La memoria de las víctimas del 11M está a la venta en plataformas como Wallapop o Milanuncios por 30, 40 y hasta 200 euros. Lo descubrieron durante este fin de semana miembros de la asociación de afectados por el atentado yihadista, al comprobar navegando por internet que los ladrillos que conformaban el antiguo monumento-homenaje de Atocha estaban siendo ofrecidos por particulares. Era algo que ya habían contemplado que podía pasar cuando el pasado mes de marzo el Ayuntamiento de Madrid les comunicó que estas piezas, de ocho kilos cada una, iban a repartirse de forma gratuita entre la ciudadanía después del desmontaje.
El sábado 13 de abril, el Consistorio madrileño entregó cerca de 5.000 de estos ladrillos transparentes a vecinos de la capital, dentro de una iniciativa que denominó Una pieza de nuestra memoria , para dar otra vida lejos de un vertedero a los elementos que formaron la escultura de casi diez metros. Cuando se inició el desmontaje del monumento, el pasado otoño, la Comunidad y el Ayuntamiento acordaron guardarlos en un local hasta tomar una decisión definitiva. Meses después, el Gobierno de Almeida tomó la decisión unilateral de repartir los vidrios a cualquier persona que lo pidiera, sin consultar previamente a los familiares de las víctimas.
La jornada de la entrega se formaron importantes colas en Cibeles para recibir los ladrillos. Días antes se habían tenido que apuntar en un formulario municipal para guardar sitio y recibir la pieza junto con una bolsa con el lema de la campaña y un folleto explicativo. Una semana después, todos estos elementos regalados por el Ayuntamiento aparecían a la venta en internet.
Varios particulares ofrecen los ladrillos en plataformas de segunda mano. “Entre los anuncios que hemos encontrado hay alguno que vendía los ladrillos por 200 euros e indicaba que podía negociar un precio mejor si pedían más de uno porque tenía muchos”, cuenta Eulogio Paz, presidente de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo. Esta dinámica ha llevado a pensar a los miembros de la asociación que algunos ciudadanos fueron a la entrega de las piezas de vidrio con la intención de conseguir el máximo posible y hacer negocio con ellas.
Cada ladrillo tenía un peso 8,5 kilos y unas dimensiones de 30x20x7 centímetros, razón por la que el Ayuntamiento recomendó a los interesados llevar algún tipo de soporte para transportarlos. Los afectados no entienden cómo pudo haber gente que se llevase más de un ladrillo sin levantar sospechas. En los anuncios algunos usuarios aseguran contar con hasta 15 piezas: “Qué piensan, que era para hacerse una mampara de la ducha?”, lamentan los representantes de las víctimas.
A los anuncios que venden los ladrillos se suman otros en los que se ofrecen a limpiarlos por 40 euros. “Recogida y entrega en 24-48 horas en Plaza Castilla o Chamartín”, reza una de las publicaciones. Aseguran que quedan sin silicona ni pegamento y si se solicita la limpieza de dos o más piezas, el precio se reduce a los 30 euros.
Cuando el Ayuntamiento de Madrid anunció el método de entrega a las víctimas, las asociaciones escribieron al consistorio para decirles que entendían que los madrileños quisieran tener una parte de este monumento por el impacto que tuvo para todos, “pero debían darle prioridad a las familias y afectados por el atentado”, añade Eulogio. En este mismo documento, propusieron una solución más justa para todos los implicados: “Consideramos que se debía utilizar parte de ellos en el nuevo monumento, otra parte dársela a los familiares de las víctimas y los ladrillos restantes ponerlos a disposición de la ciudadanía”.
Finalmente, y a pesar de la petición de los afectados, el Gobierno municipal decidió entregar en su totalidad las piezas de vidrio. Cuando las intenciones del Consistorio llegaron a oídos de la asociación, avisaron de los usos indebidos que se podría dar a los ladrillos. “Les comentamos que hicieran una especie de contrato en el que especificasen a los receptores que no eran elementos destinados a la comercialización”, explica Paz. Sin embargo, a pesar de las advertencias, ha ocurrido lo que más temían: la memoria de las víctimas se ha convertido en objeto de especulación.
“Este es el resultado de cómo una decisión unilateral ha desembocado en que se termine haciendo negocio con la memoria de la gente”, denuncia el presidente de la asociación. Los familiares de las víctimas y afectados por el atentado consideran “desastroso, una metedura de pata” lo que ha ocurrido con los ladrillos y piden responsabilidades al Ayuntamiento, ya que habían sido avisados con anterioridad de que esto podía pasar.
Fuentes del área de Cultura, responsable de la entrega de las piezas, evitan pronunciarse sobre “determinados comportamientos individuales” y señalan que las piezas a la venta online “son casos aislados” entre las miles que se repartieron. El día del reparto, el equipo de Almeida aseguró que la intención de la iniciativa tenía como objetivo “dignificar su destino” y “compartir la memoria colectiva de la ciudad”.
La lucha por un memorial digno
“Siendo un aniversario tan importante como el de este año el monumento está desmontado, no existen plazos de ejecución claros ni de culminación de la nueva obra”, indica Víctor Sampedro, autor del libro Voces del 11-M y otros de los que considera que ha faltado mayor sensibilidad con las víctimas cuando se cumplen 20 años de la tragedia.
El monumento siempre ha sido foco de polémicas, desde que se inició el estudio hasta que se desmontó el pasado verano. Todo empezó cuando se presentó el proyecto inicial, al que se le dio un presupuesto de cuatro millones y medio de euros que terminaron siendo seis millones y medio con sobrecostes. Pilar Manjón, expresidenta de la asociación, y Víctor Sampedro denuncian en Voces del 11-M que en ningún momento se tuvo en consideración a las víctimas para tomar decisiones sobre el monumento.
Desde que se produjo el atentado, del que se cumple 20 años este 2024, aseguran sufrir una gran marginación institucional. El monumento se levantó sin su beneplácito y posteriormente descubrieron que el Ayuntamiento de Madrid no estaba pagando los gastos de mantenimiento. “No contaron con ellos para construirlo y además lo dejaron completamente abandonado hasta el punto tener que retirarlo”, apunta Sampedro.
Para el autor de Voces del 11-M, las maniobras de las instituciones desde que tuvieron lugar los atentados “han sido una manera de enmascarar la identidad verdadera de los verdugos que los mataron”. Los diferentes gobiernos de la Comunidad y el Ayuntamiento han negado reiteradamente poner una placa en la que se denuncie la identidad de los autores, “20 años después siguen insistiendo en que fue ETA”.
A los miembros de la asociación les resulta llamativo que adopten esta actitud desde las instituciones cuando las víctimas “representan algo tan significativo como el mayor atentado yihadista de Europa hasta la fecha”. Primero se proyectó sin tenerles en cuenta, después se destruyó poco a poco por la falta de labores de conservación y ahora, ya eliminado y con un nuevo espacio de homenaje en proceso de montaje, se vende la memoria de los fallecidos al mejor postor.
“Qué se puede esperar, es sabido por todos que siempre han sido víctimas incómodas”, sentencia Sampedro. Después de años de lucha por conseguir un homenaje digno para los fallecidos, la herida nunca termina de cerrar para los miles de afectados directa e indirectamente por los atentados del 11 de marzo de 2004.