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Hubo un tiempo, en la segunda mitad de los setenta, en que en un quinto piso del número 16 de la calle Augusto Figueroa estuvo uno de los epicentros de la efervescencia cultural madrileña. Allí tenían su cuartel general los de La Cochu (Laboratorios Colectivos Chueca). Entre este piso y el Ateneo Mantuano de Prosperidad se dibujaron, entre 1976 y 1978, muchas de las páginas de lo que se llamó prensa marginal madrileña.
La modernidad impresa oficial tenía sede aquellos años en Barcelona. De allí vino una delegación de la revista Ajoblanco para hacer un artículo sobre la prensa marginal madrileña y aquí algunos de los lápices activos de la ciudad fundaron entonces Premamá (feliz acrónimo de Prensa Marginal Madrileña).
La gente provenía de diversos medios: FM, prensa o el Ateneo Politécnico de Prosperidad. Se habían reunido en colectivos como el Equipo Antípodas y habían empezado a crear las primeras revistas marginales, como Bazofia o Mmm, que era una especie de guía del ocio de proyectos al margen. En menos de un año aparecieron una veintena de revistas (muchas no duraban más que el primer número) y se fueron agrupando alrededor de Premamá, breve antecedente de La Cochu, que nace como tal en mayo de 1977.
En la creación y mantenimiento de La Cochu influyeron mucho Salvador Bustamante y José Luis Troyano. Aunque, por influencia del underground americano, estos colectivos se nombraban comunas, El Pejo, dibujante participante de aquellas experiencias, dice que “no era posible en la España de aquellos años, además visto ahora había quien tenía llave y quien no, había quien decidía y quien se limitaba a ejecutar”.
Leían a Timothy Leary, a Castaneda, bebían del cómic underground americano y destilaban ideología libertaria, con una actitud más política que la de la siguiente oleada cultural en forma de Movida. Una publicación de la época describía el piso de la calle Augusto Figueroa como “un ático alargado, repletamente empapelado”. El Pejo contaba que enfrente estaba la entonces célebre cervecería Santander y también “El Armadillo, uno de los primeros garitos de la época, donde nos refugiamos después de la batalla campal en aquellas célebres fiestas del Dos de Mayo en la que dos chicos se subieron desnudos a la estatua”. Cerca estaban también las sedes de varios partidos de izquierda, como la Liga Comunista.
Moncho Alpuente, como si de un César se tratara, saludaba el nacimiento de La Cochu en el diario El País escribiendo Premamá ha muerto, viva La Cochu. La idea inicial es que fueran diversos colectivos (musical, de cine, de teatro, gráfico, etc.) hilvanados por las ideas de la autogesión, la distribución alternativa y el hecho de ser una panda que iba a cada concierto que se celebraba en la ciudad. También debía haber una publicación llamada Crack que sostuviera la actividad de todos estos artistas. Iba a ser la evolución de Mmuá, que a su vez había sido la mutación de Mmmu, pero finalmente no salió.
La parte de promoción musical fue seguramente, junto con la producción de fanzines y revistas, la de mayor actividad y éxito. Funcionaba de forma cooperativa y se dividía en Colectivo de Músicos y Promotora de Conciertos. Allí estuvieron Cucharada, Indiana, Mandala, los primeros Tequila, La Romántica Banda Local, Moris, Vade Retro... Tenían una caja común, se prestaban los equipos y actuaban como una auténtica compañía de discos que editó, por ejemplo, a Alameda.
Algunos de aquellos militantes culturales de El Rollo fueron pasando de forma natural a la Nueva Ola. Pejo formó Polansky y el ardor (los del exitoso Ataque preventivo de la URSS); por allí iban personajes que enseguida serían clave como Bernardo Bonezzi y, hacia el año 1977, Fernando Márquez El ZurdoEl Zurdo y Alaska se conocieron en La Cochu y crearon su propia publicación, La liviandad del imperdible, pretexto para reclutar compañeros para un grupo musical: Kaka de Luxe estaba a punto de nacer.
Alaska, con menos de quince añitos, colaboró en el último número de Mmmua! con una entrevista a un miembro de Alianza Popular que firmó como Alaska, la repórter enana (para hacerla tuvo que decir que formaba parte de un trabajo escolar). El Zurdo, por su parte, relata que desde aquella terraza vio la carga policial que, durante la famosa semana trágica de 1977, acabó con la vida de la estudiante María Luz Nájera, al ser alcanzada por un bote de humo.
Hoy el ingente material producido aquellos años permanece disperso, en manos de coleccionistas y protagonistas. Su recuerdo también se encuentra un tanto aplastado por el de la ominipresente Movida. La influencia de aquellos pioneros de la escena cultural independiente, sin embargo, late en las sucesivas generaciones de fanzineros y músicos que se lo han querido montar por su cuenta.[/et_pb_text][/et_pb_column] [/et_pb_row] [/et_pb_section]