Cinco meses después de que Somos Malasaña destapara el caso y otros medios de comunicación se hicieran eco del mismo, el hotel encubierto de Flor Alta 6 sigue funcionando como si tal cosa para desesperación de los ahora cuatro vecinos habituales que quedan en todo el edificio -en mayo eran 11-, a la espera de que vayan venciendo sus contratos y deban abandonar lo que aún son sus hogares.
Pocas son las esperanzas que tienen ya quienes aún resisten entre maletas de viajeros y limpiadoras de piso de que su historia tenga un final distinto al que parece abocada, pero los meses que les restan a cada uno de contrato quisieran poder vivirlos sin el trasiego constante de turistas al que se ven sometidos.
Hoy son 21 de las 25 viviendas que tiene el inmueble las que están siendo explotadas como apartamentos turísticos por L&H Apartments, empresa que sigue actuando con una impunidad difícil de comprender y que sólo ha cambiado dos cosas tras la repercusión de este caso en los medios de comunicación: ya no tiene instalado un mostrador de recepción en la entrada del inmueble ni vinilos con su marca en las distintas plantas y ahora ofrece los alojamientos en internet anunciándolos como 'L&H Apartments Plaza España', en lugar de 'L&H Apartmentos Gran Vía', tal y como hacía en mayo.
El Ayuntamiento de Madrid tuvo conocimiento en mayo de lo que estaba ocurriendo y ocurre en Flor Alta 6 pero, para decepción de quienes sufren la conversión de facto del inmueble residencial en un inmueble terciario de hospedaje, no ha hecho nada al respecto. “Cuando en julio leí que el Ayuntamiento presumía de haber cerrado 158 viviendas de alquiler turístico en Madrid me preguntaba por qué no había actuado contra ninguna de nuestro edificio, siendo un caso tan claro de actividad económica ilegal. Se lo dimos blanco y en botella y nada”, cuenta Diana Castro, quien aún tiene un año de contrato por delante y ejerce de improvisada portavoz de quienes aún resisten en el edificio una vez que el vecino que lideraba la protesta allá por el mes de mayo (Francisco Expósito) tuvo que abandonar su vivienda en julio.
El Ayuntamiento puso en marcha en febrero una moratoria -aún vigente- por la que suspendía la concesión de cualquier tipo de licencias turísticas en Madrid y, tirando de disciplina urbanística, en julio aprobaba en junta de Gobierno el Plan Especial de Usos del Hospedaje para luchar contra la proliferación de las viviendas de uso turístico (VUT) y con el que dice que ilegalizará el 95% de su oferta en la ciudad. Este plan aún deberá someterse a votación en el pleno municipal durante el último trimestre del año, pero tiene asegurada su ratificación con el apoyo del PSOE.
Independientemente de esto, en Madrid ya es ilegal alquilar a turistas viviendas situadas en edificios residenciales, tal y como se encarga de recordar siempre que tiene ocasión el Concejal de Desarrollo Urbano Sostenible, José Manuel Calvo. “¿Qué es lo que falta entonces para que se actúe contra empresas como L&H Apartments?”, se pregunta Diana. “La regulación de las VUT es competencia exclusiva de la Comunidad de Madrid (Turismo) y está recogida en el Decreto 79/2014. Lo que nosotros hemos hecho es establecer unas condiciones urbanísticas y administrativas muy estrictas para su implantación”, indicaba hace unos días Calvo a través de su cuenta de twitter. Visto lo visto, quizá la respuesta a la pregunta de Diana sea que lo que falta por parte del Ayuntamiento es algo más de acción.
Las normativas cuestan implantarlas y aún más cuesta hacerlas cumplir. Mientras tanto, el tiempo juega en contra de los vecinos que sufren a diario la invasión de turistas en los edificios en los que residen. La próxima baja obligada en el edificio de Flor Alta 6 se espera para febrero, cuando finalice el contrato de arrendamiento de la vecina del cuarto, pero es que hasta entonces esta mujer y el resto de residentes fijos del inmueble, a no ser que cambie mucho la historia, seguirá estando obligada a vivir entre extraños que monopolizan el ascensor con sus idas y venidas, llaman a deshoras a sus telefonillos porque han olvidado el piso en el que se hospedan y disfrutan de sus vacaciones en las habitaciones que han alquilado sin reparar en el volumen de sus alegrías; y siempre con el ruido de fondo de las aspiradoras de quienes limpian las habitaciones en cada salida y suben y bajan fardos de sábanas y de toallas usadas y por usar.
Lo que sucede en Flor Alta 6 no debe de ser algo muy distinto al acoso inmobiliario, casos contra los que el concejal de Centro, Jorge García Castaño, dijo que al Ayuntamiento le sería más fácil ejercer la disciplina urbanística y por los que empezaría a actuar. La cuestión ahora es saber cuándo y, más aún, cuánto deberán esperar los vecinos que sufren los problemas que ocasionan vut más dispersas si aún no se ha hecho nada con casos como éste, tan aparentemente claro y localizado.
Aunque la empresa que explota Flor Alta 6 siga con su actividad hostelera ilegal como si tal cosa y las autoridades aún no hayan reaccionado, la denuncia vecinal realizada a través de este periódico sí que provocó movimientos en la propiedad del inmueble, la empresa familiar Art Building. Al parecer, ésta habría puesto a la venta el edificio, según comentan los vecinos que, sin embargo, no han recibido comunicación oficial al respecto. Anteriormente, Art Building había firmado un contrato privado de larga duración con L&H Apartments cediéndole la gestión de su propiedad a cambio de un alquiler.
Más información:
Más información: