Pocas calles de las dimensiones de Ballesta gozan de tanta (mala) fama en Madrid. Ballesta, es, seguramente junto con Montera, la primera referencia que desde hace muchos años viene a la cabeza al mentar la prostitución callejera. Años atrás, un Madrid más oscuro conoció numerosas mancebías en Ballesta. Con el tiempo se hicieron “night-clubs” y, hoy, aún en franco retroceso, sigue siendo sitio “de ir de putas”.
Cuentan que el nombre – el mismo que luce ya en el plano de Texeira – le viene de una historia relacionada con un caballero tudesco que instaló en un corral de la zona un campo de tiro de ballesta con animales en el siglo XVII. Un jabalí herido mató a un chico y esto ocasionó el cierre del corral, pero la historia quedó en la memoria y en la manera en como los madrileños han llamado a la calle desde entonces.
Los tudescos eran los alemanes, miembros de la corte Habsburgo, que habitaron la zona, cuyo recuerdo se puede rastrear precisamente en una iglesia con esquina en Ballesta: San Antonio de los Alemanes. Debió ser pues la zona muy cosmopolita ya en tiempos, en contraste con el villorrio provinciano que era Madrid pese a la corte, pues los tudescos cogieron el relevo de los portugueses, que también abundaron la zona hasta la independencia del país vecino. También en el XVII, por allí se alojaron los embajadores holandeses, como se lee en los Avisos de Barrionuevo:
“El viernes, víspera de San Juan, entraron en Madrid los embajadores de Holanda…Son hombres con porte. Tienen la casa en la calle de la Ballesta, aderezada a lo católico, con cuadros de santos. Si los echaron a rodar en viéndolos, hasta ahora no se ha dicho”.
En Ballesta, sitios del casticismo que se le supone a la calle conviven con agentes de la modernidad indisimulada. Haciendo bandera de la primera categoría podríamos nombrar a Casa Perico, de la segunda – claro – la gente de Triball, que de hecho tiene por zona de acción el llamado “triángulo de Ballesta”. Casa Perico, en el número 18, lleva desde 1942 sirviendo tortilla de patatas, Triball
desde 2007 con su polémico proyecto de convertir la trasera de la Gran Vía en el barrio de la moda: algunos hablan de gentrificación y otros de rehabilitación, pero lo que es seguro es que la denominación de origen está haciendo fortuna en los medios de comunicación y ¡hasta en los del ayuntamiento!
Los vecinos con nombre de la Ballesta
Cabe imaginar que muchos son los habitantes ilustres que clandestinamente han transitado la calle, pero Ballesta ha tenido también importantes vecinos declarados, y escondidos... por motivos políticos.
Hacia mediados del XIX Ballesta acogió a Rosalía de Castro. La matriarca de las letras gallegas llegó a Madrid con sólo veinte años y se alojó
en casa de una familiar de su padre, en la planta baja del número 13. Allí, en 1857, publicó La Flor, su primer poemario y un año después se casó en la iglesia de San Ildefonso. En el siglo XX fue otro gran literato quien vivió en la calle, Ramón Pérez de Ayala, en una casa de huéspedes regentada por doña Trina, escenario donde comienza su novela La caída de los limones.
Hablábamos unas líneas más arriba de vecinos escondidos, refiriéndonos a O'Donnell , uno de los nombres más importantes de la política española del XIX. En casa de José Ceballos, en Ballesta, estuvo oculto nada menos que cuatro meses el militar-político y desde allí salió hacia los sucesos revolucionarios de 1854.
La calle de la Ballesta reclama ser algo más que la calle de mala nota por antonomasia, en el camino
muchas son las peleas que se libran, las que oponen distintos proyectos de mejora del barrio, todos con sus razones para defender lo indiscutible: que la zona de Ballesta merece de una vez un plan serio que le haga emerger a la altura de la zona privilegiada que es.