Bueno, bueno, bueno. Queridos (por quien sea, no por mí, claro) Pompollos, llevo ya casi 3 años haciendo crónicas de Malasaña y ya empiezo a aburrirme y, supongo, a aburriros. El material gastronómico del barrio se repite hasta la saciedad: fusión, decoración moderna-neoyorkina-vintage-Mr. Wonderful, nivel medianillo y redundancia en todos los sentidos. Así que me tomo un descanso de 3 meses y, luego, tal vez publique aquí un artículo de algún sitio que me apetezca comentar del barrio y/o monte un blog independiente sobre gastronomía y otras cositas con un radio de acción más amplio y/o autocombustione (siempre me ha fascinado lo de la autocombustión). Espero en estos años haberos entretenido un rato. Y ¡gracias a Somos Malasaña por contar conmigo y darme total libertad para mi expresión! ¡Gracias a M. por soportar mis fotos (trato de hacerlas a toda prisa pero aun así puede resultar tedioso para el que va contigo) y acompañarme! ¡Y gracias a los que os haya gustado lo que escribo! Bueno, y ya puestos a dar las gracias y visto que es gratis, ¡gracias también a los que no os ha gustado lo que escribo y los que habéis dejado comentarios dándome paternales consejos (que probablemente no seguiré, pues no os conozco y no me vale de ejemplo nadie que no conozca)! Uys, qué agradecida me encuentro. Y Malasaña, barrio querido, espero que mejores, pero solo te veo empeorar a nivel gastronómico, de limpieza, de humanos que pasean por tus calles o de negocios (tanto lícitos como ilícitos). Pero bueno, los barrios son así, tienen su propia evolución y los céntricos sufren un desarrollo más rápido que los demás, tan pronto estás arriba como estás abajo, la famosa ruedecita de la vida.
Después de este rollo-introducción, vamos a lo de siempre, ¡a hablar de un establecimiento! He elegido un sitio para disfrutar de un brunch porque, generalmente, esta opción, la famosa desamida o comiyuno (desayuno+comida), suele tener una oferta sencilla pero de calidad correcta. No me apetecía en este último artículo tener que empezar a ponerme en plan Fräulein Rottenmeier, necesito relax y buenos alimentos.
Para acompañar este viaje os dejo la versión de As time goes by As time goes byde Bing Crosby, porque es el estilo de música que se escuchaba en el local, porque también oía esta música en mi infancia/adolescencia y porque la letra habla de las cosas simples y bonitas de la vida, ¡esas a las que tenemos que agarrarnos! Caray, parezco un libro de autoayuda con patas o una frase de Paulo Coelho con orejas, ¡qué triste!
https://www.youtube.com/watch?v=D6TxoDoOmO4
Hemos ido, como podéis ver, al Arquibar. Un estudio de arquitectura reconvertido en bar (hey, ¡qué rápido habéis pillado lo del nombre, qué listos sois! Juis). Es un local pequeñín y francamente curioso. Todo pintado de blanco, con aires antiguos, ventanas externas de madera estilo inglés (cuadraditos) y dos alturas. La sala de entrada presenta tres mesas y en el altillo más mesas. Los muebles son cada uno de su padre y de su madre, pero el conjunto resulta armónico por el blanco cohesionador. Toques de café antiguo, véase perchero, y seguimos con el punto británico, véase coqueta maleta de pícnic (siempre he querido tener una, ¡con cubiertos de plata y copas de lujo!; si alguna vez tengo una casa entre la hierba bien sabe Dios que me agenciaré una), teteras de cerámica clásicas… Todo tiene un aire campestre, no sé por qué me recordaba a un invernadero, también de la Pérfida Albión (sin acritud), con sus telas de araña, sus cristales rotos. Resulta todo peculiar y diferente. No es el típico sitio guanchis con todo perfecto emulando gastado, es más bien algo destartalado a la par que señorial; para mi gusto tiene el encanto de ser real, todo aquí es real, no es un escenario.
El brunch que ofrecen cuesta 20 €, y 3 € más si quieres cóctel. Nosotros nos dimos al cóctel. Si vas, hay dos turnos para desamidar de 12.00 a 14.00 y de 14.00 en adelante. Nosotros elegimos el 2º turno, aunque yo soy de comer temprano, es más, si pudiera comería a las 12.00 y cenaría a las 19.00, pero mi vida laboral y personal no me lo permite. Nos dijeron que mejor llegáramos a las 14.15 porque es difícil echar a la gente, ¡qué pesada la gente!
