Comer en bares y restaurantes de Malasaña, además de otros apuntes gastronómicos.
Por Lu
Hay sitios por los que uno pasa una y mil veces y se dice «tengo que ir un día» y pasa el tiempo —que va rápido, bastante rápido a veces, otras no— y 20 años después, finalmente, acabas yendo. Y acabamos yendo. Y está bien saber que en el barrio hay una sucursal de una mamma napoletana con su parmigiana o sus gnocchi alla sorrentina. Comida reconfortante para M. y también para mí, que de vivir ya casi 30 años con un napolitano una parte de mi ser también es partenopea.
Bueno, un poco de música napolitana, de emigrante napolitano, con esa melancolía tan suya, ya que todos ellos, de una manera u otra, echan de menos su tierra, pues es una tierra muy especial, bastante poco globalizada, con un acervo culinario, musical y, en resumen, cultural realmente spettacolare. Tal vez otros emigrantes no tengan ese apego, no sé, cada uno es un mundo.
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