Lo que podríamos llamar el Madrid de la Falange, y de sus protagonistas, está más cerca de los barrios altos -de Salesas hacia la Castellana y el Barrio de Salamanca- que del barrio de Universidad. En casas de señoritos, con pasos de carruajes y salones elegantes. Los lugares de los grandes mítines – el fundacional del Teatro de la Comedia o el del Cine Madrid-, también quedan fuera de nuestras fronteras, como el sótano del café Lyon, en Alcalá, que albergara la célebre tertulia La Ballena Alegre, de la que fuera asiduo José Antonio.
Sin embargo, hay dos espacios en el barrio, de gran presencia falangista en los años treinta, que justifican la mirada al barrio falangista que hoy proponemos: la Universidad Central y la Gran Vía.
La universidad, en la calle San Bernardo, reprodujo en su interior las mismas tensiones que vivió toda la sociedad de la República. Sin embargo, más allá de estar representadas todas las corrientes políticas, constituyó un importante vivero de escuadristas de las JONS y miembros de Falange. En los momentos cumbre de la lucha de clases, aún eran pocos los obreros que accedían a estudios superiores en España, y la extrema derecha se nutre, en gran medida, de clases medias y acomodadas. La universidad y los institutos eran, pues, buenos sitios para captar a los portadores de esa juventud que enaltecieran todos los fascismos europeos.
En bares como La Gruta, cercano a la universidad, se reunían los falangistas universitarios y los cachorros del Instituto Cardenal Cisneros, donde había estudiado el propio José Antonio.
En la Universidad Central habían estudiado nombres importantes de la extrema derecha española, como Giménez Caballero o el propio Primo de Rivera, que inició allí su carrera política. En 1919 se había constituido la Asociación Oficial de Estudiantes, que fue presidida por Serrano Suñer, y de la que José Antonio fue secretario.
Los enfrentamientos con la mayoritaria FUE (Federación Universitaria Escolar), y la intervención de los guardias de asalto fueron moneda corriente. En marzo de 1933 se produjeron disturbios cuando miembros de las JONS repartían un pasquín de Ramiro Ledesma Ramos. La gran actividad de Falange en la universidad a partir de estas escaramuzas políticas, y el interés por captar miembros universitarios, llevaron a Falange a abrir sede en la calle del Acuerdo. En noviembre de este mismo año, Falange impulsa la creación de su propio sindicato universitario, el célebre SEU. Los repartos, manifestaciones por San Bernardo, incidentes en el Cardenal Cisneros, enfrentamientos e intervenciones de la Guardia de Asalto, seguirán siendo frecuentes durante los siguientes años.
El otro punto cercano al barrio sobre el que gravitaban los miembros del falangismo fue la Gran Vía. La gran calle de Madrid era entonces, en realidad, la materialización del Madrid moderno y el lugar donde sucedían las cosas en la ciudad.
Las publicaciones falangistas tuvieron, casi todas, oficinas o redacciones en dicha calle: El Fascio, La Conquista del Estado, o La Patria Libre. Aunque los repartos, voceados por los propios escuadristas, se llevaron a cabo inicialmente en la Puerta del Sol, pronto se van extendiendo a otros puntos, como la Glorieta de Bilbao.
En las cercanías de la Gran Vía se movieron también los próceres del falangismo. Es el caso del restaurante Rimbombín, en la calle Concepción Arenal, muy frecuentado por José Antonio, o el Or Konpón, en Miguel Moya 4. En el piano de este restaurante, que antes se había llamado Troika, nació el Cara al Sol. La música es de Juan Tellería y en la letra participaron José Antonio Primo de Rivera, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Rafael Sánchez Mazas y otros escritores vinculados a Falange.
Fueron, aquellos, años de tensión que precedieron al golpe militar que llevaría a la Guerra Civil. Después, la sombra de la Falange, como vertebrador de aquel primer franquismo de corte fascista, seguiría cubriendo los barrios de Madrid, si bien es cierto que aquella era ya otra Falange y la correlación de fuerzas de la sociedad era bien distinta.