Cuentan que hace más de un siglo los que buscaban ir a la última acudían a Malasaña para ver cómo vestían y qué hacían sus entonces ya bohemios habitantes. Aquellos coolhunters del siglo XIX seguirían volviendo hoy a este barrio -entonces situado al norte de Madrid, hoy en pleno centro- para encontrar las últimas tendencias. Pero que los alrededores de la plaza del Dos de Mayo estén de moda no es una constante en el tiempo: antes de los años noventa la zona estaba llena de drogas, prostitución, suciedad... ¿Qué lo cambió hasta convertirlo en el barrio más molón de Madrid?
“El ocio nocturno empieza cuando aquí solo había barecillos de menú y de barrio de toda la vida. Entonces se instalaron los bares de rock”. La que habla es Blanca del Amo, presidenta de la Asociación de Hosteleros de Malasaña y vasta conocedora del mundo de la noche, desde aquella época en la que los yonkis y los camellos poblaban las calles Espíritu Santo o San Andrés. Su relato reivindica para los locales que representa -en la asociación están incluidos 25, con históricos como El Penta, La Vía Láctea o El Tupperware- un papel nuclear en la configuración de lo que hoy podría llamarse la marca Malasaña: “Al principio los bares estábamos muy solos y nos defendimos... hicimos una labor de limpiar el barrio a nuestra manera, atrayendo a gente de fuera, a que lo conociera. Todo nació a partir de cinco buenos bares de rock”, argumenta en una charla mantenida con este periódico.
En este relato de los hosteleros, la música rock es el eje central: “Malasaña era en los 90 el barrio donde mejor música se ponía de todo Madrid, de España, e incluso al nivel de otras capitales europeas”. Entonces aquellas canciones eran patrimonio exclusivo de la zona: “El sonido Malasaña, el indie y el rock 'n' roll... hubo una época que solo se escuchaba aquí gracias a sus DJ”, recalca Del Amo. Malasaña fue el origen y el centro de reunión de todo ese mundillo, afirma: “Casi todo el mundo de la industria indie ha trabajado o ha sido cliente de los bares de Malasañaindie. Desde Los Enemigos hasta los Noise Nebula. Desde directores de cine hasta dibujantes de cómic. Todos se relacionan en la noche de Malasaña. Eso es lo que le hace tener tirón”.
“Luego, el proceso se fue expandiendo, se generó una ruta de clientela que venía al barrio, la gente se instaló a vivir aquí, se empezaron a poner en marcha las nuevas tiendas...” continúa relatando Blanca hasta llegar a la actualidad, en la que afirma que “Malasaña es un barrio de referencia para el ocio nocturno a nivel internacional, sobre todo gracias a la gran personalidad de los locales. Nosotros creamos la 'marca Malasaña', que nace de los bares de copas”.
Bares de copas con “miedo”
Blanca del Amo habla desde la experiencia que le da haber trabajado en la noche madrileña desde los 17 años, cuando servía en la Sala Yasta. Ahora, con 44, es la nueva presidenta de la asociación de hosteleros del barrio y declara que está “enamorada” del barrio que la adoptó: “Lo he vivido todo aquí”, recuerda. La pequeña de las hermanas Del Amo, un apellido sin el que la noche de Malasaña no se entendería (su familia dirige tres de sus locales más emblemáticos) defiende con vehemencia a los bares y enumera la larga lista de problemas que han puesto contra las cuerdas a la noche madrileña, antes de que le preguntemos por los otros tantos problemas que genera este movimiento nocturno a sus residentes.
“Los locales de copas de Malasaña han estado muy perseguidos desde hace años. Ha sufrido mucho, muchísimo, la presión municipal y policial”, indica Blanca, que explica que los hosteleros llegan a sentir “miedo” cuando ven pasar un coche de policía, por las inspecciones y la política de sanciones que han tenido lugar hasta ahora. “Las multas son las que cierran los locales en el barrio”, llega a afirmar. “Casi siempre que sucede es por una sanción administrativa imposible de pagar”, dice. Y pone ejemplos: 30.000 euros de multa para un bar porque uno de sus clientes sacó un vaso con una bebida a la calle, 15.000 euros por no tener expuesta la licencia. “Eso es impagable. Y en situación de crisis, ni te cuento”, se lamenta.
Del Amo recalca que con su alegato no quiere defender al bar infractor, pero sí pedir una mayor proporción en las sanciones: “El que incumple tiene que pagar, pero no le pueden mandar a la ruina por superar el aforo con una persona. Nos sentimos un sector totalmente criminalizado”.
