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El 15-M triunfa en Malasaña

Por Javi Roura

Por Javi Roura

El movimiento 15 de Mayo se enfrentó en la mañana del sábado a uno de los retos más determinantes desde su súbita e inesperada irrupción hace ya dos semanas. La continuidad de las reivindicaciones, el calado entre ciertos sectores de la población no concienciados y, en definitiva, la pervivencia del espíritu de Sol, pasaban, en gran medida, por la acogida, la participación y la relevancia que adquiriesen las más de setenta asambleas convocadas a las doce del mediodía en otras tantas plazas de Madrid.

Nuestro barrio respondió en masa ante la llamada de la Asamblea General, llegada desde el kilómetro cero. En Malasaña, ni el sol quiso perderse un acontecimiento para muchos insólito. Caía a plomo en la Dos de Mayo, pero ni el calor sofocante hizo mella en

la voluntad de todas las personas que ahí se congregaron. Antes de dar comienzo la recién constituida asamblea del barrio, el lleno era absoluto. Difícil tarea la de calcular con exactitud el número de participantes –hubo picos de hasta seiscientas personas sólo en el interior de la plaza-, aunque las dificultades para encontrar un hueco donde sentarse hicieron que hasta las escaleras de acceso estuvieran colapsadas.

“Nunca he visto esto en Malasaña”, comentaba nervioso un miembro de la asamblea. Micrófono en mano, -cortesía de una tienda de las inmediaciones- una decidida moderadora, un secretario que levantó el acta y un encargado de administrar los turnos de palabra, plantearon el orden del día, común a todas las reuniones simultáneas en la región. Esos puntos, decididos en asamblea en Sol –por consenso, como viene siendo habitual en esta joven #spanishrevolution-, buscaban, en definitiva, recabar las opiniones de los vecinos sobre dos puntos básicos: la permanencia de la acampada en la Puerta del Sol y las posibles propuestas encaminadas a crear un tejido reivindicativo en nuestro barrio.

Julia, vecina y estudiante de Biología, no quiso perderse la convocatoria. Desde el domingo 15 de Mayo, ha participado todos los días en las actividades de la acampada en Sol. Para ella, existen dos objetivos fundamentales de esta movilización: cambiar la ley electoral y terminar con la corrupción política. Está por la labor del consenso de mínimos que suena con fuerza entre los participantes, y cree que ha llegado el momento de abandonar el asentamiento. Este último punto será la causa de mayor controversia durante toda la mañana.

Inexpertos, pero voluntariosos, dos premisas quedaron claras antes de comenzar: una era el respeto absoluto hacia quien ejerciese su turno de palabra y la otra el uso de los ya famosos gestos para demostrar, sin causar alboroto, la conformidad o disconformidad con las opiniones manifestadas–los antebrazos en cruz y, sobre todo, las palmas en alto, se han hecho ya un hueco en el imaginario colectivo de los “indignados”.

En dos horas y media, hasta sesenta y cinco personas tomaron la palabra para dirigirse a un mar de sombrillas y gorros que, a duras penas, sobrellevaba el sol de este verano anticipado. Furtivos chorros de agua, botellas de mano en mano y de boca en boca y algún afortunado protector solar fueron aliados improvisados para que la ilusión no decayera en ningún momento.

La Puerta del Sol, con su micrópolis auto-gestionada y su ejemplo cívico, no sólo es un símbolo de este movimiento. Es también el aglutinador, coordinador y promotor de las principales iniciativas y un elemento de presión constante en cuanto constituye un foco mediático difícilmente eludible. Hasta ahí todos de acuerdo, pero poco a poco, cobró fuerza entre quienes intervinieron la alusión al factor desgaste. Desgaste físico, de aquellos que permanecen día y noche dando vida a un enorme engranaje de asambleas, administración e incluso lucha –legal y organizativa-; pero también desgaste social y mediático. Aparecen las primeras quejas de los comerciantes, y los políticos, que antes de las elecciones se mostraban condescendientes y empáticos, ya no ocultan su disposición a un desmantelamiento general de las jaimas.

Nuestros vecinos se mostraban conscientes y temerosos de que las personas que están en Sol puedan acabar quemándose, (“en todos los sentidos”, parece terciar el calor implacable) y, con ellas, el valor y la fuerza del 15M. Quizá, dijeron, llegó el momento de trasladar el grueso reivindicativo a los barrios, manteniendo Sol como un lugar al que volver siempre, hasta que se cumplan sus peticiones principales.

Eso piensa Ana, profesora universitaria, fotógrafa, y vecina de Malasaña desde hace más de veinte años. Admite haber seguido, admirada, el desarrollo del movimiento 15M desde sus comienzos. Incluso ha participado en la concentración del pasado viernes en contra de la carga policial en Plaza Catalunya. Ana le propone a la juventud que valore una retirada de Sol, a tiempo y por todo lo alto. “Sería una enorme victoria”. Ha llegado el momento, dice, de utilizar las armas de que disponen, pero fuera de la plaza.

