Mi cabeza en estos tiempos no está todo lo centrada que debería, por lo que La Milana Bonita, no sé por qué extraño motivo, la vinculé a una peli de Buñuel… posteriormente me di cuenta que provenía de la novela de Delibes Los Santos Inocentes y su adaptación al cine por parte de Mario Camus. En particular, me acordé de la magistral actuación de Paco Rabal en esa representación atroz de las diferencias de clases y como alguien puede romper el orden establecido, afortunadamente, por una Milana Bonita (que en realidad es un grajo). Aquí os dejo una escena tierna (de las pocas, visto que es una historia de una crudeza desgarradora) de la película.
Hacía tiempo que quería conocer este bar especializado en picoteo y raciones, porque veía que tenían propuestas culinarias interesantes: curso de sushi, de trufa, de setas en general, euskalsaturday (sábado de pinchos y rock radikal)… Además, su logo, esa especie de búho amilanado con una copichuela en la garra, me resulta encantador (me atraen particularmente los detalles estéticos curiosos).
Llegamos allí y, como había partido (Real Madrid-Borussia Dortmund), pues estaba vacío, lo cual fue bueno porque pudimos conversar con Paca, una mujer francamente encantadora y que sabe lo que se trae entre manos, es decir: un lugar donde ofrecer cocina de calidad a muy buen precio y con ambiente agradable. Ella es la propietaria del establecimiento, junto a su pareja, Santos.
El local es personalísimo: una pequeña exposición de cuadros de un lado, una foto de Paco Rabal con su Milana Bonita de otro, un cartel del euskalsaturday con Urdangarin de protagonista y una portada del MongHola con la foto de su consorte haciéndole compañía, un altarcito y un sombrero mexicanos y una barra con cocina incorporada para poder ver todo lo que están preparado (esto me gusta).
Un establecimiento que emana carácter, como su dueña, ¡finalmente encuentro algo auténtico en mi Malasaña querida (bueno, el Pontepez también era otro con personalidad propia)! Me estoy cansando de los bares-restaurantes que son meros negocios, en los que los propietarios no tienen ningún interés en mejorar o en aprender, sólo pretenden ganar: y esto es aplicable tanto a locales actuales (cocina fusión, tapeo, cafecitos, etc.) como tradicionales (bares de toda la vida). Todos se rigen por la misma estética normalizada: retro, industrial, nórdica, cutre, pasota, descuidada… Este no, ¡finalmente!
Para beber, M. elige un doble de cerveza (2,50 €) y yo un vino tinto del Bierzo (2,20 €), El Aprendiz, de uva Prieto Picudo, para mí desconocida totalis. No estaba yo en mi mejor momento catador (un gripazo y los antibióticos [ésta es otra de las emociones fuertes que me permito, tomar medicamentos con alcoholes varios; niños no sigáis mis consejos] me tenían algo descolocada), pero me resulta un vino fresco, sabroso, al mismo tiempo que persistente en boca. Para acompañar nos pone 4 tostastostas*. Con las consumiciones te regalan siempre una tapa, ¡qué buena costumbre (tan típica y tan perdida ya, especialmente en el barrio)!
2 tostas son de boquerones en vinagre sobre lecho de rúcula y con un toque de aliolitostasrúcula (creo recordar…) y las otras 2 son de tomate seco rehidratado, igualmente sobre lecho de rúcula, y con aceite al pestorúcula (casero). Ambas riquísimas: el boquerón en vinagre de la primera es excelente (no es el típico), es más fino, menos ácido, con más sabor a pescado y menos a vinagre. En la de tomate destaca el aceite al pesto, tanto por el sabor del pesto como por el aceite (de variedad picual, oliva virgen extra). Le pedimos a Paca que nos deje probar el aceite con el pan de barra tipo leña (una cesta, correcto) que nos acaba de traer. Uhmm, ¡qué aceite! Nos dice que es de Jaén, Aceites Vallejo, y acabamos pidiéndole que nos encargue dos garrafas de 5 litros para recogerlas en La Milana (qué gusto encontrar buenos productos). Como veis, la calidad en este lugar no está reñida con el precio, tostas gratis con aceite de lujo (aparte de los demás ingredientes que también son excelentes).
Paca, viendo que nos interesa tanto todo lo que probamos, nos ofrece una tapita extra de unos boquerones en escabeche que ha preparado el día anterior por primera vez. Los probamos y, de nuevo, exquisitos, el escabeche es fino, suave y muy aromático (nos explica que le ha puesto romero y tomillo de una excursión de montaña, ¡se nota!). Una ricura. Me encanta la gente que tiene curiosidad y prueba cosas nuevas en cocina, a esta mujer se le ve que le gusta su trabajo y que tiene la inteligencia de aprender.
