García de Paredes, la saga de arquitectos homenajeada por dar forma (y dignidad) al urbanismo del sur de Madrid
Una imponente torre con muros de hormigón y pilares de acero, flanqueada por tres edificios horizontales que la rodean como si la abrazaran, se erige imponente entre el parque de Pradolongo y la avenida de los Poblados (en el distrito de Usera, al sur de Madrid). Las cuatro edificaciones, promovidas en 2006 por la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo, se construyeron para dar soporte a 278 viviendas de protección oficial. El proyecto perseguía crear áreas de uso público dentro un recinto privado, aprovechando los diáfanos espacios entre cada bloque horizontal. Una urbanización al servicio del barrio.
Sus artífices fueron Ignacio García Pedrosa y Ángela García de Paredes, cuyo estudio Paredes Pedrosa Arquitectos fue galardonado con el Premio Nacional de Arquitectura 2023. Ambos han desarrollado una amplia trayectoria marcada por sus colaboraciones con la administración pública y por compaginar su actividad privada con la docencia en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Una vocación pública que, al menos en el caso de Ángela, viene de familia.
Su padre, José María García de Paredes (1924-1990), fue uno de los artífices de otro hito del urbanismo de Usera: el Poblado Dirigido de los Almendrales, el último promovido en Madrid por el Instituto Nacional de la Vivienda (entre 1958 y 1973). Un entorno diseñado junto a Javier Carvajal, José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún con el objetivo de absorber a la población migrante de zonas rurales del país, que comenzó a llegar masivamente a la capital durante el desarrollismo. Pero que, a diferencia de otros planes habitacionales de la época, apostó por otorgar a los residentes “unas condiciones dignas más allá de la mera funcionalidad”.
Son palabras de Ángela, que junto a su compañero Ignacio atiende a Somos Madrid en su elegante estudio de arquitectura en El Viso, una de las zonas más cotizadas del distrito de Chamartín. La conversación se desarrolla junto a una maqueta del proyecto de viviendas sociales en Pradolongo, del que se sienten muy orgullosos, por mucho que tengan varios reproches que lanzar al estado actual del entorno.
Pero eso llegará luego, primero Ángela agradece los homenajes que la Junta Municipal de Usera ha otorgado a la labor de esta saga de arquitectos. Se reconoce “alucinada” por las placas colocadas en las viviendas sociales de Pradolongo, en Almendrales y en la parroquia de Nuestra Señora de la Fuencisla (obra también de José María García de Paredes), que rinden tributo a las dotaciones ideadas por padre e hija en distintos momentos de la historia del urbanismo madrileño.
Aitor Merino, historiador del arte y vocal vecino del PSOE en la Junta de Usera, ha sido artífice de estos reconocimientos: “En este distrito no tenemos ningún Bien de Interés Cultural (BIC) y a veces daba la sensación de que podría caer una bomba, arrasar Usera y que no hubiese nada que lamentar a nivel patrimonial. Por suerte conseguimos incluir la colonia de Almendrales en el nuevo catálogo de elementos protegidos del Ayuntamiento. La segunda fase fue el homenaje público a sus responsables, sobre todo para implicar a los vecinos en la importancia de este lugar, que algo les indique por qué fue tan trascendente”.
La implicación de Ángela en el proceso de reivindicación de la memoria de su padre, unido al peso que de por sí tiene el entorno ideado junto a su compañero Ignacio, hizo que Aitor se plantease extender el reconocimiento: “Son viviendas sociales, pero muy buenas a nivel arquitectónico, una apuesta renovadora y hasta lujosa alejada del uso de materiales precarios habitual en este tipo de proyectos. La gente hasta podía meterse entre los edificios y se formaban nuevas vías públicas. O al menos esa era la idea hasta que se puso una valla”. Es también la gran pega de Ángela e Ignacio al estado actual de su diseño.
