Restauradores y/o emprendedores, por favor, no monten más bares ni más restaurantes guanchis de estilo nórdico, industrial y siempre con la misma (fucking) propuesta gastronómica en Malasaña, resulta totalmente cansino. guanchisfucking
Dicho esto y con la intención de ver algo diferente, M. y yo nos fuimos al Manuela, un café de arraigo de Malasaña. En 1979, sus dueños consiguieron transformar totalmente este local, pasando de ser una antigua carpintería a un café literario como de principios de siglo, utilizando para ello artesanos del barrio (sí, de esos que ahora ya no hay): escayolistas, broncistas, etc. Lograron un resultado tan bueno que en este café se han rodado más de 60 películas de época y anuncios publicitarios. La verdad es que entras y parece que te trasladas al pasado. Además, tiene el toque de abandono necesario para parecer antiguo (no viejo). Es un local muy especial, con sus veladores de mármol, sus espejos manchados por el tiempo, sus asientos corridos de terciopelo rojo, sus lámparas de tulipa… dan ganas de sentarse y hablar, hablar sin más. Y eso han debido sentir muchos de los personajes conocidos que han pasado por este establecimiento, como Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Agustín García Calvo… En este café a la antigua usanza realizan tertulias, sesiones de poesía, exposiciones artísticas varias y, además, ¡tienen juegos de mesa y organizan torneos de lo más diversos! Scrabble, Trivial y un montón de juegos más, me acordé de mis partidas adolescentes al Trivial con B. y S.; luego ya empezamos a darnos a la bebida (bueno S. y yo especialmente), que también es otro modo de jugar. Viendo la presentación podéis imaginaros que el ambiente es de lo más heterogéneo: literatos, jóvenes universitarios y no y, como ofrecen cócteles hasta las dos de la mañana, también urbanitas con ganas de disfrutar de una buena bebida alcohólica pero no en el típico ambiente de moderneo. En resumen, un café serio, con personalidad, con carácter, como debe ser un café y no como todos esos sitios sin fundamento que van a acabar con nosotros, nuestras papilas gustativas y nuestros cerebros. “Dame soma, soma, dame mucha muuuucha soma soma”.
A parte del canto regional anterior, os dejo como acompañamiento musical esta canción de Frank Sinatra, cuya letra me gusta, comparto el mensaje.
Yo venía con ganas de batido de chocolate (4,00 €), no sé, siempre vinculo café literario (antiguo o estilo antiguo como este) con batido de chocolate, debe ser un deformación gijonesa (me he inflado a batidos en el Dindurra, un café de “los de toda la vida” de mi ciudad natal). Así que, pedido, un batido perfectamente servido en copaza alta, sabor a chocolate y cierto retrogusto a fresa, han debido de utilizar un utensilio común, el resultado es curioso.
M. se decanta por una caña de cerveza (3,00 €), bien. Nos ponen para picar patatitas, correctis, que vienen con los Humberts Boys. No saludan, parecen ya enfadados. Es como si vinieran preparados para que les lleve la contraria. Comentan que el instinto es importante y uno debe dejarse llevar por el mismo, lo consideran un motor primordial de la vida. Yo estoy en un déjà vu (esto lo hemos hablado recientemente con J. en una grata y rica cena), ¿será un tema de moda? Les digo: “yo no tengo instinto, ¿eso quiere decir que estoy muerta?”. Humbert I, ya hecho un gallito, dice: “eso es imposible, el instinto vertebra nuestras decisiones, nuestros impulsos, nuestras elecciones”. “Pues, entonces, será que yo no tomo decisiones, no tengo impulsos ni realizo elecciones”, le respondo. “No, la vida está hecha de elecciones”, dice Humbert I (ya rojo). “Yo soy de dejar que la vida elija por mí, soy fatalista, las cosas, si tienen que pasar, pasan, independientemente de mi instinto o mi razón. En cualquier caso, mi instinto no existe o lo he anulado, funciono por lógica y razón (bueno, mi razón, que puede ser la sinrazón).” Abren los ojos los dos alucinados y se tiran directos a mi copazo de batido. Cuando lo finalizo ya no están allí, no sé dónde habrán ido a parar.
Bueno, seguimos a lo nuestro, M. necesita salado y yo dulce. Así que M. escoge tosta de Camembert fundidotosta (3,50 €), pan bien tostado, rodaja de tamaño adecuado, con queso camembert fundido con orégano por encima. Cumple su función de acompaña-cervezas.
También pide una tosta de anchoa y tomatetosta (4,00 €), que pruebo, sabrosa.
Para finalizar, tarta de chocolate (4,00 €), que es una Sacher, algo más dulce que la tradicional, ya que la mermelada del relleno no es de albaricoque sino de melocotón, perfecta para los más golosos.
Al salir M. habla con el dueño, muy amable, el cual nos cuenta que antes fue encargado y nos regala dos marcapáginas que presentan, en una cara, un precioso poema del previamente mencionado Agustín García Calvo, “Libre te quiero” (Libre te quiero, como arroyo que brinca de peña en peña. Pero no mía. […]) y, en la otra, una reproducción de un bonito cuadro de José Luis RIC, pintor que expone en las paredes de este particular espacio.
En resumen, un lugar que solo por su decoración, la cual recrea la de un café de principios de siglo, por sus juegos, por la clientela variopinta y por la amabilidad del personal merece una visita. Un sitio donde debatir como en otras épocas, un establecimiento con carácter.
Manuela, Calle San Vicente Ferrer 29, Tel. 91 531 70 37. Horario general: de lunes a domingo de 16.00 a 02.00. Web: http://perso.wanadoo.es/lamanuelacafe/. Facebook: http://www.facebook.com/CafeManuela