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Opinión - Cuando los ciudadanos saben lo que quieres. Por Rosa María Artal

Hosteleros y vecinos, indignados por las obras de Metro de Madrid que arrasarán su calle: “Va a ser un golpe durísimo”

Vecinas en el punto informativo de la calle Áncora

Diego Casado

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Áncora es una de las muchas calles que salen del paseo de las Delicias, a la altura de Palos de la Frontera. Una vía más o menos amable, con generosas aceras que las terrazas de la hostelería han ido poblando, aprovechando la abundante sombra que reciben de las frondosas acacias de Japón que bordean este espacio desde hace décadas.

Aunque no es la calle más comercial de esta parte de Arganzuela y aún le queda para llegar al éxito que la hostelería tiene en la cercana Ferrocarril, numerosas tiendas y negocios de barrio -también hay un gran supermercado- llenan su tramo inicial. Ese que está a punto de transformarse radicalmente cuando la Comunidad de Madrid comience a construir la nueva estación de la línea 11 en Palos de la Frontera. El cambio será profundo: una valla metálica cercará la zona para abrir una zanja de seis metros de ancho, por la que cientos de camiones sacarán la tierra de las excavaciones durante meses.

Hasta hace pocos días ningún vecino ni trabajador de la calle sabía lo que allí va a pasar. La mayoría se enteraron de lo que venía gracias a que Somos Madrid publicó un artículo donde explicaba que solo 2 de los 66 árboles de la calle quedarían en pie, que las terrazas se tendrían que levantar durante las obras. Y que todo el proceso duraría mucho, mucho tiempo.

“Nadie de la Comunidad de Madrid ha venido a informarnos”, explican los habitantes de la calle, que desconocen la mayoría de detalles de la obra. Tampoco saben nada los comerciantes. Las únicas noticias oficiales las han tenido por trabajadores de la empresa responsable de las obras, que han ido llamando casa por casa para hacer los informes fotográficos con los que comprobarán después que las obras no han provocado grietas. Algunos residentes ni les han abierto por no saber con qué obra estaban relacionados.

Ante la falta de información por parte del Gobierno de Ayuso, han sido las asociaciones vecinales las que han tomado la responsabilidad de contar lo que iba a pasar en esta calle. El pasado martes Pasillo Verde organizó una reunión con este fin, a la que acudieron más de cien comerciantes y habitantes del entorno de Áncora. Varios ingenieros de caminos con amplia experiencia en construcciones de Metro de Madrid -pero sin relación laboral con la obra- estuvieron durante más de tres horas resolviendo dudas y aclarando en qué partes del proyecto se podían plantear alternativas.

El nivel de desinformación con el que los vecinos llegaban a la reunión era tal que una afirmó al borde del llanto estar planteándose abandonar su casa después de comprobar que la tuneladora pasaría bajo su edificio. Los ingenieros le tuvieron que tranquilizar varias veces: “Esto no es San Fernando de Henares, la calidad del suelo es muy buena, los estudios geotécnicos están bien hechos y la tuneladora pasará lejos, a 40 metros de profundidad”, le dijeron.

Aunque la mayoría había acudido para intentar salvar los árboles de la calle, muchos vecinos temían también por la resistencia de sus casas, y varios comerciantes estaban preocupados por la estabilidad -económica- de sus negocios. Muchos descubrieron en la reunión que las obras se extenderán en su calle durante varios años. Y, al salir del encuentro se apuntaban a varios grupos de whatsapp para estar conectados y se citaban en la manifestación organizada en su calle para el próximo sábado. “Tenemos que pararlo”, comentaban entre ellos.

También han empezado una recogida online de firmas: “No solo nadie nos ha preguntado, sino que nadie nos informa ni nos da soluciones. Sabemos que hay otras alternativas de proyecto”, explica la carta que han rubricado más de 3.500 personas en una plataforma, pidiendo que “se mantengan intactas nuestra acera, nuestra arboleda y nuestras terrazas”.

