie situada a pocos metros.

Pero un entorno marcado además por el fenómeno chabolista, con casas construidas sobre hogares que el ataque de los sublevados, se llevó por delante. Más tarde, en los sesenta, la dictadura las destruyó igualmente. En esa ocasión, con la excusa del desarrollismo, esa España que intentaba dar imagen de modernidad, aunque en ella reinaba la misma oscuridad.

La segunda etapa de estas excavaciones, iniciadas en 2022, arrancó el pasado 2 de octubre y concluyó con un gran acto el pasado domingo 22. En él se presentaron los principales hallazgos, aunque Gómez-Ruibal ya avanzó algunos de ellos a través de redes sociales. Uno de los más llamativos es la estructura que ha denominado como “el mosaico de los pobres”: el suelo de una chabola hecho con ladrillo, terrazo, mármol, azulejo de cocina, de baño, baldosa que imita al mármol y baldosa hidráulica. Se observa una mancha negra que, como apunta perspicazmente un usuario de redes sociales, parece la marca de una estufa. Claro que a veces el descubrimiento es un utensilio sencillo, un simple sacapuntas, que con el paso del tiempo encierra un mundo.

Pero también han avanzado en el objetivo principal de esta segunda fase de los trabajos: desentrañar la existencia física del barrio en los años veinte, antes de sucumbir a la barbarie franquista. Así, el equipo ha rescatado restos carbonizados de viviendas de aquella época.

“Hemos llegado a los suelos originales de un edificio de 1923, que fue después bombardeado en 1936, y hemos descubierto que en varios sitios el pavimento estaba quemado, al igual que la pintura de las paredes, además de restos de tejas y ladrillos ennegrecidos”, explicaba González-Ruibal en unas declaraciones que recoge Infobae. Son las ruinas que dan fe de la destrucción.

La cita del domingo sirvió también como reivindicación de la memoria del barrio de Entrevías. La Fundación Anastasio de Gracia, principal impulsora económica de un proyecto que en esta ocasión no ha recibido fondos de instituciones públicas, se encarga de indagar en materiales de archivo, como la búsqueda de personas ligadas a las viviendas en el padrón municipal para contactarlas después. El coordinador de comunicación y cultura de la entidad, José María Uría, certifica en conversación con este medio la “gran satisfacción por constatarse por primera vez de manera arqueológica el bombardeo de Madrid”. Le enorgullece igualmente haber podido compartir este resquicio histórico con el alumnado de varios institutos que han visitado las instalaciones.

Uría, que remarca “la admirable labor del grupo de arqueología y antropología”, habla de dos facetas del rodillo franquista que quedaron engarzadas en un mismo punto: “La historia enterrada de esta parte de la ciudad se retrotrae a aquellos trágicos bombardeos, a lo que se ha sumado el relato de cómo la pobreza y el desamparo al que también condujeron la Guerra y la Dictadura obligaron a que otra gente ocupara aquellas ruinas”.

Desenterrar lo que quedó fuera de campo

La tercera pata de la jornada reivindicativa y festiva en la que se presentaron los hallazgos fue el homenaje a la figura de Robert Capa, con la reinauguración de una placa que convierte el terreno en una plaza con su nombre. Un tributo que ya llevaron a cabo en el pasado, pero la lámina fue vandalizada. Como en aquella ocasión, la distinción se queda en una acción oficiosa por el momento, aunque esperan que el Ayuntamiento de Madrid lo oficialice. “Fue un acto muy emotivo e ilusionante. Volvimos a inaugurar también el mural elaborado por alumnos de Bellas Artes de la Universidad Rey Juan Carlos en 2018, que por desgracia también fue atacado. Nos pareció un día cargado de simbolismo acerca del interés de la sociedad por recuperar ese espacio”, explica Uría.

Las fotografías tomadas por Capa en el número 10 de la calle Peironcely sirvieron para que en 2021 el Ayuntamiento de Madrid se viera obligado a realojar a los vecinos que residían en el inmueble donde fueron tomadas, expropiado por 870.000 euros y todavía carente de un uso municipal definitivo dos años después.

Gracias a su valor histórico fue posible la inclusión en el catálogo de bienes y edificios protegidos desde 2017, durante la etapa de Manuela Carmena como alcaldesa. Y ante esta condición, el Ejecutivo municipal liderado por José Luis Martínez-Almeida tuvo que ofrecer a las 13 familias afectadas nuevos contratos de alquiler con condiciones equiparables en hogares asignados por la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo. Ahora las excavaciones se ejecutan al otro lado de la acera (lo que es hoy una acera), el fuera de campo de la cámara.

Del valor de una imagen no solo como elemento artístico, sino como testimonio que recoge y moldea la realidad, sabe mucho el prestigioso fotógrafo alemán Thomas Dworzak, ganador del World Press Photo y miembro de la Agencia Magnum. Una entidad clave en la defensa de la propiedad intelectual y los derechos de la profesión, fundada en 1947 por varias figuras de reconocido prestigio. Entre ellas, claro, Robert Capa.

Porque Endre ErnÅ‘ Friedmann (su nombre real) siempre estaba donde había que estar. Tanto que, hasta 1937, Capa era en realidad el resultado de un desdoblamiento: era también su pareja, Gerda Taro, fallecida a los 26 años mientras acompañaba a las Brigadas Internacionales en un accidente causado por el asedio del bando golpista. En declaraciones a Somos Madrid, Dworzak subraya del húngaro que siempre tomaba partido, que no se camuflaba en la neutralidad. También una frase que resume su temeridad: “Si tus fotos no están bien es porque no estás lo bastante cerca”.

Dworzak, que reside en París pero a lo largo de su trayectoria ha estado muy ligado a España, vivió con emoción el homenaje a Capa y la exposición de los resultados hallados en la investigación: “No esperaba que hubiese tanta gente. Me alegra que tantas personas se interesen en un fotógrafo a raíz de una imagen pequeña, quizá no la más conocida de su obra, pero desde luego una muy importante que genera impacto casi 90 años después”. Destaca de aquella fotografía su capacidad para “hacer memoria”, justo lo que se intenta con la placa conmemorativa en la plaza, o con la búsqueda bajo el suelo de la parcela.

José María Uría avanza que ya piensan en una tercera etapa de la excavación: “Nos gustaría hacer este trabajo de forma continua, pero las limitaciones económicas son las que son”. Han mantenido encuentros con personal del consistorio madrileño y la propia directora general de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento, Elena Hernando, visitó las excavaciones. “Seguimos peleando para que las instituciones hagan suya una labor fundamental para la historia de la ciudad”, concluye.