Una excavación para desenterrar la memoria del Madrid arrasado por la Guerra Civil que retrató Robert Capa

Guillermo Hormigo

Madrid —

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Una valla a la que se acercan curiosos, la mayoría hombres de avanzada edad, delimita un espacio donde el trasiego es mucho mayor que de costumbre para un primer lunes de octubre. Es ahí donde un grupo de arqueólogos se dispone a iniciar unos trabajos de excavación. Están capitaneados por Alfredo González-Ruibal, científico titular del Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC. O más bien a retomarlos, un año después de dedicar varias semanas a un primer rastreo de todos los pasados de este lugar en el corazón del barrio de Entrevías, en Puente de Vallecas.

Al otro lado del terreno, un enorme mural homenajea el papel que Robert Capa desempeñó aquí durante la Guerra Civil. Sus instantáneas tomadas durante un bombardeo del bando franquista a unos pocos metros, en el número 10 de la calle Peironcely, son memoria viva de los horrores que siguieron al golpe de Estado. La placa que otorgaba al lugar el nombre del fotógrafo húngaro, sin embargo, fue arrancada el pasado abril en un acto vandálico. Todavía hoy, de ella queda solo su contorno en la pared.

Es otra prueba de que el pasado no es solo eso, pasado, sino que pervive y resuena en el presente. En el 10 de Peironcely por su sobrecogedora presencia, en este descampado tan próximo por su atronadora ausencia. Porque el bombardeo destruyó un edificio de dos plantas en el solar, pero sobre sus cimientos se volvió a construir. En concreto varias chabolas, ya también desaparecidas, edificadas entre los años cincuenta y los setenta. A partir de esa década, la mayoría de sus habitantes pasaron a trasladarse paulatinamente a los nuevos pisos adyacentes y finalmente las casas fueron derruidas. Ahora, con la comunión de muchos esfuerzos, se está transformando en “un lugar de memoria”, como lo define González-Ruibal.

Los trabajos del 2022, aunque se enfocaron originalmente en los edificios bombardeados, acabaron revelando importantes hallazgos sobre esta última etapa de la vida en el terreno, así que ahora el objetivo es indagar en las estructuras originales destruidas en la Guerra Civil. Así lo explica González-Ruibal en declaraciones a Somos Madrid: “En algunos de los sondeos [acción de remover tierras] del año pasado conseguimos descubrir los cimientos de edificios construidos en los años veinte o treinta y arrasados en la Guerra Civil, pero también encontramos un suelo de esas viviendas, objetos abandonados o una canalización. Todo eso estaba cubierto con una capa muy potente de escombros que se extendió sobre los edificios en ruina y sobre la cual se construyeron las chabolas”.

Lucía e Ismael, dos recién graduados en Arqueología que participan en la excavación como voluntarios por segundo año consecutivo, aprecian especialmente el valor sentimental y material de la zona, de lo que en ella encuentran: “Es muy emocionante dar con vinilos del cante jondo cuando sabes que este es un lugar que tradicionalmente ha sido poblado por personas migrantes que venían del sur, de Badajoz o de La Línea de la Concepción. Pero también lo ha sido hallar un complejo cerámico que puede tener varios siglos”, expone ella.

Para continuar explorando esta época anterior a la Guerra Civil sin mermar el valor patrimonial o histórico de lo que se edificó sobre ello deben ser extremadamente cuidadosos: “En arqueología, para buscar lo más antiguo necesariamente hay que destruir lo más reciente, así que vamos a desmontar el suelo de unas chabolas para comprobar si debajo se conservan todavía los restos de la casa bombardeada. Requiere mucha reflexión ver dónde vamos a tocar, ya que las chabolas también son memoria de este barrio, y también queremos continuar indagando en ellas. Tenemos que destruir las partes menos valiosas para poder encontrar lo que las precedía”, cuenta el autor de obras como Volver a las Trincheras. Una arqueología de la Guerra Civil (Alianza Editorial, 2016). Pone un símil con un yacimiento prehistórico en el que “para buscar al Homo antecessor hay que cargarse restos del neandertal”.

