Las familias de los colegios públicos de Chamberí se unen para reclamar ante el Defensor del Pueblo soluciones al ruido de los coches

En noviembre de 2022 un accidente de tráfico a las puertas del colegio Claudio Moyano, en el corazón de Chamberí, hizo saltar las alarmas en el barrio. Además, coincidió con el atropello de un autobús a un peatón en las del Rufino Blanco, otro centro público cercano. Esto, justo con las reiteradas Revueltas escolares, concentraciones festivas de las familias que cortan el tráfico pidiendo mejoras en los entornos de los colegios, consiguió algunas mejoras. En marzo de este año, por ejemplo, se inauguraron las nuevas aceras del propio Claudio Moyano, con parterres y bancos en las calles de Cea Bermúdez y Vallehermoso.

Estas actuaciones fueron bienvenidas aunque algunos vecinos las consideran poco ambiciosas. Sin embargo, las medidas puestas en marcha hasta la fecha han actuado siempre sobre la ocupación del coche frente a los colegios, pero no contra la contaminación acústica que generan. Es este un nuevo frente abierto ahora por varios centros públicos del distrito, que han presentado una carta ante el defensor del pueblo firmada por las AFAS y AMPAS de los colegios de infantil y primaria Rufino Blanco, Claudio Moyano, Asunción Rincón, Cervantes, Fernando el Católico y San Cristóbal.

Hemos hablado con David Galvete, impulsor de la denuncia, que se ha hecho colectiva después de meses de debate en Meta-Ampa, una agrupación informal de asociaciones de familias de colegios de Chamberí que colaboran, lo mismo para sacar actividades festivas como el Halloowen escolar del distrito, que para demandar mejoras urbanísticas, como en este caso.

La chispa surgió en David durante la conversación con una profesora. Le contó que estaba pensando pedir un cambio de destino porque “le era imposible dar clase con el ruido del tráfico”, especialmente cuando tenía que darla con las ventanas abiertas. “Esto se unió a mi experiencia diaria yendo al colegio todos los días a través de las calles Cea Bermúdez y José Abascal. Soy incapaz de escuchar a mi hija pequeña con el ruido del tráfico”, explica.

“Creo que estamos bastantes concienciados con la contaminación ambiental y la necesidad de que los coches tengan que ser eléctricos. También es verdad que determinadas zonas tensionadas por los bares generan molestias y se instauran zonas de protección acústica (ZPAE) pero no sucede lo mismo con el ruido de los coches. Mi hija me contaba que tenían que callarse en clase cuando pasaba una ambulancia o una moto. Tenemos este ruido muy asimilado y realmente es el que más molesta y más problemas de salud ocasiona, según he ido investigando” detalla el padre del colegio Rufino Blanco y vecino de Chamberí.

Atravesado por grandes vías, como Cea Bermúdez, José Abascal, Bravo Murillo, Vallehermoso o Santa Engracia, el distrito de Chamberí es un área muy tensionada, a tenor del mapa del ruido del propio Ayuntamiento de Madrid. La zona de las grandes arterias soporta unas medias de 70 o 75 decibelios (la OMS considera ruido cualquier tipo de sonido superior a los 65 decibelios durante el día y 55 decibelios por la noche).

Este ruido, superior al que la legislación vigente sobre el ruido recomienda, es el que soporta el CEIP Rufino Blanco, situado en la calle de José Abascal; el CEIP Cervantes, en plana Glorieta de Cuatro Caminos; o los colegios Asunción Rincón y Claudio Moyano, en el entorno de Cea Bermúdez e Islas Filipinas. Por delante de las aulas de estos colegios, dice el escrito basándose en datos municipales, pasan 40.000 vehículos cada día. Hasta 29 centros educativos, 2 hospitalarios y 3 sociales de Chamberí alcanzan los 60-65 decibelios según el Mapa de Estratégico de Ruido de Madrid.

El ruido del tráfico, y singularmente sus picos (acelerones, bocinazos, etc.) está relacionado con problemas severos de pérdida de audición, alteración de la frecuencia cardiaca o ansiedad, entre otros problemas de salud. Sin embargo, parece que no le estamos prestando la suficiente atención. “En el ensayo El triunfo de las ciudades Edward Glaeser habla de cómo hubo un momento en que la ciudades rebosaban, literalmente, de mierda de caballo y este fue uno de los motivos que hizo que este modo de transporte fuera siendo paulatinamente eliminado. Ahora son los coches los que nos perjudican. Nos hemos dado cuenta ya del problema de la polución pero aún no del ruido”, detalla el impulsor del escrito.

En la carta al defensor del pueblo se exponen posibles soluciones para comenzar a poner cota al ruido de los coches. Se habla de los radares de ruido que empiezan a instalarse en Francia donde, explica Galvete, “se dieron cuenta de que el ruido de una sola moto podía despertar a 10.000 personas de una zona residencial”. Se pide que se cumpla lo que marca la propia ordenanza contra la contaminación acústica de la ciudad y que se sea estricto, al menos, con los entornos sanitarios y educativos.

El problema de los colegios de Chamberí lo es de muchos otros en la ciudad, como expresa la propia carta enviada al Defensor del Pueblo. Lo que David y el resto de familias que se han adherido a la reclamación pretenden es que se empiece a contemplar el problema a nivel global. “Me ha animado el éxito que parecen haber tenido las demandas de los vecinos del Bernabéu por el ruido de los conciertos. Sé que en Madrid es mucho más difícil que se meta manno a los coches que a los conciertos, pero me gustaría ayudar a que la gente sea consciente del problema. Yo he vivido en un primer piso en la calle Ponzano y me molestaban más los cláxones de los coches, la moto acelerando o las sirenas, que los gritos de los borrachos”, explica. Veremos cuánto ruido consigue hacer la carta y qué efectos tiene. De momento, las familias de los escolares de Chamberí están señalando un problema que nos afecta a todos