La calle Espíritu Santo de hoy en día poco tiene que ver con la de hace casi cuatro décadas y, sin embargo, en el número 6 de ambas podríamos encontrar, saltando en el tiempo, a la Pastelería Diadema. Se trata de uno de esos comercios tradicionales de los que a menudo sólo hablamos para anunciar su desaparición tras muchos años de servicio a los vecinos del barrio pero que hoy, afortunadamente, citamos con motivo de su 38 cumpleaños, a modo de pequeño homenaje y en representación de otros tantos establecimientos que llevan mucho tiempo entre nosotros.
Al frente de este negocio, el tercero más antiguo de los que hay actualmente abiertos en Espíritu Santo -tras la churrería y Pollerías Herrero- se encuentran Manolo y María Luisa. Este domingo, para celebrar su aniversario, repartirán gratuitamente entre sus clientes sus característicos buñuelos.
Diadema es un clásico de la zona y uno de esos locales de renta antigua que hay en Malasaña y que con la jubilación de los titulares de los contratos de arrendamiento suelen cambiar de manos. A Manolo le quedan todavía un par de años para jubilarse y cuenta que dos de sus cuatro hijos, criados prácticamente en la trastienda del negocio, están preparados para tomar el relevo y proseguir con la actividad cuando llegue el momento; eso siempre y cuando puedan llegar a un acuerdo razonable con la propiedad y la revisión del alquiler no acabe expulsándolos del local.
Cambiando con el barrio
Cambiando con el barrio
Cuando preguntamos a Manolo y a María Luisa por el secreto de llevar tanto tiempo abiertos, en un barrio con tanta rotación de comercios, no dudan en contestar que, además de que ofrecen calidad a precios moderados, se han sabido reciclar e ir cambiando con Malasaña.
Si Diadema antes era bien conocida por ese brownie que elaboran con la misma receta secreta del Hotel Ritz y por sus roscones -“los mejores del mundo”, según Manolo-, ahora le dan hasta al 'cupcake', aunque se sientan más orgullosos de sus cruasanes artesanos de mantequilla, la tarta de zanahoria, las empanadillas o las croquetas, entre otras cosas. “Hay mucho cliente nuevo, mucha variedad de cliente, y nosotros nos hemos ido adaptando a los distintos gustos de cada uno de ellos”, comenta Manolo rodillo en mano y sin dejar de preparar la masa de los cruasanes que servirá el día siguiente, una vez ésta haya reposado y, de esa forma, sufle. Por su parte, María Luisa añade que el estar situados en una calle como Espíritu Santo ha sido también vital para su supervivencia: “Se ha convertido en una de las calles con más vida del barrio, en la que está más de moda. Quién lo iba a pensar cuando esto estaba lleno de droga y botellón, y cuando tuvimos socavones de dos metros de profundidad delante de la tienda durante el largo tiempo que duraron las obras con las que cambiaron el pavimento de la calle”.
Manolo y María Luisa son también dos históricos del movimiento vecinal que allá por los años 80 del pasado siglo lo mismo organizaba competiciones deportivas y fiestas del barrio que patrullas ciudadanas durante la época más dura en la que la heroína hacía estragos entre la juventud y la inseguridad era el pan de cada día en las mismas calles que hoy pisamos sin temor alguno.
Si siempre hablamos de los comercios recién llegados y también de los que se van, justo es que nos acordemos de tanto en tanto de los clásicos que resisten y el día de su cumpleaños es un buen momento para hacerlo: ¡felicidades!