Hoy es 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, día de sensibilización y denuncia contra un tema tan social –y sangrantemente– presente como los 52 asesinatos de lo que lleva andado 2019.
Tirando del hilo violeta de la historia de Malasaña, recordaremos hoy la obra de una de nuestras más ilustres vecinas, Emilia Pardo Bazán, que vivió en la calle de San Bernardo, en cuyo salón escribió y recibió en tertulia a lo más granado de la sociedad literaria de su tiempo.
Emilia Pardo Bazán tiene, además de la placa que recuerda dónde estuvo su casa, una estatua situada en el cruce de las calles Princesa y las Negras, cuyo entorno ajardinado se llama desde marzo de este año Jardines de las Feministas. Además, el pasado mes de octubre la asociación Esto es Pez organizó unas jornadas con actividades gratuitas en su honor, en las que su papel como pionera con nombre de mujer estuvo muy presente.
Entre los años 1895 y 1916 escribió una sección en La Ilustración Artística llamada La vida contemporánea, donde trató con frecuencia el fenómeno. Antes, ya había abordado la violencia machista en un cuento, publicado en la misma publicación, titulado Piña, tratado de manera ligera y hasta humorística.
[Noelia Adánez: «La tertulia de Emilia Pardo Bazán sirvió para romper la lógica de clases»]
A veces sorprende lo que algunas reflexiones de más de un siglo riman con los debates actuales. A principios del siglo XX, la Pardo Bazán hacía retratos robot de hombres en los que queda claro que, como personajes shakesperianos, estos acababan matando a su novia o esposa después de haber sido abandonados. La autora denuncia la impunidad social de que gozaban estos crímenes, escudados en la coartada de la pasión y la inevitabilidad de los mismos. Invariablemente, las crónicas periodísticas de la época hablaban de crimen pasional.
También trató de forma muy directa la violación en la crónica titulada Como en las cavernas, en la que relata la violación e intento de asesinato a una modistilla pobre por parte de un par de guardias de la línea de consumos –fronteras fiscales que grababan en la época el paso de mercancías de quienes entraban y salían de los términos municipales–. “¡Son además hombres! Hombres que se creen dueños de la mujer en el hecho de que es mujer...”, clamaba iracunda en aquel texto.
Además del ya citado cuento Piña, trató abundantemente en el campo de la ficción el tema de la violencia de género. Doña Milagros, protagonista de la novela del mismo nombre, a punto está de morir asesinada por el asistente de su marido, teniendo además que sufrir la maledicencia y los rumores acerca de una posible relación con él. Siempre el “algo habrá hecho”. Otros trabajos suyos donde vuelve a aparecer el tema son La piedra angular o el cuento El indulto, entre otros textos.
El tratamiento de la violencia de género en la obra de doña Emilia ha sido incluso objeto de una tesis doctoral, titulada La violencia en los cuentos de Emilia Pardo Bazán (2016), de Ruth Noya Taboada y de una antología de sus cuentos sobre la violencia de género en Editorial Contraseña, prologada por Cristina Patiño Eirín y titulada El encaje roto (2019).