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Carta de un chamberilero por los ataques del 11M de 2004: “Los políticos utilizarán toda su panoplia de explicaciones y se te revolverán las tripas una vez más”

Ángel Alda

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Correo electrónico para la familia que escribí el mismo 11 de marzo de 2004, el día de los atentados de Madrid, posiblemente por la tarde

La familia de Madrid bien. Todos estamos muy impresionados. Desde llorar hasta tener un constante nudo de tensión en el estómago abarcamos todo tipo de reacciones. Yo he salido a la calle muy temprano, conociendo solo el hecho de las explosiones pero sin saber el alcance de las mismas. Ya sabéis que en Madrid, ahora menos, era ciertamente común que se produjesen atentados con alguna víctima, pocas en cualquier caso. No noté grandes cambios con respecto a otros días, si acaso una actividad más alta de lo normal de coches con sirena y una aglomeración de tráfico en el entorno del Hospital Clínico. Muchos grupos de estudiantes universitarios marchan por la calle tranquilamente a horas raras para tales paseos, pero nada extraño sabiendo que hoy había huelga de profesores. La cuestión es que una vez terminada la reunión de trabajo he caminado un rato por la zona de los colegios mayores sin percibir nada particular. Al subir a un taxi escucho en la emisora que habían dado una cifra de 176 muertos. Me he quedado tan paralizado que cuando el taxi llegaba a Olavide no le he dicho al taxista que me quedaba a este lado de la plaza y ha entrado el auto en el túnel dejándome en la otra parte.

Los atentados se han producido a horas y tramos ferroviarios donde solo viajan trabajadores y estudiantes. En barrios y pueblos de trabajadores. Me imagino que entre los muertos y heridos habrá de todo tipo de nacionalidades. Ello me ha hecho acordarme del atentado de las torres gemelas. Fijaros que en proporción este atentado significa lo mismo que aquel. Aquí se piensa o te hacen pensar que son bombas de los racistas vascos de ETA. En cualquier caso y para tranquilidad de todos la vida ciudadana no se ha visto afectada. Las gentes trabajan, pasean y almuerzan en los bares y restaurantes como cualquier otro día. Me imagino que con el paso de las horas todo el mundo se dará cuenta de que entre los muertos figura alguien que ha conocido, un amigo de la familia, un compañero de la empresa en la que trabajaste, un vecino de un barrio donde viviste, etc. Ese será el momento de horror. Y que los políticos utilizarán toda su panoplia de explicaciones y de cantos de guerra y se te revolverán las tripas una vez más. Y que el domingo tienes que ir a votar...

Lo más impresionante que he podido vivir ha sido antes de salir de casa, a las ocho y media de la mañana, Isabel con las primeras y confusas noticias, en las que todavía ni siquiera se hablaba en la radio de muertos, se ha puesto a llorar desconsoladamente; me ha dicho que ha tenido una visión parecida a las escenas de los autobuses de Israel desencajados y quemados. Dice que esa imagen la ha escuchado en la radio y que no era una visión. Yo no creo que lo hayan dicho. Elena me decía que a José Mari le ha pasado algo parecido, parece ser que su hermano suele frecuentar esa línea del tren.

Están llamando amigos de fuera de Madrid casi, casi para darte el pésame. Mi sensación en estos momentos es de extrañamiento. No puedo ver imágenes en la tele ni oír la radio. Solo puedo escuchar música clásica. Ahora mismo tengo puesto un cd nuevo de motetes y antífonas de Tomás Luis de Vitoria, interpretadas por un grandísimo contratenor español que se llama Carlos Mesa.

Besos. Un abrazo

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