La Malasaña de Haro Ibars

El barrio de Malasaña, como todos los barrios del mundo, tiene sus propios fantasmas, sus vecinos ilustres que una vez desgastaron las suelas de sus zapatos en él. Uno de ellos fue Eduardo Haro Ibars, el originalísimo poeta, letrista, vividor y, sobre todo, personaje, precursor de los años de la movida madrileña. Su biografía, escrita por J. Benito Fernández para Anagrama, está repleta de Malasaña.

El 30 de Octubre de 1984 Haro Ibars escribía un artículo dedicado al barrio en el extinguido diario izquierdista Liberación. Destacamos algunos párrafos que sorprenden porque ponen sobre la mesa argumentos que podrían estar escritos perfectamente 15 años después, o ahora mismo. El eterno debate sobre la autenticidad de barrio, que parece no abandona a Malasaña. ya estaba en su artículo.

El artículo de 1984 empezaba glosando la transformación del barrio de Maravillas en esa cosa que a partir de entonces todos conocerían como Malasaña, el entusiasmo de los primeros punkies, “que aún no sabían que lo eran”...

“Los vecinos de siempre, los que llevaban allí desde que Rosa Chacel era una niña, acogieron la nueva corriente de modernidad con agrado: veían que los negocios aumentaban, y también que el barrio – asfixiado, como tantas cosas, por la losa del franquismo – volvía a recuperar su antigua alegría.”

Un barrio “muerto”

Pero para Haro Ibars, ya en tan temprana fecha, el barrio había perdido su autenticidad (estaba muerto, en palabras suyas).

“Hicieron algo peor: convirtieron el barrio en un centro turístico. Antes, los madrileños iban por allí en busca de libertad, de una forma nueva de vivir, ahora van como quien va al circo: a observar a una fauna extraña...”

También ya entonces la presencia policial se hizo axfisiante.

“Distintos servicios policiales se instalaron allí, a perpetuidad con el pretexto de controlar el tráfico de drogas que, según dicen los más viejos del lugar, ellos mismos fomentaban”.

El padre de Haro Ibars, Eduardo Haro Tecglen, dejó escrito en Hijo del siglo un retrato de Eduardo y de Blanca Uría (su pareja, fallecida de sida como él) marchándose, pareciera que para siempre dirección al barrio

“La imagen que registra mi memoria es la de dos almas en pena de terno oscuro. Eduardo iba cubierto con un desgastado abrigo largo de piel; era como dicen que aparece el diablo en la naturaleza agitada: vestido de negro, elevado, de figura delgada. Blanca, enjuta y menuda. Los vi marchar con dirección hacia el barrio de Malasaña”.