Hace unos días el Blog Un Sereno transitando la ciudad recordaba la historia de un negocio que nació en el epicentro de Chueca a principios del siglo XX al calor de la moda de la fabricación de juguetes para las niñas de familias pudientes que, debido a la Primera Guerra Mundial, tenían dificultades para importarlas desde otros países europeos: Muñecas Florido.
La historia de esta popular fábrica de muñecas madrileña tiene nombre propio: el de Don José Florido García. Nacido en Málaga en 1885 en el seno de una familia pudiente, pocos detalles se conocen sobre su infancia, salvo que tras la muerte de su progenitor la familia se vio abocada a una precaria situación económica que le llevó a él y a sus dos hermanas (Clotilde y Mariana) a formar un trío de danza española que giró por cafés de todo el mundo.
A su regreso a España y con una buena fortuna gracias al mundo del espectáculo, en 1917 Don José abre la primera Casa de Muñecas Florido en el número 42 de la calle Augusto Figueroa hasta que en 1928 el taller se trasladó, junto a la vivienda del empresario, a la calle Regueros número 5.
Se daba la casualidad de que su hermana Clotilde era propietaria de la casa de modas Max, que tenía sus salones en la calle Bárbara de Braganza número 10, donde acudían mujeres de la alta sociedad madrileña, garantizando una buena red de contactos a las que poder venderlas.
El próspero negocio de las Muñecas Florido
Los años veinte fueron una buena década para el emprendedor Florido, que no solo comercializaba sus productos en bazares como La Unión (C/ Mayor, 1), el Bazar X (C/ Carretas) o el Bazar León (C/ Fuencarral, 80), para quienes una línea de muñecas en exclusiva; sino también en la tómbola que gestionaba en el Parque de Recreos de la Ciudad Lineal, en la calle Arturo Soria.
Para hacernos una idea del volumen de ventas que tenían basta con echar la vista atrás en la hemeroteca y consultar una noticia publicada en La Libertad en 1920 en la que se denunciaba a Rufino Almagro Sáez por la sustracción en la tómbola de muñecas y dinero por valor de 435 pesetas.
Una cifra nada minúscula si tenemos en cuenta que el salario anual de aquellos tiempos oscilaba entre las 700 y 2.000 pesetas. El libro “Muñecas Florido 1917-1975” detalla aún más lo que costaban estos juguetes. A partir de facturas emitidas a sus clientes, los modelos más básicos (de trapo) costaban entre 11 (las pequeñas) y 13 pesetas (las grandes), las muñecas andadoras entre 50 (tamaño pequeño) y 55 (las grandes), mientras que los modelos con movimiento de cabeza podían llegar a costar 65 pesetas.
La Exposición Nacional de Juguetes
Con el fin de dinamizar la industria juguetera española, el 20 de octubre de 1924 la Subsecretaría de Instrucción Pública y Dirección General de las Bellas Artes organizó en el Palacio de Cristal del Retiro la primera Exposición Nacional de Juguetes, en la que participaron cerca de 50 expositores que exhibieron sus muñecas y juguetes mecánicos.
Las muñecas de Florido recibieron no solo los elogios de la prensa y la realeza (la propia mujer de Florido hizo una demostración al Rey Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia del modelo que andaba y hablaba), sino también el reconocimiento profesional con la medalla de plata “De confección o elaboración” por su muñeca mecánica.
Y a medida que crecían su popularidad y sus ventas también se multiplicaban las copias y los plagios, que incluso terminaron en litigios ante la Justicia. En 1920 había inscrito en el registro mercantil la patente de una muñeca andadora, que caminaba al cogerla del brazo izquierdo mientras giraba la cabeza de un lado a otro gracias a un mecanismo ideado por el mismo José Florido.
