Comer en bares y restaurantes de Malasaña, además de otros apuntes gastronómicos.
Por Lu
En plena calle Corredera Alta de San Pablo se encuentra una tienda que permanece ahí puesta desde 1960, primero el propietario era el padre, José Ramón, y ahora el hijo, Ramón, posiblemente después será el Espíritu Santo, pasan cosas raras en estas fechas.
En esta temporadita tan entrañable, es bueno escuchar un poco de música de amor, contaminación, capitalismo y ganas de afilar el hacha para salir a la calle, a la abarrotadísima Corredera Alta de San Pablo.
Es curioso que, en una calle donde parece que todo son modas pasajeras, permanezcan sitios como Ultramarinos, Tienda de alimentación o Degustación R. García, dos mercerías de toda la vida, y establecimientos como mi querido Greek & Shop que se ha ido convirtiendo, con el tiempo, en parte del barrio, entre tantos otros locales que abren y cierran y vuelven a cerrar, como los peces en el río. A pesar de que siempre estamos dando la tabarra con que Malasaña es todo moderneces y cosas similares, aquí hay gente de toda la vida y negocios para ellos, evidentemente si vienes de visita solo verás lo llamativo, no lo que puede haber en cualquier otro barrio o ciudad. Nuestra mirada es selectiva, sin duda alguna, y vamos encontrando lo que vamos buscando, es como cuando la gente va a Venecia y dice que huele mal, porque todo el mundo les ha dicho eso, o que Roma está sucio, o que Nueva York es modernísimo. He ido varias veces a Venecia y nunca me ha pasado que oliera mal, Roma está sucio como Madrid, ni más ni menos, y Nueva York es más antigua en su gestión y sus formas que un tren de vapor, pero nuestra mirada ve lo que quiere ver y Malasaña es todo modernidad y en ella se está acabando con todo lo propio y, bueno, lo que tú digas.
He aquí una tienda de ultramarinos o, más bien, una tienda de alimentación de siempre en plena Malasaña. Porque en Malasaña, la gente del barrio no comemos todo el día donuts veganos ni baos, que conste en acta. Es más, Malasaña es Madrid y, como dijo no sé quién, sigue siendo un «poblachón manchego». Y, por más que se nos llene la boca de hablar de dieta mediterránea y creamos que comiendo un filete o un pescado con ensalada al día, todos los días, la estamos practicando, pues no, no es así. Y España es un país predominantemente carnívoro, manque nos pese. Es lo que hay, mucho blablablá y mucho «tenemos la alimentación más maravillosa del mundo», pero el día a día de las casas es bastante monotemático, con mucha carne, mucho embutido, algo de legumbre, algo de pescado y poca verdura. Bueno, y tampoco es que cocinemos mucho que se diga, ni antes, ni ahora. Y no es un problema de los jóvenes. De las amigas de mi madre, que tiene ahora 83 años, no cocinaba ni una, y lo de la cocina de la abuela, también, menudo topicazo, mis abuelas cocinaban fatal, un auténtico horror, de una de ellas se salvaban dos o tres platos, creo. Y luego los hombres cocinaban su paellita y su barbacoa, ahora algún plato pijo para epatar, y poco más, pero ¡qué algarabía, qué maravilla, qué espectáculo, qué buen hacer, esa garra, esa fuerza, ese saber estar! Todo ello, obviamente, salvo honrosas excepciones. Y, bueno, pues esta tienda es un fiel reflejo de lo que nos va, embutidos, quesos, sopas de bote y conservas, y ese es nuestro día a día. Nita, una vecina del barrio, que compra allí a menudo, es un ejemplo de lo que quiere la gente de siempre. La cercanía de un tendero que les conozca y todo tipo de alimentos que no conlleven una gran elaboración. Nita es una mujer que ha viajado, ha vivido muchas experiencias, su pareja, Vicente Ibáñez, era el «fotógrafo de las estrellas», aquel que conocía y fotografiaba a todas las gentes de Hollywood. Nita, como fiel reflejo del barrio, es una madrileña de pro y, al mismo tiempo, una persona que ha vivido de todo y ha viajado por todas partes, porque se puede ser castizo y viajero, no es una contradicción, al menos no en Malasaña. Nita constituye en sí misma la esencia del barrio, mucho de aquí y también de allá, también en gastronomía, pero en el fondo la parte castiza es la que más tira y, así, el referente en el barrio es Ultramarinos R. García. Un tendero y una chica que te atienden siempre amables, que te conocen y te miman, una tienda de antes, que también, por lo que he visto, colabora en cositas de barrio, dando bocadillos de jamón a los hambrientos en iniciativas como Pinta Malasaña, ¡lo cual es loable! Y hacen cosas conjuntas con otros negocios del barrio como Spicy Yuli, que es también bien de barrio y, al mismo tiempo, bien internacional, porque sí, el barrio es así.