En esta misiva se advierte que la rampa que Metro tiene previsto abrir sobre la calzada y en una de las aceras “pondrá en peligro la continuidad de los pequeños comercios que desarrollan su actividad en esta calle. Algunos recién abiertos y otros con más de 40 años a sus espaldas”, apunta. “En el caso de los bares y cafeterías, el problema es que la mayoría de los locales son de un tamaño muy reducido. Dependen totalmente de sus terrazas. Sin ellas están condenados al cierre, con las consecuentes pérdidas de empleo que esto conlleva”, añade la carta.

Sergio Abendívar es uno de los empresarios y hosteleros que resultarán afectados. Se enteró en la misma tarde del martes de la reunión y acudió a informarse. “El golpe económico que se va a dar la calle Áncora es importante”, explicaba después a Somos Madrid. “Aguantar las obras dos o tres años va a ser un golpe económico durísimo”, opinaba.

El empresario recordaba cómo después de la pandemia la calle Áncora había empezado a coger color, gracias a una floreciente hostelería y a la llegada de más clientes por la reciente llegada de las oficinas de Just Eat en esa misma vía. Pero ahora ven en el horizonte mucho ruido y polvo que les espantará a la clientela. “Entiendo que el Metro es el futuro, que hay que sacrificar algo hoy para tener mejores cosas en el futuro. Pero tampoco nos pueden pedir que sacrifiquemos todo”, lamenta a la vez que propone que la Comunidad de Madrid aproveche las obras de reconstrucción de la calle para que mejore el entorno con algún hito o mejoras peatonales que lo haga más atractivo al reurbanizar su calle.

Las alternativas a la rampa de Áncora

Durante la reunión los técnicos invitados explicaron que las excavaciones del paseo de Delicias no eran modificables -salvo que se renuncie a la construcción del Metro, algo que la mayoría de vecinos no comparte- pero que sí que había margen en Áncora: podría variar tanto el método extractivo de la tierra como la disposición de la rampa de salida de tierras, incluso reducir su anchura prevista hasta los cuatro metros, lo que provocaría menos afecciones. Actualmente, el proyecto de la Comunidad de Madrid contempla talar la mayoría de árboles porque parte de esta rampa se comerá una de las aceras durante años. Los técnicos también plantearon que la subestación eléctrica planificada sobre los Jardines de Palestina se podría construir bajo la calzada de una calle cercana, evitando la tala de más árboles. E insistieron a los vecinos que tendrían que ser ellos quienes llevaran estas demandas a las autoridades responsables.

La Consejería de Transportes lleva desde el mes de febrero analizando diferentes alternativas para minimizar la tala de árboles en todo el proyecto, explicó cuando detuvo las obras de la ampliación de la línea 11 ante las protestas por el cambio de ubicación para la parada prevista en Madrid Río, que significará la tala de 242 árboles.

Pese al parón, el movimiento vecinal creado para salvar el parque, llamado Yo Defiendo Este Árbol, acaba de interponer un recurso judicial contra el Ayuntamiento de Madrid por la tala de la arboleda histórica de Arganzuela. El contencioso-administrativo contra el Director General de Gestión del Agua y Zonas Verdes intenta echar atrás la licencia de tala, concedida por el consistorio el pasado 25 de octubre.

Mientras, en Áncora, los vecinos imitan a sus compañeros de distrito para intentar conseguir que se modifique también la obra en su calle, instalando un punto informativo en la zona y repartiendo folletos. Su intención es seguir protestando y este sábado 17 han convocado una manifestación bajo el lema El barrio no se tala. Arrancará a las 12.00 en el cruce de General Lacy con Áncora. “Talan nuestros árboles, quitan nuestras terrazas y ni nos avisan”, aseguran los carteles de la convocatoria, que ya han colocado en sus escaparates muchas tiendas y bares del barrio.

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