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Cocidito madrileño
“Aquí va un hilo bonito”. Con esta ironía, como la que tiene la historia, empieza una descorazonadora secuencia de tuits el periodista Héctor M. Garrido. Un relato de especulación que ya contamos en Somos Madrid, aunque ahora añade otra vuelca de tuerca. Porque en esta ciudad, si hay intereses inmobiliarios de por medio, pueden darse más giros que en una película de Shyamalan.
La cosa no empieza bien: “Hace cinco años me echaron del @BloqArganzuela”. En este distrito de Madrid, en los números 18 y 19 de la calle Fray Luis de León (cerca de Embajadores, Lavapiés y la Estación de Atocha), había una vez un grupo de vecinos que convivía en armonía: “Viví una década junto a otros 25 inquilinos (incluidos abuelos que estaban allí desde niños)”. Hasta que llegó un lobo feroz llamado Urbania International. Esta empresa compró el edificio en febrero de 2017. Aunque antes de adquirir el inmueble a sus anteriores propietarios los representantes de la compañía prometieron a los residentes que nada cambiaría, pronto descubrieron vía burofax que la realidad iba a ser muy distinta: les instaban a abandonar sus casas en menos de un mes.
“Esos 25 pisos para familias de unos 80 metros cuadrados y por los que pagábamos de 900 a 1.100 euros, se convirtieron hace dos años (ya con todos los vecinos fuera) en reformados apartamentitos reducidos a la mitad de tamaño. De cinco viviendas por planta, a nueve”, explica Héctor. Una oportunidad de negocio detrás de las tremendas hostilidades que tuvieron que soportar los vecinos que no quisieron abandonar su vivienda hasta el final de sus contratos, incluidas las personas de edad más avanzada: “Amenazaron con obras, con quitar el ascensor, les ofrecían poquísimo dinero por los pisos...”, recordaba Alberto, otro antiguo inquilino, en conversación con Somos Madrid.
Pero los “villanos”, como se refería Alberto a Urbania International, también se encuentran obstáculos. Parece que esto del coliving no les ha funcionado del todo bien. “Quizás que los apartamentos eran muy instagrameables pero muy caros para la zona que era, cerca de Palos de la Frontera. Unos 170 euros la noche. Casi nada”, comenta Héctor.
Pero Urbania no se rinde, claro, los “villanos” siempre lo ponen difícil. Así lo expone este usuario en su hilo: “Ahora esos mismos cubículos de 32 metros cuadrados se alquilan para el mercado residencial.. ¡a 2.700€ al mes! Es decir, en cosa de pocos años, ese piso de 1.000€ que cobijaba a familias ha encogido a la mitad de tamaño... y ha triplicado su precio”.
Héctor tiene su propia teoría (no exenta de sorna) sobre el porvenir de este cambio de estrategia: “Otra cosa es que alguien quiera pagar 2.700 euros por vivir en 32 metros cuadrados. Pero oye, ahí cada uno que haga con su dinero lo que quiera”. Su sentencia es mucho más cristalina y ausente de dobles sentidos: “Lo que sí ha perdido el barrio en este tiempo es a 25 familias que hacían comunidad y daban vida a los comercios de la zona. Eso no tiene precio”.
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