1956: el movimiento estudiantil antifranquista nace en San Bernardo
Compañeros, compañeros, -¿Quién os mandó protestar?Teníais libros profundos –y ciencia para estudiar,Teníais un Sindicato –si os queríais sindicarSindicato, cato, cato –Sindicato NacionalDe estudiantes sindicados “por su propia voluntad
El romance de los estudiantes presos
Frecuentemente vemos discurrir manifestaciones por la calle San Bernardo. Las más – últimamente – tienen parada en el Ministerio de Justicia. Algunas buscan desembocar en la Puerta del Sol también. Rescatamos hoy unas protestas ocurridas allí durante el mes de febrero de 1956 que mantuvieron a todo el país pendiente y supondrían el inicio de la contestación universitaria al Régimen.
Por aquel entonces, en el viejo edificio de la Universidad Central en San Bernardo, quedaba aún, renqueante y superpoblada, la Facultad de Derecho. En menos de un año se acabaría de construir la actual de Ciudad Universitaria.
1956 es el año en el que España entra en la ONU y Estados Unidos manifiesta su intención de que ingrese también en la OTAN. Los peores momentos de necesidad y represión de la posguerra están cesando. Abren cineclubes, vuelven emigrados y algunos hijos díscolos de la burguesía franquista coincidirán en espacios de sociabilidad con abiertos opositores al régimen.
Inmediatamente antes, en 1955, cuando apenas ha levantando cabeza la universidad de la cruda depuración franquista, se organizó un homenaje a Ortega y Gasset, coincidiendo con su muerte. Ortega era tenido por liberal por la oficialidad franquista. Mientras, se ponía en pie un Congreso Universitario de Escritores Jóvenes, bien visto por Pedro Laín Entralgo, rector de la universidad. El congreso fue finalmente prohibido, pero sembró la semilla de los acontecimientos que se habrían de producir en 1956.
Dentro del emergente movimiento universitario de contestación se congregaban nombres hoy conocidos como Ramón Tamames, Enrique Mújica, Fernando Sánchez Dragó o Javier Pradera.
En estos intentos de renovación, que pusieron en el punto de mira del ala dura del régimen al ministro de Educación aperturista Ruiz Jiménez, militaban también una serie de muchachos nacidos de las entrañas del mismo. Son los Dionisio Ridruejo, Miguel Sánchez Mazas, Juan Sebastián Garrigues o José María Ruiz Gallardón. Resulta curioso hoy encontrarlos involucrados en las mismas páginas de la historia que a los Jorge Semprún, responsable de estudiantes del Partido Comunista, Juan Antonio Bardem o Alfonso Sastre. Significativamente, un comunicado que saldrá del entorno de la universidad el 5 de abril, después de las detenciones por los sucesos que estamos viendo, estará firmado por “nosotros, los hijos de los vencedores y de los vencidos”.
Parte de este grupo – en realidad Mújica, Pradera y Tamames - redactó un documento aperturista, que mentaba la Declaración de Derechos Humanos antes que ningún texto revolucionario. Fue concebido en el café La Mezquita, actual cafetería Santander (en la Plaza de Santa Bárbara). Fue leído en todas las clases,que pararon para discutirlo, y firmado por tres mil estudiantes.
El escrito, que se repartió el primer día de febrero, era un llamamiento a la formación de un Congreso Nacional de Estudiantes y un intento de romper el SEU (Sindicato Español Universitario). Sus prebostes reaccionaron suspendiendo las elecciones sindicales del 7 de febrero. Posteriormente, se decretará también la suspensión de las clases y se declarará el Estado de Excepción en todo el país.
Estas decisiones represivas supusieron, el mismo día 7, la salida en manifestación de los estudiantes, por primera vez desde la Guerra Civil, por la calle San Bernardo y hacia el Ministerio de Educación.
El 8 de febrero, mientras se discutía en las aulas sobre el documento, los falangistas irrumpieron en la universidad provistos de porras, palos y calcetines llenos de arena. Amedrentaron a los estudiantes, los golpearon y arrasaron con el mobiliario de la facultad. Los estudiantes, lejos de quedarse quietos, respondieron atacando los locales del SEU, arrancando el escudo y otros símbolos falangistas.
Al día siguiente, y en un clima de crispación humeante, se había de conmemorar la muerte del falangista Matías Montero y, provocativamente, se anunció que se celebraría una misa en la Facultad de Derecho. Cuando un grupo de estudiantes de Falange regresaba de la manifestación conmemorativa, por la calle Alberto Aguilera, otro grupo de estudiantes contrarios, que había salido de nuevo en manifestación por San Bernardo, se les enfrentaron.
Se produjeron encontronazos y un disparo – no se sabe si de un policía o de otro falangista por error – alcanzó a un joven derechista de 18 años. El estado de salud de Miguel Álvarez se convirtió en un asunto de interés nacional en la España de Franco, convirtiéndose en asunto de interés propagandístico. Finalmente Álvarez no moriría, pero estuvo mucho tiempo en estado grave.
Falange clamaba venganza. Arriba y otros diarios franquistas agitan el fantasma del anticomunismo y empezó a cundir el miedo ante la posibilidad de que se produjera una noche de los cuchillos largos en Madrid. La cosa no era para menos, parece que una lista negra con medio centenar de nombres corría de mano en mano en círculos falangistas. En ella figuraban, incluso, los nombres del ministro de Educación Nacional, del rector y de Torres López, decano de la Facultad de Derecho que, atemorizado, huyó a París.
El generalato franquista hizo lo posible por sujetar la situación mientras se sucedían interrogatorios a los estudiantes participantes. Pronto son detenidos Dionisio Ridruejo, Ruiz Gallardón, Múgica, Tamames…Son destituidos Ruiz-Jiménez, Laín Entralgo como rector, Fraga como secretario general técnico y el Ministro del Movimiento, Fernández-Cuesta.
Algunos hombres del régimen intercedieron por sus cachorros, otros acabaron con los huesos en la Dirección General de Seguridad y en la cárcel (es el caso de los Sánchez Dragó, Julio Diamante y otros). Pronto se hablaría de Los 30 de Carabanchel. Varios de los implicados eran estudiantes de clase media-alta cuyos padres eran prohombres del régimen y finalmente el juicio se anula in extremis.
Los hechos dan como resultado una reacción del Régimen, que frena los tímidos impulsos aperturistas desde dentro. El franquismo se enrocará en torno al Opus Dei. Pero también suponen una grieta en el dique del Movimiento a través de la cual fluiría el naciente movimiento estudiantil.
Ya definitivamente lejos de la vieja universidad de San Bernardo – la propia Facultad de Derecho se trasladaría inmediatamente a la Ciudad Universitaria –nacerán nuevas células activas en la universidad, como la Asociación Socialista Universitaria o el Frente de Liberación Popular (los célebres Felipes).
Los sucesos de 1956 en San Bernardo son el preámbulo de un relato, la prehistoria cercana de las tantas veces contadas carreras delante de los grises.
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