El debate está servido. Marcharse con apenas un par de portadas de telediarios, pero sin ninguna perspectiva o garantía de cambio desde las esferas de poder, chirría en los oídos de muchos de los participantes. Pau no tiene nada que celebrar, se resiste a abandonar un lugar ante el que los políticos no pueden, aunque quieran, cerrar los ojos. Cree que hay que aprovechar el momento cumbre del movimiento para resistir, presionar y forzar compromisos por parte de los políticos; así como persistir en la labor de las asambleas populares, pero sin ceder terreno ni abandonar la plaza. Palmas en alto.

Al margen de la polémica, algo es evidente: la emoción, la ilusión y la esperanza se hacen palpables entre cada uno de los asistentes. Durante la mañana, se desarrollaron dos dialécticas paralelas: Una la ocupaba el propio debate, con su cruce constante de opiniones, contrarréplicas y matices. La otra, más significativa, no aparecerá en el acta. Porque, salvando los escollos uno a uno, aplaudiendo los avances y a pasito de tortuga, muchos coincidían en que una colectividad, hasta ahora aletargada, comenzaba su andanza ante la atenta mirada de Daoiz y Velarde. Se trata, como defienden varios vecinos, de la recuperación de una conciencia social- como un niño aprendiendo a caminar, que asegura con mimo cada pequeño logro pero, eso sí, con los ojos fijos en el próximo paso.

“Paciencia”, piden algunos. Es importante, dicen, no perder de vista las reivindicaciones globales, aún desde los barrios, aún lejos de Sol. Por eso, el primer consenso que aparece es el compromiso de apoyar la marcha de los parados hasta el Congreso el próximo 19 de Junio, en solidaridad con quienes han perdido su empleo y en protesta por la situación laboral en España. Aplausos sonoros, y Maruja toma la palabra. La septuagenaria presidenta honorífica de la Asociación de Comerciantes de Maravillas, emocionada, transmite un mensaje de orgullo y apoyo. “Bonita juventud, pensé que estabais dormidos”.

A las 13.20 en punto, Malasaña se pone de acuerdo: los portavoces del barrio llevarán a la Asamblea General la propuesta de levantar el campamento en Sol, a cambio de mantener en la plaza, de forma indefinida, un núcleo simbólico y logístico -viable gracias a turnos entre todos los voluntarios-, que aglutine las asambleas de los barrios y concentre las reivindicaciones del 15M. Los vecinos proponen, eso sí, que las tiendas de campaña sean retiradas en el transcurso de una concentración multitudinaria, sacando músculo para que nadie vea en esta decisión un síntoma de debilidad, sino de sentido práctico. Consenso general también en la propuesta de organizar una manifestación multitudinaria todos los días quince de cada mes. En apenas unos minutos, se ponen en marcha nuevos voluntarios, portavoces y grupos de trabajo.

¿Y qué pasará en Malasaña? Por lo pronto, un buzón de propuestas quedará instalado provisionalmente en el Patio Maravillas, accesible a cualquier vecino, y se vuelve a convocar a quien quiera participar en la nueva asamblea del barrio, el próximo sábado cuatro de Junio a las siete de la tarde en la plaza Dos de Mayo.

A las 14.40, al grito de “no nos representan”, arrancaba Malasaña su propia revolución. Pragmática, dubitativa, caóticamente organizada. Pero una revolución, al fin y al cabo. Porque, por primera vez en mucho tiempo –tanto que ninguno lo recuerda-, el barrio en asamblea ha recuperado la calle, y la Dos de Mayo vuelve a ser un símbolo de la voluntad de los vecinos. Con los deberes hechos, todos se dispersan en busca de la bien merecida sombra y la plaza se queda vacía, a merced de los rayos de un sol que brilla con más fuerza. Eso sí, hasta el próximo sábado. Hasta ese día, como decía un vecino, la revolución se abre paso en el interior de cada uno.

Éxito total de participación en la asamblea barrial de Malasaña, bien moderada y eficaz. Entre los puntos que se acordaron: acabar con la acampada en Sol, tomar las plazas los 15 de cada mes y apoyar la manifestación de parados del 19 de junio.

Estos puntos serán expuestos en la asamblea general de Sol de este domingo, junto con los acuerdos tomados en los encuentros que se produjeron en el resto de barrios y pueblos de Madrid. De allí será de donde salgan las medidas comunes que se adoptarán.

Mira aquí las imágenes de lo que sucedió ayer, sábado (fotos deLara Capeáns)