La zona cero del cómic y la fantasía en Madrid –el área de las calles de la Luna y de la Estrella– llora estos días el cierre de una de sus establecimientos más míticos: Crisis, la tienda decana del lugar después del cierre de Madrid Cómics en 2022.
La tienda abrió en 1988, cuando no había ninguna otra del sector en la calle de la Luna y la trasera de la Gran Vía atravesaba una crisis reputacinal. Miguel Rodríguez, dueño del establecimiento, se jubila y echa la persinana, según ha declarado en El Periódico de España, que daba la noticia del cierre este fin de semana
Rodríguez empezó siendo un aficionado más y, luego, vendiendo cómics en El Rastro. En la entrevista con El Periódico de España recordaba lo que ha evolucionado el sector desde que abrieron, cuando había muy pocas tiendas de cómics especializadas en Madrid y la mayoría de la gente no había escuchado aún la palabra manga:
“Cuando llegaban aquí los clientes, poníamos cuatro tebeos, porque no se editaba prácticamente nada y en los paneles teníamos que poner cuatro y cinco ejemplares del mismo para llenar una pared. Salía un Astérix y llenábamos tres filas de Astérix, porque no había producto. Luego eso fue evolucionando, vinieron editoriales y empezaron a publicar”
La milla de oro del cómic madrileño queda huérfana, pero sigue muy viva. Solo en la calle de la Luna resisten otras cuatro tiendas muy bien conocidas por los amantes del fantástico, juegos de mesa, funkos y, por supuesto, los cómics. A sumar, otras en las cercanas calles de la Puebla, la Estrella o San Bernardo.
“Alguien puede pensar que cuantas menos tiendas de cómics seamos más repartiremos. Nosotros preferimos verlo como algo comunitario que beneficie al grupo y desde luego, las pocas que han cerrado nos han dejado tocados”. Así se manifestaban los rectores de Madrid Comics en una entrevista publicada en Somos Malasaña un tiempo antes de cerrar, por su 30 aniversario.
Pensar que el cartel de se vende que actualmente aparece en el local de Crisis está ahí por el ciclo vital de una tienda y no por razones que tienen que ver con el propio nombre de la misma anima a pensar que, en la trasera de la Gran Vía, hay espacio para la fantasía para rato.