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“Me niego a que se peatonalice mi calle”: guía para entender a los vecinos de Madrid centro

Los anuncios sobre nuevas peatonalizaciones de calles y áreas del distrito Centro, algunas confirmadas y otras en fase de estudio, han alertado a la práctica totalidad de asociaciones vecinales de la zona que, para sorpresa de más de uno, se han declarado en contra. Como parte de la batería de medidas para combatir la contaminación del plan Madrid 360, el Ayuntamiento se plantea el cierre total al tráfico de Sol, la prolongación de la zona sin coches de Fuencarral -hasta la glorieta de Bilbao- y la posible peatonalización de la calle Hortaleza, que también afectaría a las pequeñas vías perpendiculares que la unen con Fuencarral y, por el norte, al entorno de la plaza de Santa Ana.

La sorpresa a la que aludíamos desaparece cuando se escuchan las razones que esgrimen esas mismas organizaciones vecinales que, por norma general, están a favor de la disminución del tráfico de vehículos en sus calles: temen que, lejos de mejorar sus vidas, las peatonalizaciones previstas o en estudio supongan más ruido -terrazas, músicos callejeros...-, más visitantes y turistas, una subida de precios y la disminución del comercio de proximidad.

Desde la Coordinadora de Asociaciones de Vecinos de Centro su portavoz, Jordi Gordon, explica claramente la situación: “Es una tragedia que algo que deberíamos apoyar, como es la peatonalización de ciertas zonas, nos dé miedo, pero es así. Al final, con estas actuaciones el espacio que se le gana al coche se privatiza, no es para el ciudadano y esas calles sin coches se convierten en negocios para unos y en tortura para los vecinos. Sí estamos a favor de ganar espacio público, ciudadano y de convivencia, del que Madrid está escaso, pero antes de peatonalizar debería existir un compromiso previo por parte del Ayuntamiento de que esos espacios públicos no se van a privatizar”.

Calles y zonas principales del centro de la ciudad como Preciados, el Carmen, Arenal, Callao o, más recientemente, Montera, son ejemplos de vías sin tráfico rodado donde se concentran muchos de los miedos que expone Gordon. En la práctica, todas ellas se han perdido para la vida vecinal, convertidas en grandes ejes comerciales llenos de gente de paso. En la peatonalización parcial acometida hace unos años en Fuencarral, entre Gran Vía y Hernán Cortés, encontramos más de lo mismo: es tal el volumen de personas que la transitan que es una calle a evitar entre el vecindario. Todas las vías mencionadas, además, han sufrido una enorme transformación del comercio, habiendo desaparecido el pequeño de proximidad en favor del de las grandes cadenas; el útil para el residente por el que sirve básicamente al visitante.

La asociación de vecinos de Chueca ha sido una de las primeras en alzar claramente la voz en cuanto el Ayuntamiento anunció la posible peatonalización de la calle Hortaleza. Para su presidente, Esteban Benito, sí que hay que reformar la citada vía, pero convirtiéndola en una de plataforma única, “para que la afluencia peatonal fluya y se reduzca la velocidad de circulación de los vehículos. Nunca haciéndola peatonal”. “Hay que preservar el barrio y que la reforma sea compatible con la gente que vive aquí. Peatonalizar Hortaleza supondría un estrangulamiento absoluto de la zona para convertirla en una plataforma comercial”.

Como Hortaleza discurre paralela al tramo de Fuencarral ya peatonalizado, tal y como dice Benito, entre ambas vías se crearía una gran zona comercial al aire libre, a la que se añadirían las calles perpendiculares que las unen. Algunas de ellas, como las de Pérez Galdós y Augusto Figueroa, ya no tienen tráfico en la actualidad. Su evolución puede mostrar el futuro que esperaría a todo el área: proliferación de terrazas de hostelería y desaparición de comercios de barrio.

Para la mayor plataforma vecinal activa en esa zona, SOS Barrio Justicia, “las peatonalizaciones en esta ciudad sólo suponen más terrazas, aglomeraciones de gente y que se impida el descanso de los residentes. Nuestros barrios se convierten en plataformas comerciales y hosteleras, en más parque temático de lo que son ya. Nos encantaría tener calles peatonales con árboles, mayores y niños, pero eso es una fantasía en Madrid Centro. De lo que estamos a favor es del tráfico calmado y de una APR en el barrio”.

Por su parte, Víctor Rey, portavoz de la Asociación Vecinal Sol y Barrio de las Letras, indica que la clave es saber qué se entiende por peatonalizar una zona y estudiar cada plan concreto antes de posicionarse. Como el resto de asociaciones, la de Sol-Letras está a favor de una peatonalización que garantice menos tráfico de paso así como el acceso a la zona de los vehículos de residentes. El tráfico restringido que han tenido desde hace años en la zona de Huertas sería un ejemplo de esto, aunque mejorable, según su portavoz, quien incide de nuevo en el problema de la instalación de terrazas en cualquier lugar que, en principio, se gana para el peatón: “Es lo que ha sucedido al ensanchar las aceras de la calle Atocha. Hay tramos en los que tenemos ahora más dificultades de paso que las que había antes”.

