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La compra de un fondo que amenaza un bloque de Lavapiés: “Hay quien no buscará dónde vivir, sino dónde morir”

Blanca, hija de un matrimonio que vive en Tribulete número 7, y María Jesús, propietaria de la zapatería del bajo, en el portal del inmueble. A la izquierda, la tienda de cómics de Santi.

Guillermo Hormigo

Madrid —
1 de febrero de 2024 23:00 h

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“Vemos gente trajeada por aquí y es raro”. Con esta frase que unos padres ancianos trasladaban a su hija empezó a prenderse la mecha de la sospecha en el número 7 de la calle Tribulete, en pleno corazón de Lavapiés. Uno de los barrios más señeros del centro de Madrid, pero también uno de los más golpeados por los cambios de un modelo de ciudad caracterizado por la gentrificación, la turistificación y la especulación inmobiliaria.

La inquietud se transformó en miedo el pasado 15 de enero: una protesta del Sindicato de Inquilinas en la sede de la compañía Elix trasladó a la opinión pública los planes de esta entidad para un edificio donde viven 54 familias. La junta de accionistas de la empresa planeaba aprobar la adquisición del inmueble, así como de otros tres situados en los distritos de Tetuán y Ciudad Lineal y en Barcelona, respectivamente. De fondo, el conflicto ya materializado en el 22 de la calle Galileo, en Chamberí.

Sus inquilinos reciben desde hace meses, conforme se acercaba la fecha de fin de sus contratos, los respectivos burofaxes con la comunicación de que los alquileres no se renovarán. Se trata de inmuebles antiguos y sin calefacción que durante décadas gestionó una familia rentista que recientemente decidió vender el bloque. Los alquileres varían entre los 550 y los 900 euros, precios que ya son prácticamente imposibles de encontrar en la zona, pero que la antigua propiedad mantenía a cambio de contrapartidas como que los inquilinos sufragasen el IBI o la tasa de basuras.

Hasta que apareció la sociedad Elix Rental Housing Socimi II, creada por la empresa de capital riesgo AltamarCAM Partners y la gestora inmobiliaria Elix. El presidente de AltamarCAM, Claudio Aguirre, es primo segundo de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Esta es la segunda socimi vinculada a AltamarCAM y la primera dedicada a la reforma de inmuebles de alquiler, según anunció la propia compañía a finales de octubre. Su estrategia, “dar respuesta a la obsolescencia y escasez de vivienda en alquiler de calidad en el centro de la ciudad”, pasa en Chamberí por vaciar los bloques de los antiguos vecinos. Y ahora quieren replicarla en Lavapiés, pero los vecinos no se lo van a poner fácil.

Unidos y movilizados

Aunque la compra todavía no se ha materializado (Elix retrasó in extremis su junta de accionistas al próximo 13 de febrero), los inquilinos del bloque no han dejado pasar un minuto antes de pasar a la acción. Así, han convocado una protesta este sábado a las 14.00 en la que se manifestarán al mismo tiempo que muestran el valor de una vecindad diversa y trabajadora: “Si la transacción se produce, es más que seguro que Elix acabará desahuciando a todos los inquilinos. Los vecinos y vecinas han decidido protestar contra la situación haciendo música, ya que saben que solo hacer ruido no sirve”, anuncian en la convocatoria de un evento que contará con el respaldo del actor Alberto San Juan.

“Como si del mítico edificio 13 Rue del Percebe se tratara, se ofrecerá en cada vivienda un concierto diferente de forma simultánea. Además, la acción quiere plasmar a través de la música la riqueza del bloque, reflejo del barrio de Lavapiés. En la vivienda de una familia latina habrá un concierto de cumbia, en la de una familia gitana tocarán músicos flamencos, se escucharán músicas balcánicas en la vivienda de una familia del este de Europa, letras de Violeta Parra en otra vivienda, y así suma y sigue hasta completar el repertorio con nueve conciertos simultáneos. Para finalizar, los músicos de estos diferentes géneros se unirán desde los balcones para ofrecer una última pieza musical, para simbolizar esa hermandad entre culturas tan característica del bloque y por extensión del barrio”, exponen los convocantes.

Antonia, una de las residentes más movilizadas, encapsula el sentir del bloque en unas declaraciones tan sosegadas como contundentes: “Entre los vecinos hay niños, jubilados de con pensiones obreras que con su trabajo levantaron este país, personas que llevan generaciones y son más castizas que el cocido, migrantes, gitanos del Rastro, una de las últimas tiendas de cómics que resisten en la ciudad, guionistas, músicos, autores... Representamos a ese tejido social que ha hecho tan atractivo este barrio. Paradójicamente, tanto que ahora un fondo buitre quiere comprar el edificio y echarnos. Pero este es nuestro hogar. Ellos representan la codicia. Nosotros somos vida, somos el barrio”.

