Juan Carlos González es el profesor de Historia que cualquiera de nosotros hubiera querido tener en su etapa académica. Historiador y vecino de Malasaña desde hace ya un cuarto de siglo, lleva 15 años al frente de la asociación cultural Carpetania Madrid, desde la que se asoma al pasado y al presente de la ciudad de una forma divertida y amena, a través de paseos temáticos por las calles de la capital, con paradas de repostaje en bares y tabernas y con un discurso trufado de anécdotas, pero totalmente compatible con el rigor histórico del que es súbdito obsesivo.
Pese a desplegar su curiosidad sobre todo lo que afecte a Madrid, la vinculación de Juan Carlos y de Carpetania con Malasaña es más que evidente y mantienen activos cinco paseos culturales por el barrio: 'De Maravillas a Malasaña', 'Los años de la Movida', 'Mujeres de Malasaña', 'Cuentos y Leyendas de la calle del Pez' y 'Crónica del Rey Pasmado'. Además, para octubre tendrán listo otro que están armando con motivo del centenario del nobel Camilo José Cela: “Se trata de un encargo de un club de lectura de Barcelona y de distintos centros de enseñanza de Madrid, y que permitirá pasear por los múltiples escenarios malasañeros de 'La Colmena', la famosa novela de Cela, al tiempo que exploramos la relación del escritor con la zona, donde tuvo incluso una novia que le mataron en uno de los bombardeos que sufrió el barrio durante la Guerra Civil”.
Desde que lo entrevistamos hace ya siete años Juan Carlos es colaborador de Somos Malasaña y asesor de este periódico, desde donde continúa descubriéndonos cientos de curiosidades sobre el barrio a través de Gatos Curiosos, “una sección que ni tiene ni tendrá fondo -asegura- pues se nutre de más de 400 años de pasado y de un presente más que interesante que enseguida se convierte en historia”. Quedamos con él para hablar de cultura y turismo en Malasaña y acude a la cita con una de sus más recientes adquisiciones, una de las primeras ediciones en español de Los Tres Mosqueteros que -¡oh, sorpresa!- se imprimió en una imprenta que había en el número 4 de la plaza del Dos de Mayo. “Malasaña siempre estuvo plagado de imprentas”, comenta con la media sonrisa del que siempre guarda un as en la manga.
Potenciar un “turismo sostenible”
Potenciar un “turismo sostenible”
“Malasaña tiene mucho que contar. Es un barrio tan cultural como el de Las Letras, pero del que no se ha potenciado ni esa parte ni su parte social, por lo que actualmente su gancho para el turismo proviene sólo del sector terciario: bares, terrazas y lugares en los que alojarse. Malasaña es una marca a la que le falta marketing y, pese a que su potencial es enorme, no hay una política cultural de cara al barrio”, lamenta Juan Carlos, crítico con un Ayuntamiento que, según él, independientemente del color que a lo largo del tiempo hayan tenido sus inquilinos, jamás ha sabido 'vender' la zona a ese turista cultural que tan bien vendría al área en todos los sentidos.
“Hablo de potenciar un turismo sostenible, con una oferta equilibrada entre el producto turístico y el valor cultural del mismo. Malasaña, por fortuna, no está muy masificada de turistas y, aunque no debería llegar a estarlo nunca, aún caben más sin que eso suceda. Se nota que en estas calles vive mucha gente y eso es algo que a los visitantes les gusta. Diversificar el atractivo de la zona ayudaría a que no se produzcan excesos en ciertos sectores y que eso afecte negativamente a quienes vivimos aquí”.
Desde su experiencia de 'paseador' de una ingente cantidad de visitantes, González asegura que el turista cultural de Malasaña es un turista nacional, “forasteros del mismo Madrid y de otras provincias. Extranjeros casi no llegan, más que algún francés atraido por Almodóvar. Ni tan sólo latinos. Se van hacia Letras o hacia el llamado Madrid de los Austrias, sin saber que Malasaña también está dentro de esos Austrias, tal y como lo demuestra desde la configuración de sus calles hasta joyas del calibre de San Antonio de los Alemanes o San Plácido; sin conocer lo literario que es este lugar, donde siempre hubo poetas -además de putas-, ni que cuando Letras empezó a decaer en el siglo XIX toda la bohemia se trasladó a esta zona, hasta que la construcción de la Gran Vía acabó con aquel ambiente”.
La Movida y mucho más
La Movida y mucho más
De los paseos que Carpetania realiza por Malasaña, asegura Juan Carlos que al que nunca le faltan asistentes es al de La Movida. “Es quizá lo más conocido culturalmente del barrio, pero ni aún esto se 'vende' bien desde las instituciones y eso que la vinculación de la zona con los movimientos más jóvenes viene de antiguo, desde los siglos XVIII y XIX, con la 'tribu urbana' de los majos majos y las majas viviendo aquí, y ha continuado tras la época de la Movida con el 'grunge', con los años de 'Historias del Kronen' y demás vanguardias hasta llegar a los 'hipsters' de hoy en día”.
“Malasaña no se acaba nunca y es una pena que los extranjeros que vienen, que cada vez son más, sólo vengan porque hay mucho alojamiento y sale en las guías turísticas como sitio donde ir de copas y también de tiendas, pero no se quedan en el barrio a conocerlo más porque no saben todo lo que puede ofrecer y lo que podría llegar a ofrecer si se apostara por potenciar culturalmente la zona: en el convento de San Plácido, por ejemplo, se podrían organizar conciertos de música clásica para 100 personas, lo mismo que en las iglesias. En las corralas del barrio, títeres y cuentacuentos, que también tendrían cabida en las desaprovechadas plazas, tan sólo ocupadas por terrazas. Calles como Pez, que siempre fueron ejes comerciales de primer orden, se podrían cortar al tráfico una vez al mes y promover mercadillos como el de Las Ranas en Letras. Y no es cuestión de dinero, materializar lo que apunto tampoco costaría tanto, es cuestión de voluntad política”.
Conocer Malasaña es amarla, algo que sabe bien Juan Carlos González, harto de ver cómo tras las más de dos horas de duración de los paseos por el barrio que realiza la gente siempre se queda con ganas de saber más, sorprendida con tanto insospechado descubrimiento y con sólo un pero: lo sucio que está todo.
Antes de despedirnos de él, nos filtra el nombre de un reconocido pintor realista que vive en la calle Divino Pastor y nos habla de un más que interesante 'neo-peregrino' vecino del barrio, sugerencias para próximas entrevistas; nos recuerda un reportaje que tenemos pendiente sobre un encuentro semanal de ilustres gentes de las artes que se reúnen en Malasaña una vez a la semana, nos alerta sobre el vigésimo aniversario del estreno de una famosísima película y, entre otras cosas, nos insta a tratar de captar a algún vecino famoso e institución para la causa de colocar culturalmente al barrio donde se merece. “Todos debemos implicarnos más con el barrio”, concluye con la aparente convicción de que cualquier mejora que llegue a la zona deberá ser promovida por quienes la habitamos. “¡Ay, los políticos!”.