Cuando hablamos del anunciado cierre total de la Puerta de Sol al tráfico el discurso de Rey se vuelve mucho más claro y radical. El alcalde Almeida dijo que se va a peatonalizar una parte de la calle Mayor para dar “continuidad visual” a Sol, y también la zona de bajada de la calle Alcalá. Víctor Rey cree que esa medida no forma parte de “una política destinada a mejorar la vida de los vecinos. No tiene que ver ni con favorecer la movilidad ni con la descontaminación, sino que está pensada como un regalo para complementar muy bien la Operación Canalejas, que llevará mucho más tráfico hacia la zona de garajes del gran centro comercial que se  está ultimando”, incidiendo negativamente en todo el entorno.

Otra asociación vecinal de Centro, Cavas-La Latina, también arroja luz, con ejemplos, sobre por qué hay residentes en el distrito en contra de peatonalizar calles de sus vecindarios. Su rechazo se extiende, incluso, al ensanchamiento de aceras: “Todo acaba en terrazas, provocando más molestias por ruidos para los vecinos del entorno. No hay calle peatonalizada (calle y plaza del Nuncio, plaza de la Cebada, plaza de la Paja, San Bruno, plaza de San Andrés,..) o espacio ensanchado (plaza del Humilladero) que se haya librado de las terrazas. Ahora acaban de finalizar las obras de la Carrera de San Francisco y, aunque tenemos el compromiso del anterior equipo de la Junta de Centro de no aumentar el número de mesas de las terrazas que hay allí, vamos a sufrir de nuevo la invasión de mesas, sillas y de gente consumiendo debajo de nuestras casas. Nos gastamos 3 millones de euros, nos quitan 100 plazas de aparcamiento y todo para tener menos espacio para el peatón”.

Peatonalizar o no peatonalizar, no sólo esa es la cuestión

Peatonalizar o no peatonalizar, no sólo esa es la cuestión

Una vez escuchada la opinión de las asociaciones de vecinos de Centro sobre las peatonalizaciones de calles y áreas del distrito confirmadas por el Consistorio, o que están en estudio, toca pulsar la opinión sobre las mismas de un puñado de expertos en movilidad, arquitectos y urbanistas. ¿Peatonalizar o no peatonalizar? ¿Cómo hacerlo bien? ¿Habría otras opciones para mejorar la movilidad y la contaminación de las áreas señaladas que no apunten a un cierre total de las mismas al tráfico?

Miguel Álvarez, consultor de movilidad y miembro del colectivo Nación Rotonda, cree que debe haber calles que sirvan para todo el mundo y no está a favor de cerrar totalmente el paso de vehículos en calles del centro de la ciudad.

“Que haya coches no está mal porque un espacio bueno es aquel que permite que haya variedad de usos y facilidades para que la gente que pueda vivir ahí. Sí que habría que adoptar medidas para, por ejemplo, eliminar el tráfico de paso por ciertas zonas. No es de recibo que una calle como Hortaleza sirva a los vehículos como un atajo para atravesar el centro, para conectar Gran Vía con los bulevares por Alonso Martínez. Soy partidario de las plataformas únicas, limitar la velocidad de circulación, eliminar aparcamientos en superficie y ensanchar aceras, reordenar y cambiar el sentido de circulación de algunas vías o, incluso, otras medidas como podría ser dividir en dos una calle como Hortaleza y que sólo se pueda acceder a cada parte desde distintos puntos. Sin embargo, las peatonalizaciones integrales obligan a eliminar líneas de autobuses, impiden el acceso a garajes de residentes y, en general, dificultan la vida de los vecinos”.

Dice Álvarez que “habría que apostar más por actuaciones como las recientemente acometidas en calles como Acuerdo o Palma que de incidir en el modelo del tramo sin coches de Fuencarral que, entre otras cosas, fomenta también la subida de los precios de viviendas y locales comerciales y favorecen la llegada a estas zonas de grandes franquicias en detrimento del pequeño comercio”.

Además, este experto hace notar que una calle peatonal también impide la circulación de bicicletas por la misma, “lo cual es una mala noticia para la movilidad”. Aún declarándose contrario al propósito municipal de prolongar la peatonalización de la calle Fuencarral hasta la glorieta de Bilbao, Álvarez indica que, de ser inevitable, esa actuación debería contemplar un ensanchamiento de aceras, bancos, arbolado y reservar una franja para que pasen por ella vehículos como autobuses y bicicletas. Ojetivo: que no se convierta en una réplica del tramo ya peatonal. Una solución similar propone el colectivo Corazón Verde Chamberí para el tramo de Fuencarral entre Bilbao y Quevedo.

Para el arquitecto urbanista  Chema S. Laforet hay que pensar bien los anunciados proyectos de peatonalización de ciertas calles céntricas con el “objetivo fomentar un urbanismo más sostenible y respetuoso y de revertir algunos de sus efectos más negativos para la vida urbana y social”.

“El diseño urbano debe alejarse de una concepción del espacio público como mero pasaje comercial, siendo capaz de propiciar entre sus usuarios conversaciones y encuentros, además de intercambios económicos. La calle ha de acoger múltiples y diversos usos, respondiendo tanto a las demandas del peatón consumidor como del paseante y vecino”.