El cierre de bares en la zona llegó este verano a propiciar que se proclamara en un polémico artículo que los hipsters habían acabado con la Malasaña rockera, un extremo que recientes aperturas y la propia Blanca niegan: “Lo que sucede es que hay bastante rotación. Casi todos los bares que se cierran se acaban traspasando, porque este es un barrio que tiene interés”, explica. “Además, este barrio no es posesión de nadie”, añade. “Ahora se critica mucho a los hipsters: pero la gente tiene derecho a abrir tiendas de gorras o de cupcakes”.
Aún así, Blanca del Amo teme que se produzca una fuencarralización de algunas zonas de Malasaña, en las que las franquicias tomen sus locales: “Cada vez que cierra un bar, pienso que el barrio está perdiendo. El día en el que pongan un Starbucks en el Dos de Mayo, habrá muerto Malasaña. Me da algo de solo pensarlo”, dice antes de indicar sus “miedos” ante el futuro del Café Comercial y del Mercado de Fuencarral: “Aunque esto es un mercado libre, me gustaría que Malasaña mantuviera su personalidad, la que le da la cervecería, la heladería, la pizzería o el local de copas local. Si se pierde eso, Malasaña acabaría perdiendo también su interés comercial”.
Los problemas del botellón y los lateros
Antes de que este panorama apocalíptico tenga lugar -si realmente llega a suceder- a los bares de copas les toca lidiar con tres de los inconvenientes que se asocian a la noche malasañera: el botellón, la suciedad y los ruidos. La presidenta de los hosteleros hace hincapié de que el consumo de alcohol en la calle “es uno de los problemas que más nos preocupa a la asociación, sobre todo por el ruido que generan, y que se tiende a identificar equivocadamente con los bares”.
Cada fin de semana se consumen en el distrito Centro 50.000 latas de cerveza callejeras, según datos de los propios hosteleros. “Además del botellón, este fenómeno genera suciedad y yo veo constantemente cómo se produce venta indiscriminada a menores”. Del Amo denuncia una “mafia” detrás de esta distribución de latas y afirma que desde los locales se está trabajando con la Policía Local para intentar acabar con los “pisos lanzadera” desde los que se reparte todo este alcohol, que llega a venderse hasta en las propias terrazas de los bares, afirman los hosteleros.
Para mitigar el botellón, así como la suciedad, Blanca del Amo es partidaria de que el Ayuntamiento comience “una campaña de concienciación, en colaboración con los bares” y cree que durante este verano “ha aumentado la presencia policial”. Para el ruido, admite que sus asociados tienen un problema con los clientes que salen a encenderse un pitillo a la puerta de los locales: “No sabemos cómo frenar el ruido que se genera por los fumadores fuera del bar”, declara.
Contacto con los vecinos y Fiestas del Dos de Mayo
Los problemas que generan la noche madrileña se tratará en breve en la mesa de convivencia que prepara el Ayuntamiento para la zona, aunque los hosteleros quieren recuperar el contacto con el resto de vecinos de Malasaña integrándose en las reuniones de la Plataforma Maravillas - Haciendo Barrio, la entidad que agrupa a todos los colectivos de la zona (asociaciones, comercios privados, entidades públicas...). “Queremos crear un clima de convivencia y formar parte de las decisiones que comparte el barrio”, explica Blanca. Los hosteleros también apoyan este año la celebración de Coctelsaña, la ruta de cócteles que se celebra por segunda vez en Malasaña.
La plataforma vecinal citada es también la actual organizadora de las Fiestas Populares del Dos de Mayo, que fueron prohibidas hace ocho años por Gallardón y que se han mantenido en su faceta diurna gracias al tesón de los vecinos. Los hosteleros quieren volver al antiguo modelo de festejos, el de antes de la prohibición, más centrado en el ocio nocturno: “Queremos recuperar los conciertos y las barras en la calle, unas fiestas del Dos de Mayo para la gente del barrio y para el resto de Madrid”, adelanta Del Amo antes de añadir que espera consensuar la vuelta a las fiestas old style con el resto de la plataforma.
Antes de esta reivindicación, los hosteleros esperan celebrar por primera vez en los últimos años la Nochevieja, con la que acabó el Consistorio de Ana Botella al negar la ampliación de horarios a los bares durante la primera noche del año. “Somos la única ciudad de España que en Nochevieja los bares tienen que cerrar a las 2.30”, se queja Blanca. “Nos tiraríamos de los pelos si la situación se siguiera repitiendo”.