Calle de los Libreros: tres nombres, tres vidas

Entre Gran Vía y la calle de la Estrella transcurre esta calle de bonito nombre. Existen muchas calles en el mundo - desde Alcalá de Henares a Bagdag - con las que comparte apelativo, y aunque el nombre de oficio suele denotar antigüedad, la calle ha llevado antes otros también muy conocidos entre los madrileños.

Tres nombres

Hacia 1925 se iniciaron las obras del tercer tramo de la Gran Vía con los consabidos derribos de manzanas y vías. Es este el momento en el que el trazado de la calle varía y deja atrás vidas anteriores muy apegadas a sus otros nombres: la Justa y Ceres.

La primera de sus vidas fue la de la calle de la Justa hasta 1893 (entonces era una con la del Pozo), y aunque en las inmediaciones de la calle de la Estrella ya existían algunas de las mancebías que darían mala fama a la calle en su siguiente etapa, tiene ésta una bonita historia que nos gusta más para caracterizarla:

Cuanta Julio Nombela que paseando por la calle de la Justa con Gustavo Adolfo Bécquer, vio éste en un balcón a Julia Espín, de la que quedó prendado. Más tarde aún volvió a pasear por allí con ella y hasta conoció a su familia, pero era ésta de mucha alcurnia para un periodistilla como Bécquer y la cosa no llegó a más. Julia Espín pasa, sin embargo, por ser la musa de las primeras RimasRimas del inmortal poeta.

La calle de la Justa es también una de esas calles de Madrid con famoso crimen que acaba en garrote vil, como la de Fuencarral... como tristemente famoso fue también otro crimen acaecido a sus puertas siendo ya Libreros durante la Transición, el de María Luz Nájera, estudiante que cayó muerta a manos de la policía en el transcurso de una manifestación en 1977.

La calle se llamó luego Ceres (diosa de la Agricultura) hasta la llegada de la Gran Vía. Entonces se dedicó a Constantino Rodríguez hasta que en 1943 la práctica diaria por fin se instala en la nomenclatura y se la llama calle de los Libreros, se dice que a propuesta de Pío Baroja quien, sin embargo, es bien sabido había dicho también que la calle podría perfectamente llamarse “calle del Amor”.

La calle de Ceres pasaba por ser una de las calles de peor nota y a la vez más literarias de la ciudad. Muchos fueron los escritores que la frecuentaron y que - aparece desde en Luces de Bohemia hasta en la obra de Gutiérrez Solana - la inmortalizaron negro sobre blanco. Se dice que la calle era una sucesión ininterrumpida de casas de mala nota a donde acudían soldados, gentes provenientes de provincias y suponemos que, en general, todo tipo de hombres en busca de oscuridad y sexo casual.

Estudiantes del tres siglos

La Librería Salamanca, la de La Merced, La Casa de la Troya, la Librería Madrid, La Fortuna y la Librería Alcalá son las supervivientes de la ubicuidad de las grandes superficies y la pérdida de las costumbres. Estas cinco librerías (fueron 11 no hace tanto tiempo) siguen, sin embargo, luciendo sus característicos carteles de venta de libros de texto: que si aquí se venden los libros técnicos, que si allá los textos de la UNED, que si en la otra los libros usados... La última de Ken Follet por supuesto también está y descansa en sus escaparates.

Entre las que ya no están hay que citar a Doña Pepita, que fue quien a finales del XIX puso en práctica por primera vez el uso de vender los libros del año anterior de la vecina Universidad Central. Entre las librerías que quedan destaca La Casa de la Troya, fundada en 1930 por una doncella de Doña Pepita. Hoy ya no hay el trasiego de antaño a principio de curso, aunque la calle de los Libreros sigue siendo un buen sitio para encontrar libros de texto baratos.

La calle ha sido recientemente peatonalizada (los últimos adoquines están llegando a la calle de la Estrella) y en el pavimento se han colocado franjas con un original adorno tipográfico que es un buen homenaje a la más digna de las tres vidas que ha vivido la calle.