La vajilla es bonita, sencilla y clásica, eché de menos una cubertería a tono. Y también eché en falta servilletas de tela, aunque entiendo que esto complica bastante la gestión de un local. Me acabo de acordar del Tío Matt El Viajero de Los Fraggels (el auténtico precursor de Gurb). Pues me hubiera gustado darle besitos a una servilleta de tela. Juas, mi querida B. de pequeña siempre decía que yo era como el tío Matt, pienso que lo decía por el bigote, juas. Cuánto me río con mis propias pijadas, juas, juas, juas. Y qué raro me río, ahora que lo pienso… Bueno, sigo.
Empezamos con el despliegue culinario. Nos traen zumo multifrutas (naranja, kiwi, plátano y manzana), cremoso, sabroso, ácido y dulce; perfecto para supervitaminarse y remineralizarse (vaya hoy estoy infantilizada totalmente). Y, luego, nos presentan toda la parte dulce, absolutamente casera. Magdalenas: una con orejones y pequeño glaseado y otra con pasas sultanas (creo) y toquecito frosting. Ambas de textura suave, delicada y con el toque frutal aportándole un extra agradable. Luego atacamos las cookies, curiosas, diferentes a las típicas americanas (y las que hago yo), son más tipo obleas P. Tinto, finitas, crujientes y con pequeños tropezones chocolateros. Una versión original. Toca el turno del bizcocho con ralladura de limón, ligerísimo, con glaseado superior y la ralladura palpable dando acidez y suave amargo. Ahora vamos a por el bizcocho de zanahoria, uhmmm, especias, deliciosa canela, ¿jengibre?, ¿glaseado con naranja?, ¡fantástico! Y, por último, bizcocho de chocolate. Chocolate negro y textura esponjosa, al igual que todos los demás. Todos ellos leves, agradables. Y, ya veis, ahí están los Humberts, parece que no se han ido a Benidorm. “Hola”, dice Humbert I. “Holita”, le respondo cayéndome un trozo de bizcocho por la comisura del labio, “¿Cómo es que no os habéis ido ya, no llegó a buen puerto la negociación para la compra?”, le pregunto. “Sí, sí, ya tenemos nuestro pisito, estamos emocionados, mañana nos vamos para allá. Pero hoy estamos aquí porque queríamos participar en la Fiesta de la Democracia”, dice todo ufano. “Humbert I, por expresiones con menos connotaciones que esa he mordido yo a gente”, le digo algo molesta. “¿Qué pasa? Es el momento en el que podemos elegir a nuestros representantes. Antes no se podía, ¡es un gran avance! Es algo que se debe celebrar”, comenta encantado. “Mira, de verdad, ¿te parece que votar a gente que vive de nuestros impuestos, gasta nuestro dinero haciendo ricos a los que les rodean, no cumplen con su labor (como hemos visto en su incapacidad para llegar a un pacto y en tantas otras cosas) y encima nos venden la engañufla de lo buenísimo que es ”participar“ en todo este espectáculo grotesco es algo que se debe celebrar?”, le digo con cara de asco. “No entiendes nada. Tú no sabes lo terrible que es no poder votar, nosotros lo hemos vivido, porque somos atemporales, y es espeluznante (como diría Piqueras)”, dice Humbert I indignado. Humbert II asiente. “O te muerdo o te echo un rollo imposible, mejor lo dejo. Yo no voy a participar en algo así, que tiene más bien poco de democracia”, respondo cansada y añado “Espero que os vaya bien en Benidorm”. “¡Gracias y que te vaya bonito”, dicen a coro Humbert I y su esclavito narcoléptico. “Igualmente”, les digo ya ensoporizada por el exceso de alimento.
Como acompañamiento líquido tras el zumo, M. elige ristretto. Cápsulas de café Illy, una de las mejores marcas italianas. Café intenso, amargo, para mi gusto excesivamente amargo, perfecto para el gusto napolitano. M. encantado.
Yo llevo una temporada de agasajo chocolatero impossibol, tengo todo tipo de chocolates y bombones belgas en casa para superar con alegría mis horas de trabajo traductoril, eso y música. Así que decido tomar un té, té de vainilla. Aroma profundo a vainilla, sabor no tan intenso, más a té negro. Agradable.
