La escena tiene lugar en el número 6 de la calle Sombrerería, en el corazón de Lavapiés. Mientras Luz atiende las preguntas de este medio, a su librería Tráfico de Libros llega Paco. Podría decirse que es un cliente habitual, pero se trata más bien de un visitante o acompañante que pasa muchas mañanas conversando con ella. Le cuenta sus achaques, sus problemas y sus recuerdos. Luz le escucha, le rebate algunas opiniones y comparte sus propias preocupaciones.
Quizá debido a este tipo de intercambios, tan puros y sinceros, Luz se considera “incapaz de venderles libros a las personas mayores”. Es por ello que ha implantado un sistema inaudito: los mayores pueden utilizar la tienda como una biblioteca. Solo tienen que acudir y seleccionar los ejemplares que deseen. Luz no les requiere una señal, no les pide un documento que acredite su edad ni les pone una fecha de devolución: “Al entregarlo lo doy por perdido, lo último que quiero es generar esa ansiedad de tener que acabarlo para un día concreto. Si luego lo traen de regreso pues estupendo”.
Así, en caso de que una persona de edad avanzada desea comprar un libro para regalo o para quedárselo en propiedad puede abonarlo, pero de entrada ella misma propone a todos los mayores del barrio “que se lo lleven para leerlo con tranquilidad y ya luego lo devuelvan”. Pero Luz tampoco desea hacer de su iniciativa un estandarte, de hecho apenas la publicita: “No me gusta abusar de la caridad como propaganda”.
La librera quiere ir un paso más allá y ya planea adquirir unas lupas de gran tamaño y con luces LED. El objetivo es “que todo el mundo pueda leer aunque no tenga gafas, porque al final también son un objeto mucho menos accesible de lo que damos por sentado”.
Levantar un negocio piano, piano
Pero la faceta altruista no se queda ahí. El negocio abrió sus puertas hace dos meses con una curiosa particularidad: la estancia, no muy amplia pero acogedora, está coronada por un piano soviético que puede tocar todo aquel que lo desee. Luz lo compró expresamente para colocarlo en Tráfico de Libros y el éxito ha sido instantáneo: “Viene gente de todos los niveles, desde quienes prueban sin saber tocar dos notas hasta alumnos con sus profesores que dan clases, pasando por una asociación de chavales con síndrome de Down”.
Han surgido incluso conciertos improvisados en los que al piano se han unido violines y trombones. Luz insiste en lo difícil de la accesibilidad, en todos esos músicos que no tienen en casa un instrumento que precisa de tanta inversión: “Se trata de acercar la cultura a todo el mundo”.
Tráfico de Libros nace de su tesón. Luz consigue los libros a través de donaciones y por medio de otra librería con la que colabora a cambio de género. Además de regentar el negocio, tiene otro trabajo con el que paga las facturas. También cuida de su padre, que sufre daño cerebral desde hace 10 años y a veces le acompaña en la tienda. Y es madre de una niña que le sirve de motor para sacar adelante un proyecto así: “Ojalá vaya bien, que mi hija pueda decir orgullosa que tiene una madre librera”.
Ya lo es, ya lo puede decir, pero Luz cree que hasta que no viva exclusivamente de esto queda algo por rematar. Pese a tal acumulación de responsabilidades, se siente “afortunada” por poder llevar a cabo un proyecto así: “Mal lo están pasando en Gaza, lo mío es un lujo”.
Lo cierto es que no ha empezado con mal pie: “Mi objetivo estas primeras semanas era simplemente no generar gastos y hasta ahora lo estoy consiguiendo”, dice. La respuesta de la gente, a nivel económico pero sobre todo en lo que respecta a la calidez humana, le ha parecido “fantástica”. No es para menos ante un lugar que es a la vez librería, biblioteca, sala de música y “centro de reunión” para que las gentes del barrio combatan su soledad.
- Tráfico de Libros está en la calle Sombrerería, número 6 (Metro: Lavapiés, línea 3). Abre de lunes a viernes de 11.00 a 15.00 y de 17.00 a 20.00, así como sábados y domingos de 11.00 a 15.00. Más información y pedidos online en su web.