La de la Farmacia Juanse, en la esquina de las calles de San Vicente con San Andrés, es la fachada más fotografiada de Malasaña y sus azulejos, un bien cultural a proteger. Sin embargo, a este conjunto cerámico, que está con nosotros desde 1924, le pesan los años, además del vandalismo. Su diagnóstico: “rotura de piezas, desprendimientos y falta de material que conforma las juntas entre el zócalo pétreo y las piezas cerámicas”. En resumen, que le tocaba pasar por talleres para seguir siendo uno de los focos de atención turística del barrio a sus 91años de existencia.
En consecuencia, estos días un grupo de obreros trabaja sobre la fachada de Juanse, recolocando piezas a razón de 100 euros por azulejo estropeado, rellenando huecos y pintando. La propiedad del edificio en el que se halla -la empresa familiar Inmobiliaria Hesperia- invertirá cerca de 3.000 euros en una obra de restauración, sin subvenciones, que el Ayuntamiento de Madrid también había requerido.
Conservación complicada
Conservación complicada
La restauración de una fachada singular como la de Juanse no es sencilla. La propiedad, comprometida con la idea de mantener el local de la antigua farmacia, tanto interior como exteriormente, en las mejores condiciones, se lanzó a buscar empresas que pudieran fabricar piezas como las antiguas en conocidas cunas cerámicas españolas como Manises y Talavera, pero ha sido finalmente en el mismo Madrid, en la tienda de la calle Mayor de donde salieron los azulejos originales, obra de Enrique Guijo -al igual que los de la vecina huevería-, donde han encontrado los repuestos que necesitaban.
Tras infructuosas conversaciones con la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid para tratar de llegar a algún tipo de acuerdo por el que los alumnos de esta institución se hicieran cargo de la reforma de la fachada, ésta está siendo acometida por una empresa de Malasaña, Hermanos Conejero.
Gustavo Pérez Morales, apoderado de Inmobiliaria Hesperia, es quien a sus 85 años dice seguir trabajando y luchando por tratar de conservar la 'fachada Juanse' en las mejores condiciones posibles, lo mismo que el resto del edificio en el que se encuentra la antigua farmacia y que es propiedad de su familia. Fue su tatarabuelo, Ángel de las Pozas, quien en 1862 levantó el inmueble, cuya esquina fue farmacia al menos desde 1892, según el estudioso y vecino del barrio Carlos Osorio. Eso sí, el comercio no pasó a manos de Juan José Cruz García Rodríguez, el famoso Juanse, hasta 1918, quien seis años después encargó los murales que embellecen desde entonces el establecimiento.
En 2013, el local del número 32 de San Viciente Ferrer dejó de ser farmacia y tras unos meses y una importantísima obra de restauración, que respetó escrupulosamente todos los elementos protegidos -el establecimiento cuenta con nivel 1 de protección tanto su exterior como los elementos que componen su interior-, pasó a ser una bonita cafetería cuya vida no llegó al año pero que, en breve y con nuevo inquilino, va a volver a abrir. Cuando llegue ese momento, los murales de la fachada volverán a lucir espléndidos, cosa que llena de orgullo a un Pérez Morales que -sin llegar a quejarse- lamenta la falta de ayudas públicas para el mantenimiento de bienes culturales como la fachada Juanse y, sobre todo, el poco civismo que demuestran tanto los que 'grafitean' los murales cada poco como quienes les arrancan piezas.