Adiós a la Sala Nasti

“Nos queda mes y medio antes de MORIR”. Con este lapidario mensaje, al que precedía una explicación más amplia, la Sala Nasti anunciaba este martes su final con fecha de caducidad: finales del mes de julio. Será entonces cuando la sala,uno de los emblemas de la noche de Malasaña, diga adiós para siempre.

La noticia saltaba con una publicación de los responsables del lugar en Facebook:

El final se venía venir: a finales del mes de mayo Somos Malasaña descubría un anuncio en el que se ofertaba el traspaso de la sala por 5.500 euros mensuales (con la imagen que ilustra este artículo). Un indicio de lo que luego sucedería.

El futuro del Nasti aún es un misterio. Lo van a llevar “un grupo de chicas que tienen locales en Chueca. No tengo ni idea de qué estilo van a llevar”, explica Chema García, uno de sus gerentes, en declaraciones a El País. “Nosotros seguiremos haciendo cosas relacionadas con la música pero no con la gestión de locales”, añade Carla García. La razón del fin: la crisis y la reducción del aforo máximo de 200 personas a 110.

La Sala Nasti nació hace 20 años con el nombre de Sala Maravillas y por ella pasaron algunos de los mejores grupos de la escena indie nacional. El primero de todos ellos fue el de una jovencísima formación de Granada llamada Los Planetas, que tuvo lugar el 17 de abril de 1993. En la celebración de su tercer aniversario, sus dueños ya veían negro el tema financiero: “Nuestra clientela es de unos 18 a 25 años, universitarios con poco dinero. Se consume muy poco”, decían entonces. Y el redactor que firma estas líneas, habitual del lugar en aquella época y que cuadraba perfectamente con la descripción, lo confirma.

Todos los periodistas, grupos, disqueros y promotores de conciertos de la primera explosión indie se juntaban en el Maravillas. Australian Blonde, Sexy Sadie, El Inquilino Comunista, Señor Chinarro… y los muchos grupos del momento solían beber y tocar allí. La Sala Maravillas fue al ‘indie’ lo que el Rockola a La Movida y tiene incluso que ver con el Festival de Benicàssim (FIB), ya que sus dueños, Miguel y José Morán -junto con otros socios-, fueron los que luego montaron el que hoy es el macrofestival de música más conocido de España, que luego acabaron vendiendo.

El movimiento Free Nasti

Free Nasti

Hace cinco años, el celo municipal por las licencias puso en peligro su continuidad. En esa época cerraba a las tres de la madrugada en lugar de las seis habituales. Entonces, otro comunicado de sus responsables denunciaba la situación.

Entonces se popularizaron unas pegatinas que llevaron muchos habituales de las noches de Malasaña, con el lema Free Nasti, que se convirtió en un grito extensivo de defensa para todos los bares de copas de la ciudad. También circuló por la red un manifiesto que, años después, da buena muestra de cómo ha cambiado la zona, con referencias a comercios que acabaron cerrando por unas u otras razones. El último -antes del propio Nasti- fue El Bocho la pasada semana: