‘Del susurro del tiempo’, un año de Lavapiés condensado en un día para ver y vivir la ciudad de otra manera

Existe otra manera de ver la ciudad. También la que se pretende global, ésa que compite por atraer clientes (visitantes) y accionistas (inversores), la que esprinta deslumbrada por las promesas del crecimiento y la abundancia, la que piensa que lo importante es competir y ganar, no compartir y convivir. Existe otra manera de ver Madrid y quizá nos pueda ayudar a lograr que haya otra forma de vivirla.

Del susurro del tiempo es una gran película pequeña. Pequeña porque está hecha con lo puesto: el impulso y el esfuerzo de su director, productor y editor, Marcos Zaván, y de todo el equipo al que embarcó en el proyecto. Grande porque muestra muchas de las cosas importantes que nos pasan sin ser en absoluto pretenciosa. Retrata el transcurso de un día en un barrio —Lavapiés— en un rodaje realizado a lo largo de un año. No hay más argumento que ése, no hay otros protagonistas que los vecinos haciendo lo que hacen en su día a día, no hay estructura narrativa que no sea la vida misma.

Desde que suena el despertador y alguien se levanta para hacerse un café durante el crepúsculo hasta que se alejan los últimos pasos en el vacío de la madrugada, se asiste a un espectáculo fascinante que lo es a pesar de ser también cercano y cotidiano. Tiene Del susurro del tiempo, como sugiere sutilmente su título, la capacidad de poner al espectador en una actitud contemplativa, de atención sin juicio, de disfrute de ver las cosas pasar. Y ése es su principal valor, el ofrecer la posibilidad de apreciar la ciudad de otra manera.

Además, siendo protagonista el barrio de Lavapiés, hay dentro del filme un montón de mensajes más o menos explícitos sobre turistificación, gentrificación, exclusión, racismo, justica social y otros grandes temas de la política urbana, pero no es ningún panfleto. Y también habla, quizá sin quererlo, de la velocidad de las transformaciones que estamos viviendo. La peli se rodó en 2018, ha pasado de todo desde entonces, buena parte de los vecinos que salen ya no lo son, el barrio es el mismo pero es muy distinto. La producción híper independiente es el mensaje.

Hay una conexión evidente con otra película reciente, Madrid, Ext., de Juan Cavestany, no sólo por poner el objetivo en esta ciudad que parece que ya no quiere ser un pueblo grande, sino por la forma de hacerlo, fijándose en la vida micro que resiste a pesar de las ambiciones macro. También con Perfect Days, de Wim Wenders, que consigue hacer de Tokio un estanque calmado. O con el librito que acaba de publicar Adriana Herreros, Andar por andar (Endebate, 2025), que narra las virtudes de ir a nuestro ritmo. Se percibe en estas obras y en muchas otras un afán por existir desde la pausa y el cariño por lo cercano que puede ser un camino para reconciliarnos y reconfigurar las comunidades que venimos llamando ciudades.

(Siento recomendar una película que no es fácil ver pero es lo que tiene la distribución artesana. Los próximos pases confirmados de Del susurro del tiempo serán el 7 de diciembre —Centro Cultural Buero Vallejo, Madrid—, 9 de enero —Centro de Humanidades Sierra Norte, La Cabrera—, 16, 18 y 20 de enero —Cineteca, Madrid—. En los cines Embajadores la van incluyendo en su programación pero si se les insiste un poco, seguro que aparece antes. En su cuenta de Instagram actualizan todas las novedades).