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Patrimonio Gráfico de Madrid

Patrimonio obliga a retirar el clásico letrero de Curtidos Baranda de la calle Santa Isabel

Desmontaje del rótulo de Curtidos Baranda

Antonio Pérez / Somos Lavapiés

17 de enero de 2023 13:15 h

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Desde este martes la calle Santa Isabel lucirá diferente al perder uno de sus referentes gráficos más icónicos: el acristalado rótulo de letras art decó de Curtidos Baranda, que lleva desde los años 50-60 del pasado siglo luciendo en su número 42 obra del maestro artesano Sicilia (Miguel Francisco García).

Patrimonio obliga a los actuales inquilinos del local, El Molino de Santa Isabel (Escuela de Música, Danza y otras Artes), a desmontarlo para concederles la pertinente licencia que deben tener para desarrollar su actividad educativa y comercial.

La dirección de la escuela ha hecho todo lo que estaba en sus manos para tratar de que el letrero se pudiera quedar donde está, pero el indulto no ha llegado y esta mañana se colocaba un andamio para su retirada, que se consumará a lo largo de la tarde.

Desde el proyecto Paco Graco (PAtrimonio COmún de GRÁfica COmercial) y la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico, encargados de recuperar los viejos rótulos comerciales que poco a poco van desapareciendo de las calles de las ciudades, poniéndolos en valor, Alberto Graco (Alberto Nanclares) lamenta la pérdida que para Madrid supone el adiós del cartel de Curtidos Baranda: “Va a desaparecer por pura burocracia. Se va con tristeza. No hay maldad, ni insidia. Es descorazonador”.

La burocracia a la que alude Graco no es otra que aquella que se remite a la legislación vigente y que, en atención a la protección integral que tiene el edificio en cuyo bajo se encuentra el local de la escuela El Molino de Santa Isabel, exige a las nuevas actividades que se instalen en él devolver el estado original de las fachadas para obtener una licencia de funcionamiento.

Como el inmueble, de finales del siglo XIX, lucía piedra sin más en su origen, la ley considera que la actual fachada, construida entre los años 30 y 40 -según apunta Alberto Graco- y rematada posteriormente por el gran rótulo de Curtidos Baranda, es un añadido que se debe retirar. Curtidos Baranda abrió sus puertas en 1928, siendo su primera rotulación de madera, para años después ser sustituida por la actual de cristal.

“Es una locura que una comisión de patrimonio fuerce la destrucción de un patrimonio para que otro prevalezca”, apunta Graco, quien asegura que, aunque los técnicos correspondientes hayan podido reconocer que el sentido común da la razón a los conservacionistas, no ha habido legislación a la que acogerse para justificar el deseado indulto del rótulo.

Madrid, una ciudad sin imagen

Para Alberto, el hecho de la retirada de este cartel resulta “muy representativo del lugar en el que se encuentra hoy en día la ciudad de Madrid”. “El patrimonio gráfico es ejemplo de la imagen que tiene de sí misma la ciudad. En la época de Álvarez del Manzano había una idea de reivindicar el casticismo, el Madrid de Arniches; más recientemente, con Carmena, se apostó por un neocasticismo y por vender la idea de que mola ser madrileño. Es difícil ponerse de acuerdo en la imagen que queremos dar de la ciudad, del paisaje que queremos que tenga, pero peor es que no haya ni un proyecto ni un sueño de lo que se quiere mostrar. Hoy Madrid no lo tiene”.

En cualquier caso, el desmontaje del rótulo de Curtidos Baranda no significará su destrucción. Si las dificultades técnicas con las que está seguro que se van a encontrar lo permiten, la idea que tiene tanto Alberto como los responsables de El Molino de Santa Isabel es la de colocar parte del cartel retirado en una de las paredes interiores del local.

Como su gran tamaño hace imposible que todo el rótulo permanezca en la escuela, la parte sobrante del mismo recalará en la nave que el proyecto Paco Graco tiene a las afueras de la ciudad, donde se almacenan los letreros comerciales que, como el de Curtidos Baranda, van rescatando y con los que Alberto pretende construir un futuro Museo de las Tiendas de Madrid junto a Jacobo Cayetano, la otra mitad de Graco. En 2019, una exposición en Arganzuela dejó entrever lo que podría llegar a ser ese museo.

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