Aleatorio Bar o cómo no le puede gustar la poesía a todo el mundo

Se podría decir que el Aleatorio (calle Ruiz, 7) es más un centro cultural nocturno donde se puede beber que un bar de copas al uso y, en cualquier caso, es una barra de versos, principalmente, y un lugar de encuentro para el Madrid al que le gusta la poesía. Este espacio, que recogió en la zona el testigo del añorado Bukowski Club (2006-2013) y del posterior Diablos Azules, cumple esta semana un lustro de vida, que celebra con un completo programa diario de propuestas gratuitas entre el 26 de febrero y el 3 de marzo.

El Aleatorio surgió del impulso del poeta Escandar Algeet, quien con sus amigos Marcus Versus, Jorge Frontela, Carlos Salem, Alan Rashed y Pilar Jarillo se atrevió a soñar y a llenar de cultura este espacio que, si bien destaca por su apuesta decidida por la poesía, también acoge exposiciones, teatro y otros tipos de literatura.

“En realidad, estamos abiertos a toda propuesta artística que no precise de instrumentos musicales, dado que por cuestiones de licencia no podemos acoger conciertos, y que se desarrolle con entrada gratuita”, comenta un Algeet que aterrizó en el año 2005 en Madrid, procedente de su Palencia natal, en busca de fortuna en el mundo audiovisual y que, sin embargo, ha visto cómo su parte artística que más ha prosperado ha sido la de hombre de letras.

Aunque ahora es habitual ver colas de gente a las puertas de El Aleatorio un día cualquiera de recital entre semana, cuenta Escandar que los comienzos no resultaron sencillos y que, como programadores, tardaron cerca de dos años en conseguir cerrar carteles mensuales para así poder publicitar con tiempo y bien las distintas propuestas culturales que ofrecen, que tratan siempre que sean lo más diversas posibles y que, además, rompan las barreras de la edad e interesen y reúnan a gentes distintas.

“Hay muchísima gente haciendo poesía con el corazón”

“Hay muchísima gente haciendo poesía con el corazón”

Pocas personas son las que dudan de que este espacio de Malasaña es, en la actualidad, uno de los culpables del boom del gusto por la poesía que se percibe entre gente muy joven, tanto en su faceta de autores como de consumidores. Preguntado por cómo explica esta querencia por los versos que, lejos de ser repentina, se ha venido gestando durante años -muy vinculada a este barrio- en otros locales como el suyo, en pequeñas editoriales, a través de revistas autoeditadas, de blogs y de redes sociales, Escandar Algeet corrige la pregunta, apuntando que lo que no entiende es “cómo no le puede gustar la poesía a toda la gente” si, además, “vivimos en un mundo de mensajes comprimidos y, qué más comprimido que la poesía, que nos invita a jugar con las palabras, algo que casi cualquiera puede hacer; porque una buena poesía la puede escribir cualquiera, 100 buenos poemas seguramente ya no, pero sí al menos una y ese hecho de estar al alcance de cualquiera hace también más atractivo el juego”.

Por muy vinculado que pueda estar a una poesía joven, en el Aleatorio uno también se encuentra con lecturas de clásicos y sus propietarios se esfuerzan por que autores de otras generaciones y poetas consagrados se dejen caer por este espacio y participen en esa fiesta de la poesía y del arte que se produce a diario en el local. “Hay quienes aceptan con gusto y quienes no quieren venir al no estar dispuestos a recitar en un bar. También hay quienes reniegan del tipo de poesía que se supone que alguien se puede encontrar en un local de copas y entre autores en su mayoría noveles, pero el talento es el talento y para mí cualquier forma de tener un primer encuentro con la poesía no solo es válida sino deseable. Hay muchísima gente haciendo poesía con el corazón y eso es lo que cuenta”.

Recuerda Escandar Algeet que en estos cinco años de Aleatorio por su local han pasado poetas como Manu Menem, Pilar Astray o María López, por citar solo a algunos autores que hoy tienen ya cierto nombre y que, prácticamente, comenzaron su carrera en el Aleatorio. “Es algo que me llena de satisfacción”, confiesa un Algeet que ha visto despegar su propia trayectoria como poeta en un caldo de cultivo similar, solo que años atrás, el del ya citado Bukowski Club, donde, según afirma, se juntó “gente muy distinta que quería aprender de gente que hacía cosas muy distintas”.