Y aunque el letrero antiguo habla de «ultramarinos y fiambres» y el toldo habla de «Alimentación R. García», realmente, es más bien alimentación, especialmente fiambres. Ultramarinos no sé yo si hay, no sé si tienen cafés, especias o similares; en cualquier caso, lo que prevalece son alimentos de cercanía, no de más allá de los océanos. Y, entre estas cosas, tienen cremas y cosas enlatadas, para no molestarse mucho cocinando.
Los martes y viernes, creo, traen pan de Ávila, 1,50 €, sencillo, agradable, estilo chapatero, perfecto para un pepito o para meterle jamón y darse un gusto.
Y, luego, tienen embutidos de Salamanca, y de Castilla y León en general, como la morcilla de Aranda (2,95 €), que compramos y probamos, ¡y estaba estupenda! Y bonito en lata, y bonito del norte en trozos, al vacío, y muchas conservas interesantes, y también quesos de todo tipo, vino… Te ponen todo lo que quieras al vacío —bueno, no sé, es un decir— para guardar tus cositas con todo su sabor y bien protegidas de la degradación, porque la degradación es tremenda.
Y jamón, jamones más baratos, más caros, y, también, bocata de jamón para tomarte mientras paseas por el barrio (creo que son 4,95 € con cerveza o refresco). Y, sí, tienen una flamenca jamonera, que llena Instagrams de las gentes que funcionan por esa red social y es ya parte del barrio.
Y compango (5,95 €) para hacer fabada y fabes para acompañar el compango de la fabada, y les fabes (7,95 €) no sé de dónde son, pero bueno, son de «El paleto del Bavco», las envasan en Getafe. Y no sé qué significa Bavco y me quedo muy preocupada sin saber la proveniencia de les fabes, porque me gusta saber de dónde venimos y a dónde vamos, es importante no andar como pollo sin cabeza, qué triste expresión, tan triste como preocuparse por el origen de unes fabes, más o menos y, sin embargo, yo me he quedado con la duda, preocupada y meditabunda. ¿De dónde venís fabes del Bavco? ¿Sois de fiar?
En cualquier caso, la fabada, para los que loáis tanto los potajes, la fabada es simplemente meter les fabes y el compango en una olla con agua (dos dedos por encima de la parte sólida) el día antes. Luego, poner la olla, exprés para no gastar tanto gas —hala qué barbaridad—, fuerte unos 15 minutos y suave unos 45, y ya. No necesita ni sal, ni cebolla, ni azafrán, ni todas las porqueridas que les meten algunos y está excelente si los ingredientes lo son.
He hice la fabada y bien, agradable, no es la mejor, ni la peor. Les fabes bien, al chorizo y a la morcilla les faltaba ahumado y les faltaba el sabor que yo espero para una fabada, pero bien, esto son cosas mías, de asturiana de toda la vida y de tiquismiquis, y de esperar cosas que no tengo que esperar, aunque en realidad no espero nada particular. Lo siento, no hice foto porque en estas fechas tan señaladas ando algo despistada.
En resumen, si quieres una tienda de barrio de toda la vida, con una gran oferta de comestibles que no necesitan preparación, que es simplemente, lonchear, freír o abrir, ¡este lugar es perfecto! Te soluciona un picoteo, algo para comer de camino al trabajo, si tienes trabajo y si no es en remoto, y, además, puedes hablar de tu vida con la gente de la tienda, que son muy amables y te escucharán con paciencia y dedicación.
Degustación R. García se encuentra en calle Corredera Alta de San Pablo 7.
0