Amaniel: música, cerveza, historia

Amaniel es larga y diversa, va desde la Plaza del Conde de Toreno a la calle Conde Duque. Antes de llegar a puerto se junta en un momento dado con la Travesía de Conde Duque, Ponciano, Noviciado y prosigue su camino, no sin antes cruzarse con San Vicente Ferrer y la calle de la Palma.

El nombre y la historia

El nombre lo hereda la calle de Lope de Amaniel, ballestero y guardés de la finca de caza de Enrique II (S. XIV). En tiempos, la zona fue una gran arboleda donde abundaban los osos y los jabalíes y no fue hasta tiempos de Felipe IV cuando la zona se deforestó y urbanizó.

Antaño en la entrada de la calle, en Conde de Toreno, que se llamó antes plazuela de Capuchinos, hubo una fuente que se llevaron con la construcción del metro. En frente justo está lo que fue sucesivamente jardín de un famoso Noviciado de jesuitas que hubo en el lugar (el que da nombre a la calle) y Universidad después de la desamortización de Mendizabal. Aún hoy es el Paraninfo de San Bernardo.

Andando calle arriba dejamos a la derecha la Plaza de las Comendadoras, una de las más bonitas de Madrid en la que Benito Pérez Galdós situara la acción de su conocida novela Miau. La plaza tal y como se nos aparece hoy, con esa fisonomía como de adusto patio de vecinos, data del XVIII, momento de la reforma del convento llevada a cabo por Sabatini. Pero de las Comendadoras daremos más información en un artículo para ella sola. Lo merece.

Según nos acercamos a Conde Duque, nos llamará la atención un gran edificio de ladrillo actualmente vacío. Es la antigua fábrica de la Mahou. Semejante santuario de la cerveza madrileña por excelencia se construyó en 1892 y fue en su día una de las industrias más modernas de la capital por sus compresores frigoríficos. En los sesenta, la Mahou se mudó al Paseo Imperial y, tras una remodelación, el edificio lo ocupó el Archivo Regional, hoy en otra fábrica de cervezas, las de el Águila en Delicias. Ahora mismo está sufriendo una nueva remodelación con elementos arquitectónicos modernos de metal para albergar el museo ABC de dibujo e ilustración.

...y la calle ahora.

Cuando uno camina por Amaniel, a escasos metros de Plaza de España, a menudo escucha el martilleo de las cuerdas de un piano o un ensayo aplicado con una tuba. Hay que traspasar una puerta

con barrera para coches frente al caserón antiguo del número siete para encontrar un montón de jóvenes músicos, muchos con sus mamás, que les traen desde distintos puntos de Madrid. Allí está el conservatorio de Amaniel, donde antes -contábamos- hubo un noviciado y la universidad.

La plaza que

se forma, entre una escuela de práctica jurídica, los dos edificios del conservatorio y el Instituto de España, supone un lugar muy agradable, lleno de gente joven y notas musicales. Claro que si en lugar de un parking el espacio alrededor de la impresionante encina centenaria que ocupa el centro fuera un parque, la cosa mejoraría aún más.

Dos jovenes alumnos cuentan que “el conservatorio es uno de los mejores de Madrid y que les gusta venir aquí porque la zona es bonita”. La mayoría son vecinos ocasionales del barrio, vecinos al otro lado de una valla.

Pasada la plaza de las Comendadoras y antes de llegar al edificio de la Mahou encontramos El Cangrejero, un sitio de los de conservas y caña bien tirada donde pervive la memoria de la cerveza en el barrio, la Mahou que la familia de Ángel, el barman, lleva tirando desde los años treinta. En Amaniel caben las tascas de época y los restaurantes de inspiración americana, como la coqueta hamburguesería del numero veinte.

Al llegar a la fábrica de cervezas nos percatamos de que unas extrañas pinturas decoran de manera salteada algunas ventanas. Aunque al principio pueden descolocar, la verdad es que se trata de unos rostros curiosos que alegran el siempre triste paisaje interior de un edificio vacío.

La calle es un collage de arquitectura de distintas épocas y rincones inesperados: en el número seis, a la altura de Comendadoras, existe una intresante corrala, un pueblo en pleno Madrid, (Carlos Osorio nos lo descubrió); el microcomos ajeno al vecindario del antiguo jardín del Noviciado; los edificios seminuevos del tramo posterior a Noviciado; la fábrica de cerveza... Una calle para mirar tras los muros, puertas y ventanas.