Leemos en prensa –en este mismo diario que se ocupa de los asuntos de nuestro vecindario– que el Ayuntamiento cede el estadio de Vallehermoso “sin contraprestación económica” y durante cuatro años a un equipo privado de fútbol americano sin federar que, más que deporte, ofrece espectáculo.
Lo comentamos en los grupos de WhatsApp de nuestro Ampa y no podemos más que suspirar hondo antes de entendernos en el enojo compartido. Gratis y hasta con la posibilidad de explotar las instalaciones vendiendo entradas y comida.
Las razones del enfado exceden las normales de cualquier vecino del distrito. Al irritante aroma de abuso de lo público del caso se unen otras de índole biográfico. De una experiencia colectiva aun en carne viva.
Nuestro centro, el Colegio Público San Cristóbal, está dentro del complejo de la mancomunidad construida durante el franquismo para los trabajadores del Parque Móvil del Estado, como mucha gente sabrá. Es heredero del que un día fue el de aquella pequeña ciudad en medio de Chamberí, utiliza su plaza para el recreo y, en tiempos, usaba para las horas de Educación Física el frontón de la mancomunidad donde posteriormente se construyó el nuevo centro deportivo municipal.
Sabedores de que nuestros peques se quedarían durante años sin un espacio especialmente importante para un colegio sin instalaciones deportivas, se nos prometió que se tendría en especial consideración a la comunidad del Sankris, como se le conoce popularmente, cuando el centro deportivo estuviera abierto.
Las obras tardaron años en comenzar (por el camino, el ayuntamiento de Ahora Madrid cambió a Popular). Cuando al fin se pusieron en marcha, empezamos a mirar con avidez cómo crecían la piscina y la pista polideportiva, que nuestro colegio podría disfrutar junto con el resto de coles y vecinos del barrio.
Pero con las obras terminadas, nos enteramos de que la Junta pretendía hacer la rocambolesca operación de transformar aquel magnífico pabellón de techos altos en un gimnasio igualito que el Go Fit que hay casi enfrente. Igualito hasta en la gestión privada del espacio público, por supuesto.
Nos pusimos entonces en pie de guerra junto con el resto de Ampas, vecinos y el tejido asociativo de Chamberí. Hicimos varias manifestaciones, acudimos a los plenos de distrito y hablamos con todos los grupos políticos. Nuestra Comisión de Espacios preparó una propuesta alternativa donde se demostraba sobre plano que, en el peor de los casos, se podría mantener una cancha de baloncesto reglamentaria incluso incorporando los nuevos usos ambicionados por el Concejal Presidente (sala de máquinas y salas de actividades). Conseguimos que el proyecto incluyera, finalmente, una pequeña pista de minibasket –sin las medidas reglamentarias– pero no pudimos evitar que el polideportivo se convirtiera en un gigantesco gimnasio.
Ahora vemos con pesadumbre (ya no podemos decir que con estupor) que el Ayuntamiento reconvierte, aunque sea temporalmente, otra instalación pública para el uso, disfrute y lucro de una empresa privada.
El colegio pudo solicitar el uso de alguna hora de la menguada pista deportiva para la asignatura de Educación Física pero la transformación radical del espacio ha convertido la experiencia en poco satisfactoria, por decirlo elegantemente. Los niños y niñas, arrinconados al fondo, tienen que atravesar el enorme campo minado de máquinas, su ruido e ir al baño en el de los vestuarios donde se cambian los adultos, pues no se han habilitado vestuarios infantiles (ya se sabe que, habitualmente, los niños pequeños no levantan pesas). Hasta el momento, no se ha podido usar la piscina porque la Junta de Chamberí no ha considerado aportar monitores para ayudar al profesor de Educación Física, que no puede hacerse cargo solo de ello.
El Ampa también ha podido solicitar una hora semanal para las extraescolares que organiza, pero, al contrario que la empresa Marlos Sports en Vallehermoso (detrás de Madrid Bravos) tiene que pagar por utilizar el espacio. A las Ampas se las hace un descuento del cincuenta por ciento de la tarifa y cada niño tiene que pagar también la tarjeta de socio.
Los primeros en quejarse de la cesión del Vallehermoso han sido los atletas, que después de perder durante una década el estadio antes de su reconstrucción, ven como el equipo de fútbol americano ocupará sus pistas durante 48 días al año.
Esta circunstancia, con la que nos solidarizamos, también nos es familiar. Si uno echa un vistazo a los calendarios de las ligas municipales de baloncesto del distrito de Moncloa-Aravaca encontrará en los listados varios equipos de colegios del distrito de Chamberí, incluyendo el nuestro. La razón de que los derbis chamberileros se jueguen en el exilio no es otra que la falta de instalaciones adecuadas para llevar a cabo la liga en nuestro distrito, lo cual se podría haber solventado con la magnífica cancha polideportiva construida y luego destruida en Cea Bermúdez.
Encontramos en ambos casos una misma música de fondo, de abandono del deporte de base y el servicio público de cercanía. También lo sufrirán los colegios públicos que ahora mismo hacen uso de las instalaciones del Vallehermoso, puesto que “el estadio estará ocupado por la franquicia y su operativa entre 2 y 3 días antes para la instalación de los equipos necesarios y entre 1 o 2 días después del evento para la recogida”, según leemos.
Algunos miembros de nuestra Ampa estuvimos en el Paseo de Jane celebrado el pasado domingo. Terminó con una cadena humana vecinal en el estadio de Vallehermoso. El gesto, protector, era también una advertencia. En Chamberí sabemos defender los nuestro, como hizo exitosamente la plataforma Parque sí en el caso del campo de golf construido en el parque de Canal y como hicimos, bien abrigados por el resto de vecinos, desde el Ampa del Sankris con el polideportivo del Parque Móvil. Lo hemos vivido en nuestras carnes y sabemos el camino de vuelta.