Malasaña es un barrio de agitada vida diurna y, desde hace muchas décadas, también nocturna. Exactamente desde hace 40 años. Los mismos que cumple ahora el bar culpable de que el barrio se convirtiera en una referencia indispensable para las noches de Madrid. Hablamos del Pentagrama, El Penta, y de cómo nació un mito.
El local lo montaron en 1976 tres trabajadoras del Sindicato Vertical (otra vez, mujeres pioneras en Malasaña) después de que esta organización echara el cierre. Aprovecharon el dinero del despido para abrir lo que en principio iba a ser una cafetería, pero rápidamente pensaron en mezclar dos ambientes: el de pub inglés/discoteca y el de cervecería. Entonces no lo sabían pero acababan de inventar el concepto de bar de copas en España. Un lugar de la calle Palma en el que bailar y a la vez beber algo. Y también donde pinchar música.
“La idea de poner discos la trajo a España de Londres el hermano de una de las impulsoras”, nos cuenta Juanma Alonso, actual copropietario del local. “Lo de pinchar la música que tú quisieras era algo que no se había visto nunca aquí, por entonces solo había hilo musical en los bares”. Plantaron un tocadiscos casero y unos bafles, montaron una especie de cabina y comenzaron a poner los discos que compraba el susodicho en Londres, durante sus viajes. Había hacido el primer DJ de Madrid (y, en teoría, del país).
Para hacernos una idea de lo que supuso la irrupción de un local así en Malasaña hay que imaginarse un barrio muy distinto al de ahora, sin más bares que las tabernas de toda la vida (tipo La Ardosa o El Palentino) o las cafeterías estilo modernista que comenzaban a abrir por aquella época (del estilo a La Manuela). También había alguna sala de fiestas como el Elígeme de San Vicente Ferrer, pero en general “en el barrio no había nada, Malasaña estaba vacía por la noche”, puntualiza Juanma. En ese contexto y ante la irrupción de un lugar así, los jóvenes empezaron a acudir en masa al Pentagrama -su nombre original- para escuchar su música, unos sonidos que era imposible escuchar en otro sitio. Así fue como intercambiar discos y maquetas con una emisora -Onda Madrid- clave en su difusión. “Aquí se escuchó por primera vez gente como Meat Love o Graham Parker”, indica Juanma, que coloca su local en el epicentro de un movimiento cultural que pronto daría mucho de qué hablar: “Todos los grupos de La Movida, de una manera o de otra, están relacionados con el Penta”, explica.
La fama de la Malasaña nocturna empezó a construirse alrededor del Penta, poco a poco. En 1979 abrió La Vía Láctea en Velarde, un local también innovador, con aires neoyorkinos, y después vino todo lo demás. Madrid era entonces una ciudad sin apenas marcha nocturna y donde los pocos que salían de fiesta lo hacían en los escasos bares abiertos y en lugares como la Casa Costus, también en la calle Palma. Pero todo eso cambia con La Movida, los tiempos del Madrid Me Mata y de las noches sin fin que vivió la capital a finales de los setenta y primeros ochenta.
Enrique Urquijo y Alaska, la extraña pareja
Enrique Urquijo y Alaska, la extraña pareja
El nombre La Movida está intrínsecamente ligada al decano de los bares míticos de Malasaña: en El Penta Alaska le propuso a Ana Curra montar Los Pegamoides, por sus altavoces sonó por primera vez la música de Los Secretos, el grupo que también estrenó allí su maqueta... los jóvenes con inquietudes musicales acudían al local a escuchar música y, ya que estaban, montaban grupos, se cambiaban de formación allí mismo. Incluso se liaban entre ellos: “Aquí se enrollaron Enrique Urquijo con Alaska, me contaron”, suelta Juanma durante la entrevista. Una extraña pareja -él un músico pop, ella con pelos de colores- que no era extraño encontrar en El Pentagrama, una especie de terreno neutral en las abundantes tribus que poblaban Malasaña.
“En La Movida cada bar tenía su público. Si ibas al King Creole -actual Freeway- y no eras rocker, seguro que acababas cobrando”, narra Juanma. Eso no sucedía ni en El Penta ni en La Vía Láctea, dos lugares donde se juntaban en paz punkis, roqueros, mods y amantes de la música en general.
Pero si hay un nombre intrínsecamente unido a la historia del Penta es el de Antonio Vega. El vocalista y compositor de Nacha Pop era un habitual del local y acabó inmortalizando el lugar incluyéndolo en la letra de su canción más famosa, La chica de ayer, en esa estrofa donde afirma que allí escuchaba “canciones que consiguen que te pueda amar”. Su relación con el Pentagrama es extensísima. A su pianista Basilio, por ejemplo, lo fichó Vega cuando trabajaba como puerta del local. En recuerdo suyo, sus temas pueblan diversos espacios del local y su música sirve para cerrar cada noche El Penta. “Para mí siempre ha sido un referente. Lo que más siento es que falte ahora”, dice Juanma torciendo el gesto.
Decadencia y salvación “por nostalgia”
Decadencia y salvación “por nostalgia”
Que hoy podamos seguir acudiendo al Penta se lo debemos a Juanma y a su socio y cuñado, Chema García, quienes se liaron la manta a la cabeza cuando se enteraron de que el mítico local de La Movida se traspasaba, allá por los noventa. “Yo había sido camarero allí dos años, así que gente del barrio que me conocía vino a avisarme de la mala noticia”, recuerda Juanma. “Me dijeron: ¡van a vender El Penta! Lo van a poner en plan minis, para chavalillos, van a cambiar todo, incluida la música”, explica. Y, aunque confiesa que en esa época estaba endeudado por otro local del que era propietario y que no funcionaba, se quedó con el espacio: “Fue por cariño, para que no se cerrara”, añade.
“Pasamos un par de años malos, con un máximo de 30 personas un sábado, pero luego remontamos”, dice explicando su estrategia: “Intentamos volver con los clientes que habían acudido allí a lo largo de su historia”, siempre centrados en el buen trato con el cliente, la buena música y copas de calidad, huyendo del temido garrafón. También hubo épocas locas, como cuando las licencias eran más laxas y abrieron durante un tiempo como un after, de 4.00 a 8.00, teniendo como clientela al resto de trabajadores de garitos de Malasaña y pinchando a Rafael.
Desde entonces y hasta ahora, decenas de anécdotas que es mejor escuchar de la mano de Juanma en la barra, cerveza en mano. Y también de la boca de las leyendas vivas que todavía se pasan por el bar, como Ñete, el histórico batería de Nacha Pop con el que este periódico mantuvo una animada charla al coincidir su visita con la entrevista sobre el 40 aniversario del Penta.
Para festejar por todo lo alto los 40 años, Juanma y Chema decidieron montar una fiesta homenaje a la época de los ochenta. El proyecto se fue haciendo más grande y pasó la fecha real del cumpleaños -noviembre de 2016- para programar un macroconcierto en La Riviera el próximo 29 de marzo, con estrellas de ayer y de hoy de grupos como Siniestro Total, Seguridad Social, Los Nikis, Toreros Muertos, Danza Invisible, Burning, Golpes Bajos, Ilegales, con entradas desde 35 euros. Todavía quedan entradas, pero ojo: en el evento del 25 aniversario se quedaron 500 personas fuera de la sala por esperar a última hora.
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