Publica El País en su edición de Madrid un reportaje en el que aborda las dificultades de las salas con música en vivo de la ciudad para continuar ofreciendo a madrileños y turistas la posibilidad de disfrutar de espectáculos en directo. En este panorama incierto, se encuentran algunos locales del barrio como el Café Libertad 8 (C/ Libertad, 8), la Sala Búho Real (C/ Regueros, 5) y Fulanita de Tal (C/ Regueros, 9), que resisten con uñas y dientes frente al temporal.
Porque aunque la música en directo es uno de los activos culturales de la ciudad, un potencial reclamo turístico y motor económico, la falta de apoyo institucional y la crisis económica ha herido de muerte a varios locales, obligándoles a echar el cierre en los últimos meses.
Javier Olmedo, director de la asociación La noche en vivo, considera que se necesita «hacer una apuesta cultural clara» y «la cooperación de las instituciones y que se proteja el valioso patrimonio que supone nuestro circuito». Asimismo, apunta que al menos ahora existe un diálogo con el Ayuntamiento.
Fuentes municipales aseguran que su idea es «aplicar políticas para favorecer la música en directo», comenzando por aligerar el “farragoso” proceso administrativo para las licencias y la programación de actuaciones en vivo y, posteriormente, ampliando las ayudas culturales «a su máxima expresión».
Frente a otros espacios donde se realizan macroconciertos de miles de personas, las salas de Chueca y Salesas ofrecen un entorno más íntimo y personal, con un limitado aforo que permite conectar más con el auditorio. Algunas como Café Libertad 8 (desde 1976) y Búho Real (desde 1984) son auténticas canteras de artistas emergentes y refugio para bandas y cantantes ya consolidados.
De hecho, en Búho Real están preparando una estrategia de marca para reivindicar a todos los grandes artistas que comenzaron su andadura musical sobre su escenario, reivindicando su importante aportación al panorama musical español y su consideración como parte del patrimonio cultural madrileño.
«Me encanta ver la ilusión de los chavales que llegan a enseñarme su grabación para poder tocar en el Libertad. Es un orgullo», afirma Julian Herráiz, que tras varias décadas tras la barra del Café Libertad 8 no concibe su vida sin ese lugar.
Otros locales del barrio que no aparecen en el reportaje pero que también aportan su granito de arena a la difusión de la música en vivo en la capital son Bogui Jazz (C/ Barquillo, 29), El Intruso (C/ Augusto Figueroa, 3) y El Junco (C/ Plaza de Santa Bárbara, 10), especializadas en blues, jazz, Funk y Soul; y Thundercat (C/ Campoamor, 11), centrada en el Rock.
Un problema de decibelios y convivencia
La mayoría de ellos, con una larga historia, forman ya parte de Chueca y Salesas y, como en cualquier comunidad, no siempre existe una idílica convivencia debido a uno de los inconvenientes que genera su actividad, el ruido, y que suele tener siempre el mismo desenlace: la denuncia.
Lara Franco, copropietaria de Fulanita de Tal, explica en el reportaje las numerosas inspecciones que sufren este tipo de locales para controlar los decibelios y cómo se vieron obligadas a cerrar por un problema de insonorización que les costó 20.000 euros. «Al final acabamos teniendo una relación cordial con el vecino porque, a cambio de pagar el alquiler de su piso, pudimos entrar en su casa a hacer varias mediciones y encontrar la fuga de sonido», declara Franco.
Menos suerte han tenido los vecinos del inmueble donde se ubica el Café Libertad 8, que según denuncian carece de las medidas de insonoridad requeridas por la legislación (un problema reconocido por el propio propietario), por lo que sufren elevados niveles de ruido durante los conciertos.