Diario de un confinado en la Plaza de Olavide
Sábado 14 de marzo de 2020. El día de la Declaración de Alarma
De pronto como si fuese un tsunami emocional la gente ha descubierto al responsable de la extensión en España del Coronavirus. Resulta que es “un madrileño”. Así de claro. Ya no es un chino que se comió un día un murciélago o un zangalino. No. Es un madrileño que esta semana pasada decidió montar en el coche a toda su familia y presentarse en el pueblo del Levante valenciano y murciano donde tiene una segunda residencia. Una vez instalado se ha ido al Mercadona y ha arrasado con las existencias de papel higiénico dejando a los locales con el culo al aire.
Luego se ha ido a la playa a pasar la tarde y ha cenado en la pizzería del pueblo. Al día siguiente intranquilo por las noticias de la tele se ha ido al Centro de Salud a pedir cita para la abuela que está un poco pachucha y a la farmacia a comprar mascarillas y gel de limpieza de manos.
Cómo consecuencia de esta movida la familia del madrileño ha infectado a los del mesón de carretera donde pararon a echar el bocata, al de la gasolinera, al portero de los apartamentos, a media plantilla del Mercadona, a la administrativa del centro de salud y a tres señoras que estaban en la farmacia pegando la hebra con la boticaria.
Los alcaldes han tenido información puntual de tan tristes acontecimientos y han preparado notas de prensa y declaraciones a los medios dando el aviso del malvado comportamiento del madrileño. Los políticos del gobierno autonómico de turno ha elevado su protesta y ha pedido el cierre de Madrid.
Parece que las autoridades centrales les van a hacer caso pero para disimular van a cerrar Madrid y todas las ciudades españolas incluidas las plazas de soberanía en África. Queda muy feo dar por bueno a un chivo expiatorio y sacrificarle. Puede resultar muy útil para próximas campañas de justificaciones.
Por hoy ya es suficiente. Me tengo que recuperar de una dura jornada en Twitter tratando de restaurar la dañada imagen del pueblo de Madrid. Bueno, lo último, el madrileño del cuento era un señor de Valladolid nacido en Lorca. Pero eso el público nunca lo sabrá.
Mañana sigo.
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