Las Fiestas del 2 de Mayo acaban en botellón pese a la falta de recinto ferial y al despliegue policial en Malasaña
Como cada año, miles de jóvenes acudieron a Malasaña en las vísperas del 2 de Mayo, llamados por unas fiestas con mucho arraigo en la ciudad, pero que este año el Ayuntamiento había decidido rebajar de nivel. Superadas las restricciones de la pandemia, el equipo de Gobierno prefirió programar unas fiestas de perfil bajo, con actividades diurnas, familiares, y no aprobar un recinto ferial -la figura legal que permite beber alcohol en la calle y sacar barras a los bares- que sí que se concede al resto de celebraciones en los barrios y distritos de la ciudad.
Así que los miles de jóvenes citados se encontraron con que en el barrio no había fiestas como tal y que las entradas a la plaza del 2 de Mayo estaban cercadas por controles de la Policía Municipal, donde se revisaban las bolsas de todo aquel que intentaba acceder al lugar, para evitar el paso de alcohol. El resultado fue que el botellón, que el año pasado había tomado este lugar presidido por las estatuas de Daoiz y Velarde, se trasladó a las calles aledañas, donde los controles policiales eran más laxos y se concitaban numerosas personas.
“Los lateros están haciendo el agosto”, se quejaban indignados los hosteleros del barrio, en referencia a los numerosos vendedores ambulantes de latas, que se paseaban por las calles San Vicente Ferrer, Velarde o la plaza del Rastrillo despachando cervezas a cada paso, según pudo comprobar in situ este periódico. Una escena producida a medianoche en el cruce de las calles Palma con San Andrés resumía perfectamente las paradojas de estas no fiestas: un control policial impedía el paso de jóvenes con alcohol al interior de la plaza, mientras de la tienda 24 horas aledaña salían bolsas con cerveza y bebidas de alta graduación en dirección a las aceras cercanas.
Hosteleros del barrio se quejaron amargamente hace un mes de la falta de aprobación de un recinto ferial por parte de la Junta de Centro. “Habrá otro botellón”, advertían en una carta publicada en Somos Malasaña. Este lunes, el grado de indignación de alguno de ellos llegaba a tal punto que se planteaba no abrir sus negocio este martes 2 de Mayo, en el pasado día grande de las fiestas del barrio.
Para la abundante hostelería del barrio, las fiestas populares solían ser una buena época para sus negocios debido a la gran afluencia de gente a Malasaña y a la posibilidad de colocar barras en las calles, desde las que despachar bebidas a los transeúntes. Esta práctica, que tendrán este año por ejemplo los comerciantes de Lavapiés durante sus fiestas de agosto, lleva vetada en Malasaña desde que Gallardón suspendiera las fiestas en el año 2004, después de los atentados del 11-M.
El último recinto ferial concedido por las Fiestas del 2 de Mayo tuvo lugar en el año 2019, todavía con Manuela Carmena en la alcaldía. Entonces un acuerdo entre hosteleros y vecinos permitió la puesta en marcha de una única barra popular en el foso de la plaza, que sirvió para sufragar las fiestas populares y recaudar fondos para una ONG de ayuda a refugiados.
Fiestas autogestionadas por los vecinos
En paralelo a toda esta discusión y previo al botellón, la Plataforma Maravillas organizaba una serie de actividades culturales para las que había conseguido permiso del Ayuntamiento de Madrid. Una jam de poesía, bailes, actividades deportivas y conciertos de tarde formaban parte de un programa que quedó recortado por el veto del consistorio a que las actividades se extendieran más allá de las 21.00 horas.
Esta programación popular tiene lugar desde hace 15 años en el barrio, después de que los vecinos apostaran por recuperar los festejos vetados por el Ayuntamiento de Gallardón, bajo el lema Haciendo Barrio y una filosofía de autogestión, en la que todo el que ofrece una actividad se encarga de desarrollarla de forma desinteresada, con la ayuda de voluntarios. Año a año, el modelo se fue consolidando y en 2019 se llegaron a programar con este formato más de 200 actividades.
El culmen de las actividades vecinales tuvo lugar este lunes por la tarde, con varios conciertos en la plaza del Rastrillo que reunieron a cientos de personas. Después de las 21.00 horas y una vez acabadas todas las actividades, la Policía Municipal desalojó el lugar, desperdigando a los asistentes por las calles aledañas.
Este martes finalizan las Fiestas del 2 de Mayo de 2023 organizadas por los vecinos con talleres, un pasacalles, clases de baile en Comendadoras y más conciertos vespertinos en la plaza del Rastrillo. El Ayuntamiento de Madrid, por su parte, ha organizado una yincana familiar al mediodía en la plaza del 2 de Mayo y la actuación de una colla castellera catalana por la tarde, en el mismo lugar.
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