Es el turno del bodegón de frutas. Yo, como ya sabéis si me leéis y si no lo hacéis ahora os vais a enterar (mirada asesina), no soy muy dada a la fruta. Solo me gusta consumirla en salado, sola o en dulce no tanto. Aquí nos presentaron: plátano, medio kiwi, melón, sandía, unas pocas cerezas, una manzana y una nectarina. M. se comió el plátano, fruta que aborrezco. Yo probé el kiwi, el melón, la sandía y las cerezas. Todo OK, nada que destacar. Nos llevamos para casa la manzana y la nectarina y la foto que hice al conjunto de la cual estoy particularmente orgullosita (me ha salido un abanico de plumas en la parte posterior que no sé qué me quiere decir).
Y ahora vamos a por la parte salada. Me gusta este concepto de primero dulce, frutas y luego salado. Me parece un buen sistema para el aparato digestivo, aunque el mío la fruta no la digiera de ninguna forma.
Rodajas de panes horneados, de centeno, con nueces y de trigo normal. Todos ellos bien, sin más connotaciones.
Nos ponen para regar dichos panes aceite de oliva virgen extra “La Casona”. Aceite ecológico, de Jaén, de producción limitada. Profundamente cremoso, afrutado, suave, ¡recomendabilísimo para un aporte sedoso y delicado de gusto a frutos secos!
Llegamos a la sección embutidos y queso. La persona que gestiona este establecimiento, Gonzalo, que también atiende en el mismo muy amablemente, es de León. Así que embutidos de la zona, ¡¿qué mejor?! Cecina, con hilito de aceite, sabe, también ella, a frutos secos, a ahumado, es umami del bueno. A la cecina no le dais el valor que tiene, una cecina de calidad ¡es gloria bendita!, que lo sepáis. El salchichón de cerdo ibérico de Guijuelo se deshace en la boca, la grasa le da una textura fantástica, suave, y tiene un agradable sabor a carne madura. Lomo ahumado para mi gusto cortado excesivamente fino por lo que se queda seco rápidamente. Delicado aporte de pimentón. Chorizo, leve, pimentón dulce, tacto suave. Y, luego, queso Vicente Pastor. D.O. de Zamora, varios premios, un queso de oveja curado de color amarillo claro y estructura tierna. Delicioso, lleno de matices de fermentación, acidez al mismo tiempo que frescor. Y tomate rallado para untar el pan.
Acompañando todo esto, nos tomamos dos mojitos. Daban a elegir Bloody Mary o mojito. Poca dosis de alcohol, de cítrico, bastante hielo y muchísima hierbabuena. A mí me encantó y me ha dejado sabor a hierbabuena en la boca toda la tarde. ¡Fresquísimo!
Para finalizar, dos tortillas, una para cada uno. Yo ya estoy que muero. M. aguanta porque se ha hecho sus buenos km. Una tortilla de mascarpone con tomates cherry y oréganocherry. Ligera, cremosa gracias al queso, los tomates dan un punto ácido y el orégano aroma a monte mediterráneo. ¡Rica!
Y luego tortilla rellena de queso azul, con pera y miel. Esta también doblada de forma parecida a la gallette bretona, dulce por la miel y picante por el queso, cremosa. La pera contrasta muy bien con los otros ingredientes. El queso sabroso y la miel, no muy intensa, más bien líquida, dando solo un toque acaramelado. Muy bien. Acompañada, igual que la otra, con ensaladita de canónigos.
Este establecimiento se sale de la estética típica del barrio. Aunque podría confundirse con la misma, tiene más personalidad y más “verdad”. Su oferta gastronómica también es muy real, tiene una cocina casera, sencilla, bien elaborada y abundante. Ingredientes de buena calidad y servicio amable.
That’s all folks!!!!!
- Arquibar La Fina de Conde Duque, Travesía de Conde Duque 5 - tel. 91 559 81 48. Horario: de martes a jueves de 17.30 a 23.30, viernes de 17.30 a 1.30, sábado de 10.30 a 01.00 y domingo de 10.30 a 23.30. Lunes cerrado. Facebook: www.facebook.com/ElArquibarLaTraviesaDeCondeDuque