Con h minúscula: la cultura material de las revoluciones en el museo
El viernes 29 de octubre se inaugura en la biblioteca del Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía Con h minúscula, una muestra documental que nos habla de luchas, revueltas y revoluciones. A ciento cincuenta años de la Comuna de París y diez del movimiento 15M se han mirado y ordenado sus restos materiales, las palabras que entonces formaron parte de la revolución y hoy son testimonio de su espíritu.
“Todas las frases recogidas en esta muestra documental fueron públicas en su momento. Las encontramos en hojas volanderas, en boletines y páginas de periódicos, en bandos y carteles, en pancartas que se llevaron a pulso durante horas, que se ataron a los árboles o a las farolas”.
La h minúscula del título viene dada por la idea de que la búsqueda social de la felicidad está protagonizada en la historia por personas anónimas. “Una historia con h minúscula mejor que una contrahistoria, porque no se trata solo de ir a la contra, sino de afirmar absolutamente otra forma de vivir”.
El día 1 de noviembre, asociado a la exposición y como el mismo título, comienza también un ciclo audiovisual en el que se proyectarán una docena de películas dedicadas al ideal ciudadano y la utopía social.
Encontramos distintas manifestaciones de este cine revolucionario:
“La Marseillaise, de Jean Renoir (1938), ficción situada en los años de la Revolución francesa, parece un noticiario, y el documental, Torre Bela, de Thomas Harlan (1975), emplazado en los años de la Revolución de los Claveles, fabrica sus propios personajes y hasta un líder. La película más emocionante jamás filmada por un puñado de obreros, Lettre à mon ami Pol Cèbe de Michel Desrois (1970), es puro cine experimental. La ficción absoluta del ciclo, la única no basada en ”hechos reales“, Operai, contadini de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet (2001), consiste en varias personas recitando en mitad de un bosque capítulos de una novela. Innumerables imágenes que no coinciden con las imágenes que cabe esperar de la revolución. Se toman un par de palacios, sí, pero hacer la revolución es también que los dedos de un campesino, demasiado hinchados para las teclas, lleguen a tocar un piano; separarle de su instrumento habitual, la azada, y acercar esos dedos a esas teclas a las que no estaban destinados. Dure un instante o la vida entera.”
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