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Cierra el Maracaná, último bar histórico de la plaza de Olavide

Santiago con su chaquetilla blanca atiende a periodistas de Telemadrid que le entrevistan para un reportaje

Ángel Alda

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 Santiago no ha podido seguir con el negocio que heredó de sus tíos leoneses. Su bar, el Maracaná, decano de los bares del barrio, echa el cierre para convertirse en otro negocio insustancial. Por supuesto del ramo hostelero.

Comentan las malas lenguas que por primera vez se instalará una franquicia multitudinaria. Cañas y Tapas. Eso me han dicho. De momento la reforma ya se ha iniciado. Al estrecho bar actual se le sumará la superficie de trastienda, incluida la vivienda que ya existía, pero también el local contiguo que da a la vuelta de la calle Trafalgar que en su día fue la pescadería Cantábrico, última herencia comercial del viejo y derribado mercado de Olavide.

A Santiago le ha podido el cansancio de la edad y las circunstancias de su salud precaria. Yo me alegro de que haya podido sacar partido de un patrimonio y de un trabajo esforzado de toda una vida. El problema es que con su marcha desaparece el último tabernero del barrio. El que conocía por su nombre a dos o tres generaciones de vecinos. El que sabía la vida y milagros de cada uno de ellos pero también mantenía la discreción de sus secretos. Él es un hombre de derechas de toda la vida pero eso no era obstáculo para mantener amistades más allá de la política.

Por su bar, su trastienda y su terraza han pasado gentes de todas las ideologías a echar la partida, a jugar al ajedrez o apurar esa última copa del día. Allí han desayunado sus churritos y sus porras los jubilados, las viudas y los trabajadores de las infinitas obras y negocios del barrio. Y han pasado a tomar su vermut de grifo de Reus con la aceituna y el palillo miles de castizos y castizas chamberileros. Los vecinos hemos trasegado toneladas y arrobas del tradicional pincho de tortilla, empanadio de escabeche, morcilla de León o vino de Córdoba que le mandaban al fiel Vicente.

Desde su terraza hemos visto pasar las estaciones y observado el fluir de las generaciones. Como el chico o la chica de fulano o de zutano se transformaba en médico, ingeniera o deportista. Como de chascarrillo en chascarrillo nos hemos ido jubilando o pasando a mejor vida. Eso va a desaparecer.

El barrio ya no será el mismo. Ha querido la casualidad de que el cierre del Maracaná coincida con las obras que van a transformar la plaza. Y eso me da pie a rendir un testimonio de adhesión y nostalgia a un pasado que ya no volverá.

Nuestros mayores van desapareciendo y sus hijos ya no ocupan sus pisos vacíos. Los herederos prefieren vender a supuestos precios de oro o alquilar a familias, muchas veces extranjeras, enamoradas de la forma de vida inventada por algunos cronistas internacionales para nuestra plaza. El comercio tradicional desaparece y con ello la calidad de vida castiza también lo hace. Nuevas formas de explotación de los bienes inmobiliarios surgen como los apartamentos turísticos o el llamado coliving que no es otra cosa que el viejo alquiler de habitaciones con derecho a cocina.

En cualquier caso, hoy solo toca rendir homenaje a nuestro amigo y vecino Santiago. Ha sido un honor conocerte y tratarte como amigo de todos. Viva el viejo oficio de tabernero.

Lee en El Ángel de Olavide la publicación original

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