La de las Beatas es una calle con una sola orilla, que conforma uno de los lados de la Plaza de los Mostenses, con el edificio del mercado en el centro como un gran ojo vertebrador.
Recibió el nombre del beaterio o convento de Santa Catalina de Sena, situado en la antigua plaza de los Mostenses antes que el hoy también desaparecido convento de los Premostenses.
Se habla de que las beatas en cuestión, que no tenían clausura, eran muy modestas y paseaban su tocado blanco por los mercados y casas nobles de Madrid pidiendo limosna. Se cuenta que dos de ellas, de las más bellas, volvían un día por la calle Ancha de San Bernardo cuando el primer ministro de Felipe III, don Rodrigo Calderón, quedó prendado por su belleza y decidió seguirlas, pero ellas le rechazaron espetándole ante su insistencia altanera “tal vez se apague mañana la estrella que brilla hoy”. De la caída en desgracia y muerte en el patíbulo de Calderón ya hemos hablado en otras ocasiones.
La calle de las Beatas originalmente llegaba hasta San Bernardo, sumando a la actual callecilla la de Antonio Grilo, que es su continuación natural. El cambio de nombre del mayor tramo, acaecido ya en el XIX,
determina un hecho curioso: que la Travesía de las Beatas no dé a la calle que le dio nombre sino a Antonio Grilo.
La pequeña travesía es un rinconcito solitario sin más negocios que una discreta sauna gay. En su día llevó el curioso nombre de Aunque os pese. Según la leyenda el origen del nombre provino de una disputa por la compra de un molino de la propiedad de
García de Barrionuevo de Peralta, dueño de estas tierras en los inicios de su urbanización. Tras muchas disputas por el molino, un buen día uno de los tres pretendientes ordenó a un grupo de hombres demolerlo y, ante la resistencia de los otros dos, el primero pronunció las palabras lo demoleré aunque os pese. Ya tendríamos el origen del nombre. Días después, los otros dos pretendientes prendieron fuego a la cerca de madera que rodeaba el molino semi derruido y dijeron sal si puedes, frase que dio nombre a otra calle hoy desaparecida. Pero la leyenda aún da para más. Habiendo podido escapar del fuego, el primer hombre se encaró con los otros dos -que le aguardaban burlones- y les dijo ¡en hora mala vayas!, frase que dio nombre a la actual Travesía de la Parada.
En 1840, durante la gran remodelación del callejero que hizo el Marqués de Pontejos, se le cambió el nombre por considerarlo ridículo (como sucedió con otras vías como la del Tententieso).
Del crimen de la calle de las Beatas ya hablamos cuando nos referimos a la calle de Antonio Grilo. Fue
el primero en Madrid en el que un sacerdote fue sometido a un proceso civil saltándose la justicia eclesiástica, que acostumbraba a salvar al religioso. Sucedió en 1776 y cuentan las fuentes que el cura se enamoró de una mujer que le cosía la sotana hasta tal punto que, saltándose la sobriedad que se le supone a un clérigo, llegó a rondarla cantándole serenatas. Ante el comentario jocoso de un vecino, el cura montó en cólera y lo mató. Aunque la condena fue de muerte, el mismísimo Carlos III intervino para salvarlo.
La calle de las Beatas comienza en la esquina con General Mitre , con una gran portada en madera de aspecto desmejorado, la de Artes Gráficas Corrales, y acaba en el cruce con la calle del Álamo con la Taberna de La Villa. La imprenta data de 1858. Entre estos dos establecimientos tan castizos, encontramos un puñado de nombres de distintos continentes, acorde con la habitual gama políglota de la zona.
La calle de las Beatas, muy menguada hoy, mira desde su única acera el ir y venir de furgonetas del mercado de los Mostenses, integrada en el ecosistema de la plaza. Atrás quedaron querellas de caballeros, monjas y leyendas, que sólo han dejado rastro en su denominación.