La responsabilidad del pequeño propietario

Blanca es la hija a la que esos padres alertaron de unos hombres trajeados. Su progenitor lleva 69 años en el edificio y 43 viviendo con su esposa en la casa donde Blanca nació. En un primer momento se mostró escéptica, pero aun así llamó a una de las caseras (el edificio es todavía propiedad de varios hermanos, uno de los cuales vive incluso en él). Cuando Blanca le trasladó el motivo de su contacto, la mujer empezó a mostrarse esquiva y a “asegurar que estaba en el Metro así que no podía hablar”.

Representamos a ese tejido social que ha hecho tan atractivo este barrio. Paradójicamente, tanto que ahora un fondo buitre quiere comprar el edificio y echarnos

Es lo que empujó definitivamente a los residentes a organizarse: crearon un grupo común de WhatsApp, reforzaron la asesoría recibida por el Sindicato de Inquilinas e iniciaron la búsqueda de asistencia legal. Finalmente su abogada va a ser Alejandra Jacinto, exdiputada en la Asamblea de Madrid con gran trayectoria jurídica y activista en el ámbito del derecho a la vivienda. Quieren luchar con todas sus fuerzas y sus armas porque hay mucho juego.

Los padres de Blanca pagan 300€ euros de mensualidad gracias a su alquiler de renta antigua, salvo los meses en que les cargan el agua y la cuantía asciende a 320. No quieren ni imaginar cuánto podría alcanzar si no les renuevan el contrato. Y todo ello en caso de que Elix Rental Housing Socimi II no fomente la marcha de los inquilinos con condiciones todavía más perniciosas para favorecer el aterrizaje de alojamientos turísticos.

María Jesús, propietaria de la zapatería que ocupa uno de los locales comerciales del bajo, cuenta que el casero que habita el bloque “se hace el loco” cuando la ve a ella o a algún vecino. El caso de esta zapatera de larga tradición familiar es excepcional, ya que anunció la liquidación del establecimiento un año atrás, sin relación directa con la aparición de Elix. Pero se solidariza con el resto de vecinos y con Santi, dueño de la tienda de cómics El Coleccionista, un comercio directamente afectado por este volantazo en la propiedad.

Superhéroes ante su peor villano

Santi paga un total de 1.500 euros al mes por su local y su vivienda de alquiler, donde vive con su pareja y su hijo. Se resigna, asume incluso, una venidera subida de estos precios si la llegada de Elix se consuma. Pero todo tiene un límite: “Puedo pagar un poco más, pero a partir de cierto punto tendré que buscarme otro sitio”. El problema, claro, es que el metro cuadrado cada vez es más caro en Lavapiés. Para la mayoría de afectados encontrar un nuevo hogar supondría también un nuevo barrio, incluso una nueva ciudad. “Yo vivo en Móstoles y ya estoy pagando 800 euros”, menciona Blanca.

Santi tendría que buscar una nueva casa para su familia, pero en su caso también para sus cuatro empleados y sus miles de tebeos. En El Coleccionista la emoción de las viñetas traspasa el papel. Las paredes de la estancia apenas tienen huecos que no estén cubiertos por una estantería y las estanterías apenas tienen espacios no ocupados por un cómic. En varias mesas se levantan torres de celulosa, de las que cada planta puede ser un número insólito o un clásico conservado con mimo. Una maraña de páginas aparentemente indescifrable, salvo para Santi y los suyos, que acaban dando con hasta el último ejemplar de la serie más recóndita de la que disponen.

Durante la visita de este medio cuentan, de hecho, con una prueba de fuego. El escritor superventas Juan Gómez-Jurado se pasa por la tienda en busca de varios regalos. No reproduciremos las solicitudes para no chafar la sorpresa al destinatario, pero le espera un muy feliz cumpleaños. Mientras Santi atiende todas las peticiones que el autor de Reina Roja le comunica muy amablemente, uno de sus empleados responde más preguntas de este periódico.

Jesús lamenta la situación a la que está llegando el bloque, que achaca a “un problema generalizado y social con la vivienda por parte de quienes mercadean con ella sin ninguna humanidad”. Retoma ese durísimo panorama que le espera a quienes se vean abocados a abandonar Tribulete. Especialmente a personas como los padres de Blanca, con 71 y 65 años respectivamente. Su conclusión es descorazonadora: “Hay quien no buscará un nuevo lugar donde vivir, sino donde morir”.

La gravedad de sus palabras contrarresta con una distendida conversación posterior con Gómez-Jurado, en la que comparten anécdotas sobre la visita a España de Will Eisner (creador de The Spirit, icónico personaje del género policiaco en el noveno arte). Jesús, Santi y el resto de superhéroes anónimos del edificio tratan de seguir con sus vidas a la vez que se organizan para salvarlas de un enemigo que ni siquiera respeta a los cientos de villanos encerrados en los cómics de esta tienda.

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