Son 'los últimos de Filipinas' del antiguo pasaje comercial de Fuencarral 77 y, aunque lo seguirán siendo hasta finales del mes de agosto, Joyería Monge ya tiene fecha de traslado y acuerdo con los nuevos propietarios del citado edificio para abandonarlo, dando así vía libre a estos para que inicien las obras de reforma total de este goloso espacio. Fuencarral 77 comenzará entonces a caminar hacia una nueva vida la cual, sin duda, transformará la realidad de cuanto lo rodea.
La Joyería Monge, con un contrato de alquiler de por vida, era el único de los comercios de antiguo que resistían en el corredor que une las calles Corredera Alta de San Pablo y Fuencarral. Cuenta Eugenio Monge, quien está al frente del negocio, que lleva toda la vida en Malasaña, que su padre y anterior dueño de la joyería nació en la calle Escorial, y que le va a dar mucha pena abandonar un local en el que lleva 33 años y que se empeñó en mantener abierto cuando todos sus vecinos fueron cerrando uno a uno, siendo el único de un edificio fantasmagórico y hoy en día extemporáneo; de un edificio que el Estado, su anterior propietario, fue dejando morir no se sabe bien por qué razón.
Desde que el pasado mes de septiembre de 2015 se supo que el fondo de inversión estadounidense GreenOak Real State había adquirido el edificio a la Tesorería General de la Seguridad Social por 21 millones de euros, Monge esperaba que los nuevos propietarios movieran ficha y hablaran con él sobre su futuro. Finalmente, lo han hecho a través de Aguirre Newman, la consultora que gestiona por ellos Fuencarral 77 y, según afirma, han llegado a un buen acuerdo para ambas partes, pero un acuerdo que no le da la posibilidad de seguir en el pasaje una vez se realicen las obras de acondicionamiento que se van a llevar a cabo.
Monge reabrirá su negocio en Fuencarral 141, en un local a pie de calle entre las glorietas de Bilbao y Quevedo. GreenOak Real State, por su parte, convertirá el edificio en un lugar de pisos -en sus plantas superiores- y comercios -a lo largo y ancho del actual pasaje.
Al parecer, el fondo estadounidense aún no tiene claro cómo será el proyecto que levantará en el espacio adquirido, pero éste deberá respetar los elementos singulares del edificio protegidos por patrimonio, como es la fachada que da a Corredera Alta de San Pablo y las escaleras de acceso a las plantas superiores destinadas a viviendas, entre otros. Lo que sí habría descartado es la idea original que tenía de habilitar como hotel parte del edificio, debido a la imposibilidad de construir un párking subterráneo tal y como la ley les exigía.
El efecto transformador en el entorno del edificio, que una operación de este tipo acarreará, está por ver. Sin embargo, podría servir para animar la tantas veces anunciada prolongación de la zona peatonal de la calle Fuencarral hasta Tribunal, una idea que el anterior Ayuntamiento veía con buenos ojos. También, el futuro y renovado pasaje, con el tipo de comercio que allí se instale, podría ejercer de cuña comercial hacia el corazón de Malasaña, con lo que eso supondría en cuanto a presión sobre los precios del alquiler de los ya de por sí cotizados locales cercanos a ese área.
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