Escondida bajo tierra, en la confluencia de las calles Luchana con Santa Engracia, se esconde una de las joyas de la arquitectura civil madrileña: se trata de la antigua estación de Chamberí, que fue diseñada por Antonio Palacios y construida para la primera línea del Metro de Madrid, del año 1919.
La estación se puede visitar desde el año 2008, cuando un proyecto renovó sus accesos y recuperó todas sus instalaciones, que habían sido clausuradas en 1966. Bajar por los peldaños de su escalera circular es entrar en una especie de máquina del tiempo en la que no hay que perderse algunos detalles que pueden pasar desapercibidos. Estos son los más destacados:
El vídeo de la historia del Metro de Madrid
Las antiguas escaleras de entrada a la estación, que fueron cegadas con su clausura, sirven ahora como graderío para disfrutar de un vídeo en el que se repasa toda la historia del suburbano de la capital. La proyección, de unos 15 minutos de duración, supone un entretenimiento perfecto mientras se espera el inicio de la visita guiada, que comienzan a en punto y son anunciadas siempre por el personal del museo.
Al salir y entrar, merece la pena detenerse un momento en las puertas de la sala, de madera, recuperadas como uno de los antiguos elementos de la estación.
Los azulejos blancos de taquillas y pasillos
Antonio Palacios pensó en un diseño muy funcional para la estación de Chamberí. Las zonas de paso debían tener paredes limpias, sin apenas adornos para no distraer a los usuarios y que llegaran rápido al andén. Para ello creó un mosaico de azulejos blancos biselados, dispuestos en oblicuo y en paralelo, que arrojaran claridad a la zona de taquillas y los pasillos.
En conjunto, la estación presenta un diseño elegante de líneas blancas que se completaba con la apertura de un lucernario en el vestíbulo, que permitía la entrada de la luz directa de la calle.
Las taquillas (y las taquilleras)
Al entrar en el hall principal llama la atención el aspecto de las taquillas, que no están colocadas en la disposición original (se cambió para facilitar la venta de billetes) pero que permiten hacerse una idea de lo que era viajar en Metro hace casi cien años.
Mención aparte merecen las taquilleras del suburbano. En una época en la que la mujer solía estar relegada a las labores del hogar, Metro de Madrid fue una de las primeras compañías en tenerlas en plantilla. Fueron pioneras laborales junto a colectivos como las operadoras de Telefónica en Gran Vía y cuentan las crónicas que los viajeros las venían como algo exótico en las primeras semanas de apertura.
El cartel de la primera línea de Metro
La 1, de color azul celeste, es hoy una más dentro de la docena de líneas que tiene el suburbano madrileño. Pero en 1919, cuando se inauguró, era la única existente y contaba con solo ocho estaciones: Cuatro Caminos, Ríos Rosas, Martínez Campos (glorieta de Iglesia), Chamberí, Glorieta de Bilbao, Hospicio (Tribunal), Red de San Luis (Gran Vía) y Puerta del Sol.
En general, la cartelería del metropolitano que conserva la estación llama poderosamente la atención. Se conservan los carteles de Salida y Prohibido el paso, así como los de la dirección de cada línea.
La decoración de los andenes
Llegamos a la parte más interesante de la visita: la de contemplar la belleza de los andenes de la estación de Chamberí. La zona de espera a los vagones de Metro, además de mantener la funcionalidad del resto de las instalaciones, se recrea con adornos de grandes recuadros de azulejos sevillanos que limitan el contorno de los carteles anunciadores, también de cerámica, en encintado ocre y azul.
Los anuncios de época
Los azulejos sevillanos sirven para enmarcar la joya de la estación: los anuncios de azulejos de los años veinte, originales, que muestran cómo era la publicidad de hace un centenar de años. Llaman la atención por su formato los de la empresa Gal, una compañía de perfumes situada en Chamberí, responsable de fragancias como Varón Dandy o jabones como Heno de Pravia.
Un paseo por el andén le descubrirá al visitante los anuncios de Cementos Portland, de Lámparas Phillips, de Longines, de purgante Carabañas o de Cafés La Estrella. Todos construidos azulejo a azulejo. Además, varias proyecciones sobre el andén opuesto (solo se puede caminar sobre uno) recrean otros comerciales de la época.
Y un detalle más que el visitante atento descubrirá en el andén, junto a los anuncios: toda la estación está en curva. Esta es la causa del cierre al público de la estación de Chamberí. El cierre definitivo tuvo lugar el 22 de mayo de 1966, debido a que los nuevos trenes, más largos, no se podían adaptar al trazado de la estación y el proyecto de ampliación que se ideó no se pudo llevar a término.
El sistema de salida
Al subir de los andenes, camino del final de la visita, está otro de los elementos más ingeniosos de la estación. Se trata del sistema que accionaba los mecanismos de salida. El picaporte de seguridad se liberaba con el peso del viajero, al pisar una plancha metálica móvil que accionaba el mecanismo. Este sistema mecánico todavía funciona a la perfección.
Con el tiempo, Metro de Madrid sustituyó el mecanismo de salida por medio de imanes y lectores ópticos que detectan la llegada del viajero a los tornos. Un sistema más moderno pero similar en efectividad al de la antigua estación de Chamberí.
Las leyendas urbanas de la estación fantasma
En el más de medio siglo que lleva cerrada la parada de Metro de Chamberí, el lugar ha llegado a acumular una fama poco fundada como lugar de sucesos paranormales. El equívoco puede venir del apodo de estación fantasma que recibió durante décadas, debido a que sus andenes oscuros eran visibles por los pasajeros de la línea 1 que se pegaban a los cristales al pasar por el lugar.
En la red se cuentan historias truculentas de asesinatos, de niñas arrojadas a los andenes en el lugar por curas y monjas... ninguna de ellas está contrastada ni tiene reflejo documental en la prensa de la época. No obstante, si buscas relatos y sucesos inexplicables sobre esta estación, hay un libro que recopila quince de ellos. Se trata de Chamberí y sus fantasmas, de Luis María González.
Aunque si lo que se quiere es estar en una estación de Metro rodada de huesos humanos, lo mejor es coger la propia línea 1 y bajarse en Tirso de Molina. Allí, emparedados tras los azulejos del andén, descansan los restos de los monjes que fueron enterrados en el cementerio del antiguo convento de La Merced, que aparecieron en las obras de construcción de la infraestructura, en los años veinte.
Datos útiles para la visita
HORARIOS:
- Jueves de 10:00 a 13:00 horas.
- Viernes de 11:00 a 19:00 horas.
- Sábados y domingos de 11:00 a 15:00 horas.
Festivos, solo los que coinciden con los días de apertura y en horario del día semanal correspondiente.
El último acceso permitido será media hora antes del cierre al público.
CUÁNTO:
La visita es gratuita: Acceso libre hasta completar el aforo.
VISITAS GUIADAS:
Las visitas guiadas solo se realizan a las horas en punto. Las últimas visitas guiadas se realizan a la hora en punto anterior a la de cierre.