De la conciencia social al aislamiento
Pero para explicar esta crítica hay que retrotraese a lo que García de Paredes padre, Carvajal, Corrales y Vázquez Molezún consiguieron en Almendrales. Un logro que marcó para siempre la forma en la que Ángela entiende el urbanismo: “No es la obra de un solo arquitecto y eso denota una actitud colaborativa y de trabajo en equipo, alejada de la voluntad del arquitecto estrella. Para ellos lo más importante del proyecto es que era una obra social, para personas sin recursos y que no podía limitarse a concebir un edificio cualquiera. Se trataba de resolver el problema de alojamiento para personas que necesitaban una vivienda digna”.
“Lo hicieron bajo un paradigma basado en los espacios exteriores y entre edificios, que consideran tan importante como lo que sucede dentro de la vivienda. Esto es algo que en otros poblados dirigidos no estaba patente. Los cuatro arquitectos habían viajado por Europa y conocían iniciativas de vivenda social de Suecia o Alemania, que iban más allá de la mera resolución del problema habitacional. Trajeron eso a España, un país que no lo tenía en su conciencia y que sigue sin tenerlo. Lo digo por el vallado horrible que pusieron alrededor de las viviendas que diseñamos en Pradolongo”, cuenta Ángela.
La barrera y la garita de seguridad que rodean estas viviendas protegidas de Usera han arrasado con el concepto desde el que fueron concebidas: “La teoría de los poblados dirigidos era abrir a la ciudad, que los espacios estuvieran abiertos al uso público aunque fueran privados. En Pradolongo intentamos hacer lo mismo, aunque con las vallas el concepto se ha desvirtuado. La excusa es impedir incidentes, botellones que ensucien o problemas de seguridad. Pero la solución a eso debe venir desde la educación, no desde tapiar y aislarnos con modos de habitar no deseados. Ya hemos visto en América Latina cómo ciudades que empezaron siendo prácticamente utópicas se han cerrado en sí mismas, pero no es el tipo de ciudad que queremos ni necesitamos en Madrid”. Los cerramientos en las terrazas, sin ninguna homogeneidad, son el otro gran reproche de Ángela.
La arquitecta teme que la pérdida de heterogeneidad deteriore también el legado de su padre en Almendrales, de ahí la importancia de la protección municipal y de que las reformas de este tipo de inmuebles históricos sean coordinadas y guiadas por el Consistorio: “Me da pena la rehabilitación que se está haciendo de muchos bloques. Son viviendas que se hicieron sin presupuesto y con materiales humildes, como es lógico hay que rehabilitarlas. Pero no hay que hacerlo como tapando agujeros. Tiene que haber una conciencia desde el Ayuntamiento que facilite un estudio y un programa para aislar, arreglar fachadas o cambiar carpinterías desde la misma unidad de conjunto y la misma calidad arquitectónica que siempre tuvo el entorno”.
Ángela cita algunas de las características por las que el Poblado Dirigido de Almendrales es una insignia del urbanismo madrileño: “Se le dio una importancia muy grande a fomentar que a las viviendas les llegase el sol, o a su aislamiento. Tienen muy poco pasillo, se orientan más bien a un espacio común en torno al cual se ubican las habitaciones. Pese a los presupuestos ajustadísimos de la España de los sesenta y a unos estándares limitados, las viviendas están pensadas con unos criterios superactuales. Las de Almendrales no responden al canon de otros poblados dirigidos, hacer una vivienda burguesa en chiquitito, sino que conciben plantas abiertas muy bonitas con un espacio central común que suprime las piezas pseudoburguesas innecesarias”.
Tiene que haber una conciencia desde el Ayuntamiento que facilite un estudio y un programa para aislar, arreglar fachadas o cambiar carpinterías desde la misma unidad de conjunto y la misma calidad arquitectónica que siempre tuvo el entorno
Ya como arquitecta, Ángela llegó a colaborar con su padre en el proyecto de la colonia Molino de Viento, en Puerta del Ángel (distrito de Latina). Desligada de su progenitor, y junto a Ignacio García Pedrosa ha diseñado viviendas sociales en otros entornos como las colonias de San Francisco Javier en Vallecas. Lo consiguieron después de ganar un concurso para jóvenes arquitectos, iniciando así una fructífera vinculación con proyectos de vivienda municipal del Ayuntamiento de Madrid.
