El pasado martes, 7 de febrero, murió la poeta Isabel Escudero (Quintana de la Serena, 1944-Madrid, 2017), vate de la poesía de aroma popular, a la manera de aquella transmitida boca a boca a través de generaciones. Cultivó esta poesía, aparentemente sencilla pero de gran sedimento intelectual, en la academia (era profesora en la Facultad de Educación, en la UNED), y, claro, donde las cosas populares suceden y se transmiten: en la calle y los cafés.
En 1984 publicó su primer poemario, Coser y cantar, al que siguieron otros trabajos como Razón común = Razón poética, Digo yo. Ensayos y cavilaciones , Cancionero didáctico: Cántame y cuéntame, Cifra y aroma, Fiat umbra, Gorrión, migajas... o Nunca se sabe.
Podemos situarla en la generación libertaria que habitó Malasaña, que vino con mucho menos ruido que los chicos de la movida pero con profundo eco, con los Chicho Sánchez Ferlosio o Agustín García Calvo (su compañero durante cuarenta años). En grupo anduvieron por La Aurora, donde ella abrió los jueves las Tertulias del Amor. En el café Manuela también la conocían bien: tertulias (la del Amor, de nuevo), recitales, cantos, noches…
En 2011 anduvo por la Puerta del Sol, cuando la ciudad explotó en el ecuador de mayo. Esta semana se fue, a los 73 años, camino de ningún sitio: la añorada Acracia de las almas anarquistas ya la transitó en vida.