En 1929 no dudó en llevar a los tribunales a Juan Losada Bravo, Justo García Arras y Rufino Almagro Roces por usurpación de patente. Los acusados alegaban que sus muñecas andadoras eran totalmente diferentes porque por primera vez tenían un cuerpo normal, podían sentarse y al andar decían papá y mamá, habilidad de la que carecían del Sr. Florido. Tras las declaraciones de los procesados, los testigos y los peritos, el juez les condenó a pagar 2.000 pesetas de multa más 25.000 de indemnización.
Resurgiendo de las cenizas, como el ave fénix
Todo marchaba viento en popa hasta que el 3 de julio de 1933, cuando ya los operarios habían abandonado su puesto de trabajo para ir a almorzar a eso de las 13:00 horas y tan solo quedaban en el interior el señor Florido y el contable, don Eloy Antón, se declaró un voraz incendio que fue recogido por la prensa de la época –El Siglo FuturoEl Siglo Futuro, La Voz (edición Madrid), El Sol, La Nación o La Época–
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Según cuentan los rotativos, ambos intentaron apagarlo con un extintor, pero de nada sirvió y en poco tiempo las llamas devoraron todo lo que se encontraron a su paso, con tanta intensidad que los bomberos decidieron dedicar todos sus esfuerzos a evitar que el fuego se propagase a las casas colindantes y pisos superiores. Cerca de las 14:30 horas consiguieron por fin controlar el incendio.
Cuantiosas fueron las pérdidas económicas ocasionadas, pues las llamas destruyeron por completo la planta baja, donde se encontraban el almacén y la exposición de artículos, así como el piso ocupado por la fábrica, que albergaba la costosa maquinaria y materiales para la confección de las muñecas.
Afortunadamente el seguro cubrió parte de los miles de pesetas perdidos y, aunque causó estragos en la producción, se reconstruyó el edificio y la fábrica volvió a la normalidad. Sin embargo, el 5 de marzo de 1935 otra vez las llamas la hacían arder, debido en esta ocasión a la colilla de un cigarro que el propio Florido dejó caer accidentalmente sobre un depósito de película cinematográfica de la que se extraía celuloide para el acabado de los juguetes. Tras este segundo incendio, de menores dimensiones, la fábrica volvió a ser reconstruida.
Fabricando a Mariquita Pérez
Aunque Florido contaba en su catálogo con un amplio abanico de modelos de muñecas, ninguna de ellas se iguala en popularidad a Mariquita Pérez, la más codiciada por las niñas de los años 40 y 50 del siglo XX. Creada por Leonor Coello Portugal y María Pilar Luca de Tena, una de las claves de su éxito fue la cuidada elaboración de su guardarropa.
No el vano le acompañaba el lema «La muñeca que se viste como una niña» y tenía vestidos, abrigos, zapatos, calcetines, delantales, sombreros y un largo etcétera de complementos. Las primeras Mariquita Pérez tenían cabeza y cuerpo de cartón piedra, peluca de cabello natural, ojos fijos de cristal con cejas y pestañas superiores pintadas a trazo, la boca cerrada y cabeza, brazos y piernas articulados.
Vestían un delantal a rayas rojas y blancas (que se convirtieron en el emblema de la “marca”, pues se reproducían en las cajas, bolsas y hasta el interior de los baúles), lazos en el pelo de la misma tela y unas zapatillas de esparto a juego. Y, aunque su precio era de 85 pesetas (elevadísimo para la época) se agotó rápidamente.
Desde el principio se fabricaron en los talleres de Florido en la calle Regueros, tal y como aclararon las hijas de María Pilar Luca de Tena en una carta al director de ABC el sábado 21 de diciembre de 1996, ente otras puntualizaciones acerca de la autoría de la muñeca y el origen de su nombre.
Más información:
La historia de una fábrica de muñecas madrileña, Muñecas Florido
La historia de una fábrica de muñecas madrileña, Muñecas Florido
‘Muñecas Florido. 1917-1915’, de Carmen López de Lerma
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