Entre lo escrito en una pizarra en la pared (carpaccio de calabacín, secreto ibérico a la mostaza o al pimentón de la Vera, solomillo ibérico con pasas y vermú, torta de la Serena, entre otros) y lo que la propietaria nos dice (ensalada de perdiz en escabeche y otras cositas), elegimos, de primero, unos huevos trufados con jamón (10,00 €). Las trufas las consigue el hermano de Paca, en Teruel, de temporada y las congela y su hermano también hace aceite trufado… ¡la cosa promete! El plato consiste en unas patatas paja, perfectamente fritas, con jamón (yo, realmente, creo que este último ingrediente no es necesario) y unos huevos con aceite de trufa y trufa rallada que son ¡gloria bendita! Los huevos en su punto, la yema maravillosa y ese aroma a trufa que te queda en la nariz pidiéndote una nueva dosis: ¡deliciosos!
M. pide otro doble de cerveza, yo me cohíbo por mi estado antibiótico y mustio. Llega una parroquiana, que pide una caña y disfruta tanto con esta y su tosta de regalo que le dice a la propietaria que ella a estos pequeños gustos no puede renunciar. Comenta que un novio le decía que “sentía demasiado”, imagino en el sentido de disfrutar de cada cosa... El novio debía considerar eso pecado o algo, ¡caracho! Llega otra parroquiana, con su perrín, precioso, de nombre vasco, cariñoso, simpático y pancho (como su dueña); Paca le ofrece jamón al can que, al estar muy bien cuidado (gastronómica y físicamente), lo rechaza. Entre tanto y no, el ser peludo se pasa tres o cuatro veces para una dosis de mimitos por nuestra mesa, nosotros felices de dárselos. La dueña del perro se toma, también ella, caña y tosta (gratis). Le digo a M. que si no viviera con él sería clienta asidua del lugar, ¡sin duda! Es un ambiente francamente relajado y familiar, me gusta mucho.
Después es el turno de las croquetas de boletusboletus (8,00 €), son caseras, Paca nos comenta que actualmente las aborrece, por lo pesadillo que resulta prepararlas (coincido con ella y yo solo las hago para casa, prepararlas para un restaurante debe ser agotador). De bechamel suave y cremosa y empanadas y fritas perfectamente, saben a boletus, como debe ser, y tienen una textura fantástica, ¡deliciosas! Van acompañadas de una pequeña ensaladita de tomate, rica, ya que el tomate es bueno y el aliño también.
Entre tanto, llega un trío (chico-chica-chico) que también acaricia al perrín y disfruta del ambiente.
Finalmente pedimos bacalao a la portuguesa (12,00 €). Pregunto antes de pedir cómo es la elaboración y llego a la conclusión que es el famoso bacalhau à brás, que también hago yo a veces en casa y me gusta mucho. Nos presenta una tremenda bandeja que nos deja KO: las finas y crujientes patatas paja, mezcladas con el huevo, el bacalao y la cebolla crean una especie de revuelto sabrosísimo y con un aroma de fondo a bacalao, exquisito, las aceitunas (verdes, no negras, como señala la receta tradicional) le dan también su toquecito. Muy muy recomendable.
Pregunto si hay postre y Paca me dice que no, que es un fallo pero que realmente en general la gente no llega al postre (es normal entre tostas y raciones abundantes, es difícil), a cambio me ofrece, de regalo (¡mil gracias!), dos chupitos (bueno chupotes) de licor gallego, uno de café para M. y otro de chocolate y cereza para mí (los antibióticos van dando saltos de alegría por mis venas). El licor de café es fuerte y sabe profundamente a café, creo que puede ser muy digestivo; el de chocolate y cereza es más tipo crema, delicado, no excesivamente alcohólico, muy agradable.
Y allí están Humbert I y Humbert II… es curioso, parece que cuando beben en lugar de ver desenfocado ellos, se les ve a ellos desenfocados, vaya tipos más extraños. Humbert II, como podéis observar, estaba dormido perdido, no sé si por la narcolepsia o por la melopea, Humbert I sólo quería trepar por el vaso y darse un baño en mi chupito de chocolate y cereza, ¡qué tiparraco! Tuve que llamarlo al orden, tras lo cual dio un salto, se cogió a Humbert II y se fue diciendo “en realidad, tengo mucha prisa”, me sentí como Alicia en el País de las Maravillas.
Recomiendo totalmente este bar para un picoteo de calidad a muy buen precio y en un ambiente diferente y francamente grato. Todas las consumiciones van acompañadas de tosta gratis y tienen diversas iniciativas gastronómicas como el euskalsaturday, con una variada selección de pintxos vascos, una oferta de cena romántica con carpaccio para dos y botella de cava del Penedés por 15 € o diversos cursos muy interesantes. ¡No hay que perdérselo!tostaeuskalsaturdaypintxoscarpaccio
* Término aún no insertado en la R.A.E., ¿proviene del andaluz tostá o de dónde viene?
P.S. ¡Ya tenemos las garrafas (2 de 5 l) de maravilloso aceite de oliva virgen extra (15 €/5 l) en nuestras manos! Uhmmm.
- La Milana Bonita, Calle Marqués de Santa Ana, 7, Tel. 91 523 47 80. Horario: de 10.30 a 02.00 (fin de semana hasta las 2.30). Cierran el domingo por la tarde y todo el lunes. Facebook: https://www.facebook.com/lamilana.bonita.3?fref=ts