El domingo 7 de marzo, María Rodrígo, maestra FIDE y subcampeona de España de ajedrez, colocó cinco tableros en la calle Fuencarral y empezó a jugar simultáneamente con todo el que quisiera sentarse a competir con ella. Se había puesto una peluca pelirroja para disfrazarse de Beth Harmon y llamar la atención de los que pasaban por allí, para que imaginaran que se enfrentaban a la protagonista de Gambito de dama, la serie de Netflix que ha vuelto a popularizar el ajedrez en todo el mundo.
“Al principio, todos los que se sentaron fueron hombres”, recuerda Pedro M. Vicente, que había ideado la acción junto a María. Ella iba pasando por las mesas, movía piezas, les ganaba rápidamente y se sentaba el siguiente. No hubo nadie que le pusiera en problemas. “La gente aceptaba la derrota con deportividad”, recuerdan.
La performance se celebró con motivo del día de la mujer, pero también como homenaje a la producción audiovisual que ha llevado a un enorme número de mujeres y niñas a tomar los tableros y a practicar con torres, caballos y reinas en Madrid. Especialmente en la escuela de Pedro, un modesto local de Chamberí llamado Ajedrez con cabeza, situado en una bocacalle de Bravo Murillo, que en los últimos meses vive una fiebre por este deporte como no podía llegar a imaginarse su fundador.
“En los tres años que la escuela llevaba abierta se habían acercado sobre todo niñas pequeñas, que eligen el ajedrez como parte de sus clases extraescolares semanales, y mujeres mayores que buscan en este deporte una forma de mantener su mente activa”, explica Pedro en conversación con Somos Chamberí. Los números cuadraban y, aunque los inicios fueron duros, el negocio de montar un centro de enseñanza y un club donde montar partidas empezaba a salir adelante. Entonces llegó Gambito de dama.
La serie se estrenó el pasado 23 de octubre, pero la avalancha de inscripciones a la escuela se produjo a partir de diciembre. Por entonces 62 millones de personas en todo el mundo la habían visto y sabían quién era Beth Harmon, según datos de Netflix. “Esperábamos que hubiera cierto incremento de inscripciones, pero que llegaran tantas no lo podíamos creer”, admite Pedro: según su plan de negocio, a estas alturas de 2021 confiaban en contar con unas 200 personas inscritas en el club. Pero a día de hoy cuentan 350.
La fiebre por los enroques y los jaques no solo ha llegado a la escuela: la fábrica catalana que fabricó los tableros de la serie tiene avalancha de pedidos y grandes maestros españoles como David Antón acuden como invitados a La Resistencia, el talk show de moda para jugar partidas rápidas contra Broncano. En el caso de la escuela de Chamberí, el efecto inesperado de la serie no fue solo el número de inscripciones, sino los perfiles que aparecían: la gran mayoría eran chicas.
“A partir del estreno llegaron un montón de mujeres de 18 a 40 años, una franja de edad que antes apenas venía, fue un boom”. Algunas querían iniciarse en este juego por primera vez y otras lo habían practicado de pequeñas, les gustaba y se les daba bien, pero habían acabado dejándolo. Con su llegada, el número de alumnas -antes sensiblemente inferior- se equilibró: ahora representan el 50% de los matriculados, y sus edades van desde los cinco años hasta más de ochenta.
Cuando era pequeño, ver a una mujer en los clubes de ajedrez era raro
“Cuando era pequeño, ver a una mujer en los clubes de ajedrez era raro”, recuerda Pedro, que empezó a practicar este deporte a principios de los noventa. En general, la presencia femenina siempre ha sido anecdótica, como refleja bien la serie de Netflix. “Hay muchas más mujeres jugando al ajedrez de las que se piensa”, puntualiza, “aunque lo más visible es la élite y ahí sí que han llegado muy pocas a la lista mundial”.
Para ir desmontando mitos y demostrar de forma práctica que una mujer puede derrotar a cualquiera, hace unos días -antes de la performance de Harmon- la maestra y profesora de la escuela María Rodrígo sacó una mesa a la calle Fuencarral, en su zona peatonal, y ofreció partidas rápidas de tres minutos a todo el que se animara. Por supuesto, ganó todas. La escuela aprovechó para grabar un vídeo y preguntar a los viandantes por su conocimiento del ajedrez femenino. Las respuestas fueron de lo más elocuente:
En España el ajedrez ha sido un juego que ha atraído la atención de grandes públicos, aunque su interés ha pasado por diferentes épocas. “Ha ido en paralelo a la historia y a la política”, recuerda Pedro mientras enumera los duelos de Anatoli Karpov contra Korchnoi, el disidente, o del mismo Karpov contra Kasparov -la ortodoxia enfrentada a la perestroika-. Cuando cayó el muro, la tensión competitiva se mantuvo con los duelos hombre-máquina, aquellas partidas de Kasparov contra Deep Blue. “Ahora las máquinas ya nos ganan siempre”, bromea.
En aquellos tiempos fue cuando Pedro, de 46 años, se aficionó a los tableros de negras y blancas. Y hace tres decidió dejar su carrera jurídica en una empresa del Ibex-35, donde cobraba un buen sueldo, para apostar por su pasión, que ya estaba ejerciendo en su tiempo libre organizando clases y torneos en colegios. Alquiló un local en la estrecha calle Cercedilla (detrás del Parque Móvil) y se lanzó a abrir su propio club, espoleado por su pareja: “Me dijo que solo se vivía una vez y que me animara a hacerlo”. Con el lema de educar a personas antes que a campeones y, sobre todo, haciendo elogio del error -es de lo que más se aprende, afirma- montó un centro más enfocado a enseñar y a disfrutar que a la competición y a ganar torneos.
¿Por qué gusta tanto el ajedrez? “Es un juego muy barato, no entiende de edades, sexos o ideologías y sus posibilidades son infinitas: por mucho que estudies puedes aprender más con él todos los días”, detalla con entusiasmo. “Es además un idioma universal, viajes a donde viajes te puedes sentar con otra persona durante horas a jugar delante de un tablero. Y te permite estar mucho tiempo compartiendo mesa con un amigo, un abuelo de 84 o un sobrino de 8 años, jugando al mismo nivel”.
Dicen que el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo, es aficionado al ajedrez. Tal vez porque este juego ayuda a desarrollar destrezas en la estrategia: “Sí, el ajedrez es muy útil para prever las consecuencias de tus acciones. Se trabaja mucho la impulsividad: una vez que haces un movimiento, ya no hay marcha atrás, y las consecuencias son solo tuyas, no influye la suerte. Tienes que responsabilizarte tanto de tus aciertos como de tus errores”, puntualiza Pedro. No sabemos si Redondo preveía el terremoto político que desató en España su movimiento de peones en Murcia, pero lo cierto es que en ámbitos profesionales cada vez se emplea más este juego: algunas empresas empiezan a emplear el ajedrez para mejorar en la creatividad, en la gestión del error, la visión a largo plazo, la empatía… y también se usa en la educación, con una tendencia a utilizar el ajedrez en los colegios y a ponerlo en relación con las matemáticas, el arte o la literatura.
¿Seguirá el interés por el ajedrez cuando pase la moda de Gambito de dama? “Ahora se habla de ajedrez, pero no hay un choque de ideas, un Real Madrid - Barcelona”, puntualiza Pedro para intentar explicar el porqué de la caída en el interés de hace unos años. “Yo creo que el interés volverá cuando haya dos grandes aspirantes a campeones del mundo, que generen controversia. Por ejemplo, de un israelí contra un árabe. O de un hombre contra una mujer, eso sería fantástico”.