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Adiós a Frutería Andrea y a la saga familiar que durante 88 años atendió a los vecinos de Malasaña

María Antonia Santibáñez, frente a su frutería de Espíritu Santo, con una foto de su madre Andrea, que comenzó el negocio en la plaza de San Ildefonso

Diego Casado

30 de julio de 2023 15:56 h

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La que es probablemente la frutería más longeva de Malasaña y sin duda la más rockera de toda la ciudad echa el cierre en la calle Espíritu Santo. Este lunes, 31 de julio, se despedirá de los que han sido sus clientes del barrio durante más de medio siglo, abocada a un final por la competencia desigual que las grandes superficies de alimentación ejercen en el barrio.

Frutería Andrea llevaba abierta desde el año 1958 en la calle Espíritu Santo, aunque su historia hay que buscarla más atrás, cuando los comerciantes de esta zona del centro de Madrid despachaban el género en el antiguo Mercado de San Ildefonso y en sus alrededores. Allí empezó a despachar en 1935 una pequeña Andrea Santibáñez Álvarez con tan solo 8 años de edad, que acompañaba a su madre en su puesto de venta de tomates.

Andrea creció y tomó el negocio familiar en este espacio de Malasaña donde los puestos callejeros se mantuvieron durante décadas y se extendían también por la Corredera.

Cuando pasó los treinta años de edad, decidió abrir su propia tienda en la calle Espíritu Santo. Fue el inicio de Frutería Andrea, un negocio que obtuvo la licencia municipal pertinente en el año 1964, como muestra el documento oficial que mostramos bajo estas líneas. La actividad había comenzado un poco antes, en 1958.

Andrea, madre soltera, cedió el negocio a su hija María Antonia en el año 1990, que desde entonces se ha encargado de la frutería junto a su marido Julio. Ambos dieron un nuevo impulso al negocio, centrado en la calidad de sus productos, que vendían al detalle a los vecinos y también en algunos comercios del barrio para la elaboración de sus platos y bebidas.

En esa época llegó también el rock a la frutería, una de las pasiones de esta pareja que trasladó a la tienda, donde era común escuchar intensos riffs de guitarra mientras despachaban plátanos o lechugas. Luego apareció la ayuda de la última generación de comerciantes de esta familia, su hijo Julio, que ha estado acompañando a sus padres en la tienda hasta el último día, en el que anunciaron el cierre.

Cuenta Marian que la liberalización de horarios para el comercio fue lo que empezó a minar el futuro de este espacio: un negocio familiar competía en desigualdad de condiciones contra las grandes multinacionales que abrían minisupermercados en manzanas aldeañas y que ofrecían sus productos de lunes a domingo, a cualquier hora.

La llegada de dos grandes superficies de alimentación a Malasaña (primero el Lidl de Fuencarral, luego el Mercadona con entrada en Corredera) han dado la puntilla a un pequeño negocio de varias generaciones que baja la persiana este 31 de julio. “No nos dan las cuentas”, explican a Somos Malasaña. Coincidiendo con este día habrá un pequeño acto de despedida y de agradecimiento a todos los vecinos que han apoyado durante tantos años la frutería. Será a partir de las 17.30 de este mismo lunes en su local.

Esta clausura será la última de Espíritu Santo, una calle en constante cambio y con cada vez menos sabor a la Malasaña que huele a barrio. Puestos de café de especialidad, tiendas de CBD o helados con sabor a cóctel pueblan ahora un lugar en el que hace dos años desapareció la clásica pastelería Diadema, la tienda de salchichas y embutidos de Teo y Celia (hace algo más) y la cafetería Dominó, en su cruce con Corredera. El local del número 22 -cuenta Marian- tuvo antes de la frutería muchos pasados. Llegó a ser hasta un aparcadero de motocarros. El futuro que depara a este lugar lo veremos en los próximos meses.

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