El de la promoción de Pradolongo es uno de los que más satisfacción les hace sentir, pese a sus reparos a la cerca que rodea los cuatro bloques. “Encima el parque, que es precioso, lo han vallado también”, apostilla Ángela. El proyecto destaca por la concentración de edificabilidad en la torre, de forma que el resto de bloques pueden bajar su altura y acoger entre ellos los espacios privados de uso público. Los portales dan además a esas placitas espontáneas, no a los bordes de las calles. “Está todo muy cuidado y muy bien mantenido, el hormigón ha respondido muy bien al paso del tiempo. Lo que está fatal es lo que han sobrepuesto, los cerramientos y la valla”.
Ignacio García Pedrosa recalca que “el espacio común es capaz de unir los bloques a través de esas placitas”, un logro que combinan con la capacidad para generar “un punto de referencia gracias a la torre”. “La avenida de los Poblados es grande y tiene mucha circulación. Que aparezca un hito urbano conviene. Los edificios de mayor altura siempre se elevan en las plazas para crear un orden espacial de la ciudad”, añade.
La ciudad tiene que ser un lugar permeable a la circulación de las personas, facilitar que se orienten muy fácilmente. Es una pena que eso se pierda por vivir en una sociedad muy temerosa de la seguridad
El vallado de la promoción, y el del propio parque a unos pocos metros, merma otra idea vital en la concepción de las viviendas: “El bloque que está torcido no lo pensamos así por capricho. Corresponde con el eje peatonal del parque, que continúa entrando en el espacio entre bloques y luego confluye más allá. La ciudad tiene que ser un lugar permeable a la circulación de las personas, facilitar que se orienten muy fácilmente. Es una pena que eso se pierda por vivir en una sociedad muy temerosa de la seguridad”, expone el arquitecto.
La parroquia de Fuencisla y la fe en la arquitectura
Aitor Merino ya trabaja en la segunda fase de esta defensa del legado García de Paredes: declarar BIC la parroquia de Nuestra Señora de la Fuencisla, un proceso en el que según cuenta la Junta Municipal está poniendo mucho de su parte. Ángela describe el valor arquitectónico de esta obra diseñada por su padre: “Es un espacio espectacular, radical e increíblemente moderno. Se hizo con muy pocos recursos y aun así sigue maravillando a todas las personas que entran y no digamos a los estudiantes de arquitectura”.
Ángela y Aitor coinciden en cuestionar la demolición del porche que unía la iglesia con la casa parroquial, sustituido por una rampa frontal que baja directamente a un jardín de pinos. “Eso ha provocado que la casa parroquial quede desvinculada, lo cual está fatal. Además, le estaban abriendo ventanas en los muros de los lados, cuando la belleza de su luz viene de que entra en cenital a través de la cúpula. Por suerte esta último intervención la pudimos parar gracias a la actuación del Colegio de Arquitectos de Madrid, pero nada de esto se hubiera hecho si el edificio estuivera protegido”, opina Ángela.
Con esto no quiere decir que no haya que tocar nada, sino que debe hacerse con garantías: “No se trata de la conservación o restauración exacta. Los edificios pueden ser transformados a lo largo del tiempo, al final necesitan adaptarse a las personas que los usan. Pero esas adaptaciones deben ejecutarse por una persona que esté por lo menos a la altura del arquitecto que llevó a cabo la obra original”.
Ángela termina la conversación con un apunte sobre el valor de la parroquia de Fuencisla más allá de lo patrimonial: “Es un espacio de encuentro para todos los vecinos del barrio. En la memoria del proyecto, hay una parte muy bonita en la que mi padre dice que la iglesia no es la casa de dios, porque dios no necesita ninguna vivienda. Es el lugar en el que los hombres se reúnen para orar. Los hombres y las mujeres siempre necesitamos una casa”.
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