Según Laforet, en una peatonalización “es esencial la ubicación de mobiliario urbano para la estancia y el descanso colectivo -bancos, fuentes, zonas de juegos- en una proporción equilibrada respecto a terrazas y demás espacios de consumo en la calle. Igual de necesario es implantar o reforzar el sistema de arbolado urbano,  Además, el uso de pavimentos blandos o permeables contribuiría a una percepción más calmada del espacio público y a reducir la presencia de asfalto y adoquines, cuya inercia térmica contribuye al aumento de la temperatura en el centro urbano”.

Más allá de cuestiones relacionadas con el diseño, este urbanista indica que: “En las calles más céntricas de Madrid, un proyecto de peatonalización integral debe atender no solo al plano físico y material, sino a la influencia que ésta produce sobre las actividades que alberga”. Habría que “redefinir, reordenar y reubicar la relación de usos que establece para cada edificación el Plan General de Madrid. El objetivo de dichos Planes sería garantizar una variedad y diversidad de funciones saludable tanto para la actividad comercial como la residencial, condicionando las futuras licencias. Esto permitiría una alternancia adecuada de situaciones a lo largo del espacio público y evitaría el monocultivo económico que en mayor o menor medida han producido las peatonalizaciones en el centro de Madrid, viéndose sustituido un comercio diverso por locales homogéneos destinados, en la mayoría de los casos, a un mismo tipo de producto”.

Otro aspecto que señala Laforet a tener en cuenta es el aumento de valor de los inmuebles de las zonas peatonalizadas que suele provocar este tipo de actuaciones, ante lo que convendría que las autoridades adoptaran “medidas para contrarrestar la especulación”.

Eslava y Tejada Arquitectos es el estudio cuya remodelación de la calle Serrano y aledaños mereció el Premio a la mejor obra pública 2012. Con su proyecto, entre otras cosas, aumentaron en un 50% la superficie peatonal de la llamada Milla de Oro de Madrid. No todas las actuaciones de mejora de una calle o área se consiguen necesariamente con una peatonalización.

La arquitecta Clara Eslava advierte: “Cada propuesta urbana implica unas intenciones y expectativas, una forma de comprender la ciudad y su vida. Los proyectos aunque pueden ser de amplio consenso, no son neutrales, toda intervención es en cierta forma una visión, una política”.

Para los responsables de este estudio, en relación a la posible peatonalización de los tramos rodados de la calle Fuencarral, así como el de la calle de Hortaleza, la palabra clave es equilibrio y para lograrlo hay que tener en cuenta tanto “la trasformación tangible del soporte físico, el rediseño urbano de una calle”, como la “transformación de intangibles: formas de uso, códigos, normas…”

“El espacio público es un espacio de todos, un espacio de contradicciones, tanto como de diversidad, y eso es lo que le da tanto interés. Podemos ver aspectos negativos, invasivos y consumistas en la presión de los usos privados sobre el espacio público; pero también positivos, vitales y regeneradores, pues se trata de una mutua interacción. Queremos calles con vida y con comercio, pero que no mueran asfixiadas por su propio éxito”.

“Cada proyecto es complejo, no hay recetas universales”, indica Eslava, quien sin embargo sí asegura que hay buenas y malas prácticas sobre el espacio urbano y que, por su experiencia, las direcciones de trabajo que apoyan serían:

  • Fomentar el trabajo sobre áreas vecinales, redes de calles habitables, frente a hablar predominantemente de ejes emblemáticos
  • Limitar normativamente, como de hecho sucede, en base a ordenanzas, la forma e intensidad de ocupación de usos privados sobre la vía pública
  • Cuestionar la escala de las intervenciones, pues quizás una intervención mayor, más amplia, disminuye la presión sobre focos concretos o por el contrario varias intervenciones menores favorecen un equilibrio de forma más progresiva
  • Estar abiertos a iniciativas transversales, multidisciplinares, participativas, escuchar a toda la gente… desde una idea global de ciudad
  • Buscar un equilibrio cada vez más comprometido con el medioambiente, desde la perspectiva de la movilidad y contaminación, pero también en base a la naturalización de los espacios urbanos
  • Pensar en el usuario como centro del problema: comercio, visitantes, vecinos, así como de forma intergeneracional: niño/as, mayores…

Añade Eslava un apunte de lo más interesante cuando hace notar la importancia que en cualquier actuación urbanística en calles populosas del centro de una ciudad tiene crear o respetar “espacios vacíos, plazas y pequeños retranqueos”. “El valor del vacío no es sólo funcional, como espacio disponible para ocupar, ni siquiera es un recurso poético o contemplativo, en este caso retórico: es una necesidad vital de silencio, de reposo, una necesidad acuciante para los vecinos residentes”.

Para finalizar, la arquitecta concluye: “Para cada proyecto hay que tener en cuenta su contexto y múltiples matices. La mala noticia es que, por el momento, Madrid no parece ciudad de matices y se mueve por otros impulsos más poderosos”.