No hay estampa más antigua y característica de la cultura mediterránea que la de alguien a la sombra de un olivo. Y basta colocar uno de estos longevos árboles para que, aunque sea en el epicentro del ajetreo y de las compras, reaparezca la costumbre.
La foto está tomada en la confluencia de las calles Fuencarral y Augusto Figueroa, en el ensanchamiento sin nombre que popularmente se conoce como 'Plaza del Olivo'. En el programa de fiestas del Orgullo del año pasado, sin ir más lejos, ya aparecía así nombrada.
En otras ocasiones, algunos ensanches caprichosos sin nombre han servido para que el ayuntamiento pudiera homenajear a alguna personalidad. Así ocurrió con la actual Plazuela de Antonio Vega, en la misma calle Fuencarral.
Una vez el nombre de un callejón innombrado surgió de una broma. Es el caso de la calle de Modesto Martínez, que llegó a aparecer en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid en 2009. Diez años antes el tal Modesto en persona había colocado el letrero sobre la fachada del Instituto San Mateo.
También son frecuentes los nombres de plazas popularmente conocidas por nombres diferentes a los que lucen en el callejero. Tal es el caso de la Plaza de Juan Pujol, nombrada del Rastrillo o del Madroño (nombre de un bar) por diferentes generaciones; la Plaza de San Ildefonso, conocida por muchos treintañeros como Plaza del Grial; o la Plaza de Luna, que se llama en realidad de Santa María Soledad Torres Acosta.