Requiere mucha reflexión ver dónde vamos a tocar, ya que las chabolas también son memoria de este barrio, y también queremos continuar indagando en ellas. Tenemos que destruir las partes menos valiosas para poder encontrar lo que las precedía

La iniciativa cuenta con el apoyo del propio Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC, que aporta los medios humanos y gran parte de los recursos técnicos; la plataforma Salvar Peironcely 10 y la Fundación Anastasio de Gracia, que aporta financiación económica y se encarga de indagar en materiales de archivo, como la búsqueda de personas ligadas a las viviendas en el padrón municipal para contactarlas después. El coordinador de comunicación y cultura de esta última entidad, José María Uría, señala que “por una cuestión de plazos en esta segunda campaña no ha sido posible contar con el respaldo financiero del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática”.

Tampoco reciben fondos municipales, pese a que la parcela es propiedad del Ayuntamiento y han mantenido conversaciones con técnicos de la Dirección General de Patrimonio. El arqueólogo recalca que para que este lugar de memoria lo sea permanentemente “es necesario el apoyo de las instituciones”. Apela a un museo o centro cultural que aglutine, oficialice y expanda los hallazgos que puedan producirse, uno de los usos que diversas entidades han propuesto al Ejecutivo municipal para la casa que Capa inmortalizó con su cámara.

Las desgarradoras fotografías tomadas por Capa en 1936 sirvieron para que en 2021 el Ayuntamiento de Madrid se viera obligado a realojar a los vecinos que residían en el inmueble donde fueron tomadas, expropiado por 870.000 euros y carente de un uso municipal definitivo dos años después. Gracias a su valor histórico fue posible la inclusión en el catálogo de bienes y edificios protegidos desde 2017 (en la etapa de Manuela Carmena como alcaldesa). Y ante esta condición, el consistorio liderado por José Luis Martínez-Almeida tuvo que ofrecer a las 13 familias afectadas nuevos contratos de alquiler con condiciones equiparables en viviendas asignadas por la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo.

Uría destaca que las excavaciones concluirán el próximo 22 de octubre con un acto a las 12.00, donde se rendirá además tributo al propio Capa en la jornada en la que se cumplen 110 años de su nacimiento. Antes de ello desean concertar visitas de institutos, asociaciones vecinales y distintos grupos de la sociedad con los que compartir el desarrollo y las conclusiones de la investigación.

También hay muchos residentes que se interesan por sí mismos. Es el caso de Vicente Córdoba, vecino ilustre que a sus 94 años es uno de esos hombres que se asoma a ver el estado de la excavación. Preguntado por su opinión sobre la intervención, afirma que le parece “fenomenal” ya que antes de estas actuaciones el entorno “se estaba destruyendo”. Aunque a él en realidad le apetece hablar de su hijo, el cineasta Juan Vicente Córdoba. Presume con orgullo de él, de las películas que ha realizado en torno al barrio y del Goya al mejor corto documental que consiguió en 2017. Precisamente una las obras de Juan Vicente Córdoba, Flores de luna (2008), aborda el chabolismo que en la década de los cincuenta se conformó en el Pozo del Tío Raimundo y la labor que allí desempeñó el Padre Llanos, popularmente conocido como “el cura rojo”.

Como las anécdotas de Córdoba padre o las películas de Córdoba hijo, como las fotografías de Capa, la excavación permite rescatar recuerdos del olvido. Lo sintetiza González-Ruibal: “Al hacer arqueología contemporánea inevitablemente estás tocando pasados que siguen muy vivos en la memoria de la gente. En este caso además hay una vinculación directa entre lo que hacemos y la gente del barrio, abrimos una ventana al pasado reciente de Vallecas. Es excavar una historia que está viva”.